Por: Juan José Gómez
Por ahora lo más importante es tener el máximo cuidado con ambos, especialmente con Benedetti, del que no se sabe que es más peligroso si el ministro del interior o el interior del ministro.
Sobre la ya famosa consulta popular se han publicado muchas consideraciones, en su inmensa mayoría altamente negativas, lo cual es bastante razonable, no porque pueda considerarse negativo consultarte al pueblo temas que se relacionan directamente con su presente y con su futuro, sino por que según el informado criterio de expertos juristas colombianos ese no es el medio idóneo para expedir normas legales que el Congreso ha rechazado y además porque no está claro si lo que pretende el gobierno es valerse de un mecanismo ciertamente constitucional para de pronto darle un uso decididamente inconstitucional.
A las muchas reflexiones que personas, mejor dicho, personajes importantes del país han ensayado para oponerse a la tal consulta, también nosotros, modestos columnistas, también queremos echar nuestro cuarto a espadas, aunque solo sea para que conste que la consulta no es bienvenida solo en los elevados círculos intelectuales y políticos, sino también en el estado llano al que satisfactoriamente pertenecemos, lo que no nos priva de anticipar algunos riesgos que se corren en este delicado asunto, por lo cual es aconsejable prevenir a dirigentes y dirigidos para que conociéndolos hagan lo necesario para evitarlos a tiempo.
Comencemos por los dos obstáculos principales que han salido a flote en los últimos días: participación electoral y costo. Para tratar el asunto en números redondos digamos que el censo electoral es de 42 millones de personas habilitadas para sufragar y que, por tanto, al tenor de lo que dispone la norma de una tercera parte es de 14 millones, cifra que es presumible que no logren movilizar el petrismo y el santísmo mancomunados y con mayor razón si como lo esperamos, los partidos políticos y grupos significativos de ciudadanos, hacen una amplia, convincente y motivadora campaña (que esperamos los empresarios ayudarán a costear) recomendando NO VOTAR, o en otras palabras ABSTENERSE; que dadas las actuales circunstancias y tomando en cuenta los antecedentes del asunto, es la forma más patriótica de proceder. Aunque no es descartable que a última hora un selecto grupo de congresistas tomando en cuenta aspectos como “la democracia participativa” y “el interés nacional” se les tuerzan a las directivas partidistas y apoyen la consulta.
En lo que hace relación al costo, cuya cuantía se ha estimado en seiscientos mil millones de pesos ($ 600.000.000.000), si bien es alto, mucho nos tememos que Petro y su novísimo ministro de hacienda se las arreglarán para conseguirlos, aunque tengan que pedírselos prestados a un sindicato formado por Rusia, China, Irán y Norcorea, teniendo a Maduro como avalista, si es que ya como resultado del “ahorro” del dinero de la salud no lo tienen reservado.
Quedan otros interrogantes como son la previa aprobación del Senado, que deseamos y esperamos no se dé por el bien de Colombia y mantenimiento de su recién conquistado prestigio, aunque no podemos descartar el siempre poder corruptor de la mermelada, que en la anterior legislatura logró penetrar a la cabeza misma de la antes llamada cámara alta, pero que en días recientes por fortuna ha dado muestras de gran decoro y, por otra parte, la que si nos merece mas confianza como es el examen de la Corte Constitucional, en la que entendemos – y ojalá no estemos equivocados- que el señor Petro todavía no tiene mayoría y por consiguiente actúe con un laudable criterio de respeto por la Constitución.
Finalmente debemos mencionar un riesgo que alguien, no recordamos ahora quien, apuntó hace pocos días de fraude electoral, que de presentarse tendría que ser con la complicidad de la Registraduría Nacional del Estado Civil y del Consejo Nacional Electoral, este último muy conocido por su erguida actitud en relación con la última campaña presidencial. Aquí debemos considerar que si todavía el gobierno cuenta con los “calificados” servicios de un español nacionalizado colombiano, por cierto en forma exprés, que posiblemente volvería a manejar a los testigos electorales, los partidario de NO VOTAR podemos hacer lo mismo, esto es, disponer de un crecido número de capaces y bien adiestrados testigos electorales que defiendan la rectitud de la votación, el recuento y el escrutinio, en cuyo caso las fuerzas quedarían equilibradas y por mucho que el gobierno supuestamente quisiera meter sus narices, se en contraría con una fuerte oposición.
Lo importante de todo esto es que los colombianos estemos convencidos desde ahora de que NO PODEMOS SALIR A VOTAR el día de la consulta porque si lo hacemos, así sea para votar NO, le estaremos dado un poderoso apoyo a Petro y a Benedetti para quedarse con el gobierno como sucedió con el difunto Chávez en Venezuela, con los terribles resultados por los que ahora están pasando los pobres e infortunados venezolanos.