Por: Andrés Villota
Hace pocos días, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, dijo en un discurso en Campeche, México: “Una de las cosas que promovieron en el mundo para poder saquear a sus anchas fue crear o impulsar los llamados nuevos derechos. Se alentó mucho, incluso por ellos mismos, el feminismo, el ecologismo, la defensa de los derechos humanos, la protección de los animales… muy nobles todas estas causas, muy nobles, pero el propósito era crear o impulsar, desarrollar estas causas para que no reparáramos en que estaban saqueando al mundo”.
El presidente López Obrador, gran ideólogo del comunismo latinoamericano, anfitrión de cumbres de dictadores, de terroristas y de otros comunistas, describió perfecto la estrategia, el plan macabro para llevar a las naciones a la ruina con base a una narrativa que no solo justifica el saqueo del erario público sino que hace ineficientes e improductivas a las empresas privadas. Esa caída en la productividad, lleva a que las naciones pierdan competitividad y que los gobernantes de turno tengan que abusar de la emisión de moneda sin respaldo y recurrir al endeudamiento interno y externo para poder funcionar y financiar todas esas iniciativas “nobles” que describió López Obrador. La receta perfecta para alcanzar la miseria en pocos meses.
La necesidad de la eficiencia en la actividad corporativa fue una de las muchas enseñanzas que dejó las cuarentenas obligatorias, decretadas por los diferentes gobiernos para evitar el contagio del mortal COVID19 y sus cada vez más mortíferas variantes como la Delta. Las empresas tuvieron que aprender a realizar su actividad productiva en medio de las limitaciones impuestas. Esa situación dejó en evidencia el costo irracional que habían adquirido las empresas, adoptando toda esa retorica a la que hace referencia el presidente mexicano.
Costosas consultorías para entender e implementar, en los albores del Siglo XXI, los Derechos Humanos en la empresa como si se tratara de una plantación de algodón con mano de obra esclava del Siglo XVIII. O contrataban a una líder feminista o a una mujer transgénero para que les hiciera un estudio sobre equidad de género y empoderamiento femenino en la Era del Apocalipsis Climático. Otros se gastaban fortunas contratando a oenegés para que le ayudaran a diligenciar un formulario en el que le mostraban “al mercado” que ellos casi no dejaban “huella de carbono” en su actividad productiva.
Unos empresarios incautos, resultaban haciéndose miembros de las iniciativas del Pacto Global o de los Principios de Inversión Responsable de la ONU, a cambio de pagar millones de dólares anuales para que les certificaran que la empresa se portaba bien, como si el mercado no fuera el que “certifica” las buenas prácticas corporativas consumiendo sus productos, y no, leyendo informes inentendibles hechos por algún burócrata de la ONU para poder justificar sus abultados ingresos.
Unas empresas contrataban a expertos en sembrar bosques o en reciclar basura para encomendarles algo tan trascendental como la sostenibilidad corporativa de una empresa minera cuyas acciones cotizan en la bolsa, por ejemplo. Un banco que administra el ahorro del público y que su existencia en el tiempo es determinante para crear confianza entre los ahorradores, la permanencia de su actividad era encomendada a alguna ex reina de belleza con algún estudio en comunicación corporativa, y no, a un banquero con muchos años de experiencia en la industria bancaria que conociera, de verdad, los elementos que hacen sostenible a un banco.
Esa retórica se prestó para malas interpretaciones que llevaron a los encargados de administrar los recursos humanos de las compañías a contratar a sus empleados por conmiseración en nombre de la igualdad y de la inclusión, basados en la virtuosidad de la desgracia, excluyendo a las personas más experimentadas y con la formación académica necesaria para poder realizar la labor asignada. Esa narrativa arruina naciones, convirtió al mercado laboral en el mejor atajo para los mediocres y los más ignorantes que fueron privilegiados, excluyendo a los más experimentados y con mayor conocimiento.
No es gratuita la crisis financiera de las universidades privadas, generada por la caída en las matrículas. Los jóvenes se dieron cuenta que tener un alto nivel de escolaridad era el principal obstáculo para ser contratados por las empresas que los descartan por, supuestamente, estar sobre calificados para realizar una labor. Y si a eso se le suma propuestas pertenecientes a la misma línea de la narrativa neomarxista, como la expuesta por el profesor Alejandro Gaviria de darle una pensión a los jóvenes sin necesidad de trabajar y producir, la bancarrota de las universidades es cuestión de meses. O acaso el ex profesor Gaviria tuvo alumnos que estaban estudiando para que, en el futuro, el Estado los tuviera que mantener? Yo, durante 20 años siendo profesor, jamás he tenido a un alumno que aspire a no trabajar y a vivir de una renta estatal, igual a la que esperó durante tantos años el coronel que combatió bajo las órdenes de Aureliano Buendía.
Que la recuperación económica y el crecimiento de la economía de Colombia no vayan al mismo ritmo del aumento del empleo es un buen ejemplo de la lección aprendida por los empresarios. Esta coyuntura les enseñó que contratar a mano de obra inútil, solo para ser percibidos como alineados con los postulados neomarxistas y ser aplaudidos por esa minoría que pretende apoderarse de todo, los estaba llevando a la ruina y los había convertido en empresarios ineficientes.
El presidente Iván Duque se apropió de esa narrativa que expuso su homólogo mexicano. De hecho, cuando escribo esta columna, se encuentra asistiendo, con una nutrida comitiva, a una cumbre sobre el clima (no es un chiste). El golpeado erario público colombiano es usado para llevar a más de 200 funcionarios del gobierno nacional hasta Glasgow, Escocia, en el mismo avión que usó Juan Manuel Santos para ir a recoger su Premio Nobel acompañado por más de 200 de sus amigos. Un ejemplo de cómo se malgastan los recursos públicos en nombre del clima para que nadie cuestione o controle el gasto publico desbordado, irracional e irresponsable.
Cómo esperar que un inversionista XYZ le preste plata a Colombia o quiera hacer una inversión en un país que no es eficiente en su gasto público por haber adoptado la agenda de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. ¿De dónde va a sacar Colombia los recursos dentro de 20 años para pagar el préstamo que le hizo el inversionista XYZ, sí sus empresas no son eficientes y su gobierno tampoco, porque tiene ministerios de las comunicaciones, del deporte, de la cultura y hasta de la ciencia, y además, pretende gastarse miles de millones de dólares en asesorías y consultorías para lo del clima, la equidad de genero, los derechos humanos y el empoderamiento femenino? ¿Cuántos miles de millones de dólares anuales le va a costar al Estado colombiano pagarle los abortos a todas las mujeres colombianas que se quitan la ropa en la calle para exigir el privilegio de abortar con cargo a los tributos que pagan todos los colombianos que trabajan y producen?
Ante la debacle de la economía china, por ejemplo, Colombia debe restablecer las relaciones diplomáticas con Taiwán que fueron interrumpidas en 1980 por culpa del acto poco amistoso de Colombia al haber reconocido a la China Popular de Mao. Un primer gran paso para que el gobierno colombiano pueda contribuir a la eficiencia de la economía colombiana, es no interferir por razones políticas en las relaciones comerciales entre los particulares a causa de presiones indebidas de los agentes diplomáticos de potencias extranjeras, creando distorsiones e ineficiencias en la libre actividad de los mercados. Los intereses particulares de obtener una millonaria comisión de éxito por el logro de un negocio, no deben primar sobre los intereses de toda una nación.
Los empresarios ya son conscientes de su error y decidieron enmendarlo volviendo eficiente su actividad. Ahora contratan a la mano de obra necesaria y con un criterio que no tiene nada que ver con los neomarxistas ODS de la ONU. También, por ejemplo, están usando a la Bolsa Mercantil de Colombia para ofrecer sus productos o comprar sus materias primas, haciendo mucho más eficiente el cumplimiento del objeto social de sus empresas. Los empresarios ya dieron el primer paso, el gobierno colombiano qué está esperando para darlo?
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En la reciente visita de Joe Biden al jesuita papa Francisco, le dijo que él (el papa) era considerado como un gran beisbolista afroamericano en los Estados Unidos. Los que de verdad votaron por Biden están tan arrepentidos de haberlo hecho que, si la próxima semana anunciaran que el presidente Donald Trump regresa a la Casa Blanca, habría una gran fiesta de celebración nacional.