Por: Maria Fernanda Cabal
A menos de cinco meses de la contienda electoral por la Presidencia de los Estados Unidos, el país norteamericano se adentra en un terreno desconocido en donde los conceptos de «Ley y Orden» están “bajo la lupa”.
La crisis que ha traído consigo la pandemia por covid-19 en materia económica y de salud, resulta ser el peor panorama para cualquier campaña electoral. Los modelos tradicionales funcionan en tiempos normales, pero está más que claro que en cuestión de semanas, el planeta ha cambiado completamente.
Las revueltas y manifestaciones en distintos Estados tras la muerte de George Floyd a manos de la policía de Minneapolis, ha dejado al descubierto cicatrices fáciles de reabrir, sumado a los discursos vindicativos que animan sus deseos a través del vandalismo y el odio; aún en contra de sus mismos «hermanos» de color.
La capacidad de alterar los resultados electorales permanece en debate. La zozobra y el ruido en lugares como Seattle, Nueva York, St. Luis y Minneapolis, entre muchas otras ciudades donde la locura colectiva terminó arrastrando imágenes y estatuas de los protagonistas de la historia universal, como Hans Christian Heg -un abolicionista que luchó contra la esclavitud y murió peleando en el bando de la Unión-, George Washington, Winston Churchill y hasta el fraile franciscano Junípero Serra, podrían llevar al desprestigio y caída de Trump, o a su ascenso; por darse en ciudades regidas por alcaldes y gobernadores demócratas, que han excusado las atrocidades de la multitud violenta, abandonando a la población a merced de la turba.
Encuestas recientes empiezan a contradecirse: Sondeos como el de CNN muestran una ventaja del aspirante demócrata Joe Biden en 14 puntos sobre el presidente republicano Donald Trump; mientras, en otro escenario, FOX revela que Trump aventaja ampliamente a Biden en Florida, Georgia, Texas y Carolina de Norte. Claves en el resultado del Colegio electoral.
Algunos creen que la eficaz promoción de la «indignación colectiva» por parte de la izquierda marxista y su agenda global, le está ganando el pulso al modelo de gobierno que hizo nuevamente grande a los Estados Unidos.
Hasta finales de 2019, se puede decir que todo marchaba bien para Donald Trump. Pues antes de la propagación del coronavirus, la economía estadounidense se mostraba robusta y con proyecciones muy positivas para el 2020.
Precisamente en septiembre del año pasado, Estados Unidos arrojó su tasa mensual más baja de desempleo en los últimos 50 años, cayendo al 3.5%. Según reveló el Departamento de Trabajo, la última vez que éste país anotó un dato laboral igual fue en diciembre de 1969.
Las estadísticas también mostraron cómo los recortes a los impuestos y el aumento en la confianza empresarial, estimularon que el salario promedio por hora escalara y creciera cerca de un 3% anual, por primera vez en más de una década.
Entre otras cifras positivas, a inicios de éste año se conoció que EEUU ocupó la segunda plaza en el índice de competitividad del Foro Económico Mundial, en 2019.
Resulta paradójico que sea un virus surgido en un país comunista, el que hoy ponga “en jaque” la estabilidad de la economía más poderosa de la región y además esté definiendo su futuro político.
Aunque los pronósticos no están claros, el hecho de ocupar la Casa Blanca en un país propenso a reelegir a sus gobernantes, podría servir como otra ventaja para Trump; pues desde 1933, solo tres presidentes de EE.UU. han perdido en elecciones nacionales: Gerald Ford en 1976, Jimmy Carter en 1980 y George Bush padre en 1992.
Además, no se puede olvidar que hace cuatro años, en la elección de 2016, la demócrata Hillary Clinton lideró siempre los sondeos de la campaña y terminó perdiendo. Sumado a ello, ésta es la primera vez que se intenta predecir un resultado electoral durante una pandemia donde el miedo juega un papel decisivo.
Las encuestas se han convertido en herramientas de propaganda destinada a desmoralizar al electorado pro-Trump, fomentar un discurso de agresión en su contra y difundir una imagen de ineptitud e ineficacia del mandatario al momento de tomar decisiones por el bien de la nación.
Las agresiones físicas y la difamación a sus seguidores ha hecho que muchas personas decidan no hacer visible su apoyo y por lo tanto, sus votos se mantengan escondidos hasta el día de la contienda. La base electoral de Trump considera que ha cumplido sus promesas de campaña y confía en que estará a la altura para sacar al país adelante.
Esperemos que esta «mayoría silenciosa» sea suficiente y nos sorprenda una segunda vez, derrotando a sus rivales. Que el viraje vuelva a ser «a la derecha».