Reza el viejo adagio “Quien no conoce la historia tiende a repetirla”. Y parece ser a lo que le apostaban los legisladores, no solo de nuestro país sino de varios, cuando quitaron del plan escolar los estudios de historia por considerarlos no lucrativos.
Y ciertamente no lo son. No es lucrativo para quienes quieren rescribir la historia a su antojo el que los más pequeños sepan sucesos reales de nuestra historia, sobretodo la más reciente. Se hace mucho más fácil de manipular a las nuevas generaciones contando historias románticas de “guerrillas” que luchaban por el bienestar de los oprimidos y que tomaban las armas por amor. Un amor retorcido porque de él nunca ha salido, en la historia de nuestro país, algo noble o que valga la pena rescatar.
Cuando la realidad se cuenta en prontuarios de homicidios, secuestros, extorsión y narcotráfico perdonados, muy convenientemente, en acuerdos de paz donde no se respetó, ni siquiera, la base de la democracia.
En los eventos recientes, en medio de una pandemia global que ha cobrado la vida de cientos de miles de personas, que forzó a la mayoría de los países del mundo a confinar la gente a sus casas generando una crisis económica de la que solo estamos viendo sus primeras consecuencias y que podría llegar a compararse con las secuelas de la segunda guerra mundial; es en estos momentos en los que se muestra lo mejor y lo peor de los seres humanos.
Es en momentos como estos en los que se puede reconocer quienes son los verdaderos lideres y quienes solamente buscan el poder bajo cualquier circunstancia. En momentos tan difíciles de la historia, como los que está viviendo el mundo hoy, se ha podido ver como naciones, incluso antagónicas, han hecho alianzas para lograr un bien mayor. Ejemplo de eso fue la unión entre EEUU y URSS. Enemigos naturales que supieron que un triunfo de los nazis cambiaría para siempre la historia mundial. Unieron sus fuerzas y, tras el triunfo continuaron con sus diferencias durante casi medio siglo más.
En Colombia hemos visto algunos ejemplos en los que personajes antagónicos se han aportado ideas y soluciones entre si para superar la crisis. Hay algunos ejemplos donde han sido capaces de superar las diferencias, ideológicas o de otras índoles, para aportar un grano de arena o una luz que permita encontrar mejores caminos. Esos son los verdaderos lideres. Son esas personas a quienes debemos aplaudir y apoyar porque muestran lo mejor de si y el verdadero amor por el país, sus ciudadanos y el futuro en común.
Sin embargo, no han sido pocos quienes no han entendido la importancia de este momento histórico porque su ego y sus intereses personales no les deja ver más allá de sus aspiraciones. La oposición al gobierno del Presidente Duque, en su mayoría, no ha hecho el más mínimo aporte que ayude a superar la crisis. En lugar de eso muchos se han portado como buitres anhelantes del desastre que les permita ungirse como solución a problemas que ni siquiera sabrían como solucionar.
Su máximo líder quebranta la ley sistemáticamente seguro de que los encargados de garantizar su cumplimiento no le harán nada porque comulgan con su visión maquiavélica para llegar al poder.
Aprovechan cualquier ocasión para exacerbar los ánimos y llamar a las marchas y la anarquía. Incluso toman ventaja con eventos que suceden a miles de kilómetros de nuestro angustiado país.
La trágica muerte de George Floyd a manos de un policía en EEUU ha sido utilizada para llamar a marchar el próximo 15 de junio con mensajes tan altruistas como “Si no salimos, nos graduamos de pendejos”.
En un momento donde el gobierno y los particulares hacen maromas para poder cumplir con los pagos cada mes, Fecode, el sindicato de maestros; una de las instituciones que más mensualidades cobra al año, llama a las marchas y la desobediencia civil. Vale recordar que su excelente labor se ha visto reflejada en los pésimos resultados de las pruebas Pisa.
Pero la gente se queda con lo que ve en la superficie. Los seguidores de la oposición, que no son mayoría, a DIOS gracias, se quedan con esas explicaciones sin querer ver el trasfondo que ellas arrastran. Creen en el altruismo de quienes las convocan y las apoyan saliendo a marchar, algunos a vandalizar y a complicar la vida de quienes no las apoyan pero que tienen que cargar con ese lastre.
Y es que quienes tuvimos la suerte de recibir clases de historia sabemos que esa práctica nos es común desde el nacimiento de nuestra democracia.
Nos decían, en historia patria, que el 20 de julio de 1810 los criollos se unieron en protesta ante la negativa de un español, José González LLorente, a prestar un florero que engalanaría la cena que se ofrecería al comisario real Antonio Villavicencio. Esto exaltó a los criollos quienes salieron dando gritos y pidiendo Cabildo abierto. Esto, según la historia contada, dio lugar al grito de independencia que le daría participación política a los criollos y les permitiría cogobernar.
Claramente esto ya lo tenían planeado, ya estaban organizados, ya sabían qué hacer para lograr su cometido. No fue una reacción espontanea y natural. El florero era solo un pretexto como pudo ser cualquier otro.
Eso mismo pasa hoy con la oposición del país. Esperan cualquier pretexto para exaltar los ánimos y convocar al caos porque su propósito no es el bienestar común (de ahí su falta de aportes) sino el triunfo de su, mal llamada, revolución que traerá al país los resultados que ya se han visto en los países que ellos admiran.
Ojalá nuestro país pueda leer los mensajes entre líneas, el subtexto real de un libreto cobarde y no se preste a repetir la historia de países vecinos que hoy quisieran desandar sus pasos para no vivir las miserias que sus egocéntricos gobernantes les han llevado a vivir.