Por: Jair Peña Gómez
«Barreras aduaneras, licencias previas de importación y exportación, control de precios y de cambios, subsidios, toda clase de trámites, papeleos y regulaciones contribuyeron en América Latina al crecimiento del Estado ampliando de manera tentacular, asfixiante, sus funciones y atribuciones. ¿Con qué resultado? ¿Nos abrió realmente el camino hacia el desarrollo y la modernidad? Todo lo contrario».
(Vargas Llosa, A., Montaner, C. A., Mendoza, P. A. (1996). Manual del perfecto idiota latinoamericano. Buenos Aires: Atlántida.
Fuga de capitales, crisis política y corrupción en el Perú
Usa sombrero chotano, monta caballo y se hace llamar “maestro”. El presidente del Perú, Pedro Castillo, es un personaje caricaturesco —como Trump y Johnson—, sin ninguna experiencia en el sector público, pero con un gran reconocimiento popular. Llegó a la Casa de Pizarro hace un año, luego de dirigir por 3 años el Sindicato Único de Trabajadores de la Educación del Perú y promover la Huelga Magisterial del 2017.
Es marxista leninista y militó en Perú Libre, un partido político de extrema izquierda fundado por Vladimir Cerrón, médico juninense becado por Cuba y condenado por corrupción mientras fungía como gobernador regional de Junín.
Su discurso se distancia de la izquierda progresista latinoamericana en asuntos morales, le ha dicho no en reiteradas ocasiones al “matrimonio igualitario”, al aborto y al consumo recreativo de la marihuana, lo que le sirvió para ganar votos en las zonas rurales del Perú, mucho más conservadoras que las grandes ciudades.
Su gestión al frente del ejecutivo peruano ha sido un auténtico desastre, en 2021 causó la mayor fuga de capitales del Perú en toda su historia; 7,4% del PIB del país suramericano huyó a otros destinos más favorables a la inversión. Y con toda razón.
Perú, pese a ser un país que se ha caracterizado por los golpes de Estado, los derrocamientos y la agitación política (ha tenido 5 presidentes en 5 años), también se ha distinguido por ser económicamente estable, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática en las 7 décadas más recientes, el Producto Interno Bruto de los “incas” ha crecido a un promedio anual de 3,8%.
No obstante, ante las recurrentes amenazas de Castillo a los grandes capitales y la incertidumbre que genera la elección de un socialista radical como presidente, las empresas han preferido emigrar y poner a salvo su patrimonio. Los bancos de Miami están atiborrados de peruanos que buscan abrir sus cuentas en los Estados Unidos. Lamentable, máxime cuando las proyecciones económicas indicaban que, de seguir por la senda de crecimiento económico sostenido, Perú sería un país desarrollado en 25 o 30 años.
Pero si el manejo económico ha sido aciago, ni qué decir del institucional, tan sólo en un año de gobierno de Castillo ya van 60 ministros. El gabinete presidencial se ha vuelto una puerta giratoria, entran y salen ‘ministricos’, cada uno más incompetente que el otro, razón por la cual desde ya varios sectores sociales exigen su renuncia.
La defensora del Pueblo del Perú, Eliana Revollar, ha denunciado que “el poder ha sido tomado por personas que han venido a saquear al Estado” y que la lucha contra la corrupción no ha sido un tema prioritario para el presidente. Incluso afirmó que “la renuncia (de Castillo) siempre es una posibilidad que está abierta, es un acto de voluntad, porque si el señor renuncia destraba las posibilidades para resolver la crisis, pero se lo han pedido en todos los tonos y no lo hace suyo”.
Chile y el arrepentimiento de la calle
El “Estallido Social” como se le denominó a la ola de disturbios, vandalismo y terrorismo urbano que sacudió Chile entre el 2019 y el 2020, llevó al Palacio de la Moneda a Gabriel Boric, el presidente más joven en la historia del país austral. Boric, oriundo de Punta Arenas y educado en la Universidad de Chile, es un socialista de corte gramsciano, que durante su etapa como estudiante militó en el movimiento político Izquierda Autónoma y fue uno de los principales cabecillas de la Movilización Estudiantil del 2011. Allí se forjó como un agitador de masas, un vocero de lo que Antonio Gramsci llamaba los “subalternos” y uno de los personajes más afamados de la izquierda chilena.
Gran impacto causó en el debate público su tono pausado, sus maneras, su aparente talante democrático y sus diferencias con Daniel Jadue, su contrincante comunista por la Presidencia de Chile, a quien derrotó las primarias de Apruebo Dignidad de 2021, la coalición política de izquierda que posteriormente lo llevó a ser elegido mandatario de los chilenos.
Sus propuestas principales fueron cambiar el sistema de pensiones y pasar los fondos de unos administradores privados a un sistema público y en el que se contempla una pensión básica universal sin necesidad de hacer contribuciones; la “reconstrucción y expansión de la educación pública, gratuita y de calidad”; el alza escalonada del salario mínimo; y principalmente promover una nueva Constitución Política. En la práctica, y al igual que Allende, Boric ha conducido a Chile por camino económico desalentador.
De acuerdo con el Banco Central la inflación en 2022 superará el 11% y la economía podría decrecer en 2023 hasta un 1%, mientras que el peso chileno se ubica como una de las monedas que más valor ha perdido frente al dólar.
El jefe de Estado chileno no encuentra consuelo en la calle, esa misma que otrora lo acompañó. Según la encuesta Cadem Plaza Pública la desaprobación a su gestión es del 62% y su aprobación es de apenas el 33%. Los chilenos tampoco apoyan su borrador de constitución, conforme con el estudio Pulso Ciudadano, el 62,3% de los potenciales votantes del plebiscito rechazarían la nueva ‘carta magna’ socialista.
El “catálogo de derechos sociales” como la izquierda ha denominado el borrador, sufriría una contundente derrota el próximo 4 de septiembre.
Argentina la ‘expotencia’ latinoamericana
«Los Adoradores y Adoratrices de la Santa Revolución Bolivariana —dice el periodista Jorge Fernández Díaz— son una grey multitudinaria y activa en nuestros pagos, y de ese fanatismo asombroso que prescinde de todo dato de la realidad derivan, aunque no lo parezca, las pulsiones que nos dividen».
Ese es el retrato de la nueva clase política de Argentina, que alcanzó el poder prometiendo acabar con las desigualdades sociales causadas —aseguran ellos— por el “neoliberalismo”, aún cuando la historia pone de relieve que desde el Proceso de Reorganización Nacional no ha habido un presidente de derecha radical en territorio gaucho. Todos los mandatarios argentinos desde 1983, salvo Macri, han sido socialdemócratas o socialistas. Y aun los presidentes de facto fueron proteccionistas y nacionalistas, como Reynaldo Bignone que impulsó el control de precios ante una inflación que superaba el 200%. Por lo que cabe preguntarse, ¿cuál “neoliberalismo”?
El distributismo, los impuestos confiscatorios y el paternalismo han hecho de Argentina un país poco atractivo para la inversión extranjera, improductivo y pobre. Mientras que en 1914 los argentinos gozaban de una economía boyante y próspera, gracias al influjo de la Constitución de Juan Bautista Alberdi (1853) que propició un mercado abierto y libre, y tenían un PIB per cápita más alto que el de Italia, Francia y Alemania, hoy por hoy, acorde a las estimaciones del Fondo Monetario Internacional, ocupan el puesto 69 en el mundo por PIB per cápita.
En términos de libertad económica el resultado es mucho peor, el Índice de Heritage Foundation ubica a Argentina en el puesto 144, apenas por delante de Haití (145), y añade que “la desilusión popular es generalizada debido a la debilidad de la economía y al noveno impago de la deuda soberana del país”. Por su parte, el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica señala que el 43,8% de los argentinos se encuentran en situación de pobreza y el 26% padece inseguridad alimentaria severa. Situación que no da muestras de mejoría si se tiene en cuenta que entre enero y julio la inflación es cercana al 45% y se espera que para final de año se ubique en un 87%.
Mención aparte merece la devaluación del peso argentino, que en lo corrido del 2022 ha perdido un 25% de su valor frente al dólar. La desconfianza en el Banco Central es tal que los argentinos prefieren manejar 6 tipos de cambio diferente: dólar oficial, dólar blue, dólar tarjeta, dólar ahorro, dólar MEP y dólar CCL.
En la práctica hay una dolarización de la economía argentina y por eso varios economistas abogan por la desaparición del peso y la oficialización del dólar. Entretanto, la vicepresidente Cristina Kirchner, el poder detrás del poder en Argentina, parece ignorar la crisis económica y está enfrascada en una ardua discusión con la Corte Suprema, quien la investiga por presuntamente desviar recursos de la obra pública en favor de Lázaro Báez, un empresario kirchnerista preso por lavado de dinero. Para ella el Poder Judicial ha devenido en un “partido político protector del macrismo y perseguidor de los dirigentes de las distintas fuerzas que se le oponen”.
Argentina es definitivamente un caso único en el mundo, el primer país que pasa del desarrollo al subdesarrollo; reflejo de ello es Buenos Aires, la “París latinoamericana”, una de las ciudades más bellas del orbe y que se encuentra en un proceso de franca decadencia.
Colombia, ¿a vivir sabroso? …