Por: Fredy Garzon – El Denunciante
La muerte de Rodolfo Hernández Suárez marca el fin de una era caracterizada por el escándalo y la contradicción en la política santandereana ycolombiana. Hernández, quien comenzó su carrerapolítica como concejal en Piedecuesta, pasando por la alcaldía de Bucaramanga, llegando al estrellato político en la segunda vuelta presidencial, con un paso fugaz por el senado y un deshonroso cuarto lugar en la carrera a la Gobernación de Santander; dejó tras de sí un legado que más bien parece un compendio de desvaríos y polémicas, más que de logros concretos.
Hernández se presentó a sí mismo como el «anti-político» por excelencia, el hombre que prometía cambiar el juego. Sin embargo, su paso por la alcaldía de Bucaramanga fue un desfile de errores administrativos, decisiones cuestionables y altas dosis de populismo. Su promesa de «no mentir, no robar y no traicionar» se desplomó estrepitosamente cuando fue condenado por corrupción, revelando que, bajo el barniz de moralidad, su gestión estaba plagada de las mismas prácticas que supuestamente repudiaba.
El período en que Hernández fue candidato presidencial también estuvo envuelto en controversias. Mientras se posicionaba como el nuevo salvador de la patria, su campaña se vio empañada por comentarios y actos que rayaban en lo absurdo como su incapacidad para articular propuestas coherentes y detalladas.
Mientras atacaba a sus rivales por sus supuestos hechos de corrupción, deficiencias y amistades peligrosas, Hernández parecía carecer de un plan concreto para abordar los problemas nacionales. Su campaña se centró más en el ataque y el sensacionalismo que en ofrecer soluciones viables, una estrategia que, aunque puede captar la atención mediática, raramente se traduce en confianza duradera del electorado, “El Ingeniero” demostró que su habilidad para crear conflictos era tan aguda como su retórica populista.
La relación política con su círculo más cercano en Santander y Colombia también fue un escenario de constantes dramas. Después de perder la presidencia, sus aduladores, que en su momento lo elevaban como el mesías de la política regional y nacional, se desvanecieron tan rápidamente como el agua entre los dedos, hoy estos mismos se rasgan las vestiduras, lamentan su partida y piden homenajes.
Uno de los episodios más críticos de su carrera fue su actitud hacia la ley y la justicia. Su desprecio por los principios legales y su tendencia a burlarse de las normas establecidas lo convirtieron en una figura tan polémica como problemática.
En su última etapa, el escándalo de Vitalogic, lo persiguió hasta el final, encapsuló la tragedia de su carrera y su imaginario “legado”. Este episodio, que se convirtió en sinónimo de sus conflictos y problemas legales, simboliza la culminación de su efímerorecorrido en las grandes ligas de la política nacional.
Así, mientras algunos en el país lamenta su partida, la pregunta que queda es cómo será recordado “El Ingeniero”. No como el salvador que prometió ser, sino como un reflejo dramático de las fallas y contradicciones de la política moderna. Su vida y carrera sirven como un recordatorio mordaz de cómo los ídolos políticos pueden desmoronarse ante la realidad de sus propias acciones.