Por: Paola Holguín
“…¿Cómo va a ser el Gobierno de Petro?…El primer año, él nombra un buen gabinete de unidad nacional; no lo logra cohesionar. Pasan seis u ocho meses, si no pasa mucho, se le desbarata el gobierno y Petro empieza a tuitear como loco, y básicamente es ese conflicto que crea de manera permanente y la agenda del país girando alrededor del tweeter de Petro y no se hace nada.”
Aunque parezca inverosímil, lo trascrito corresponde a la opinión de quien en ese momento era uno de los más acérrimos críticos y competidores de Petro en el camino hacia la Presidencia de la República. Aún más surrealista, es que su autor se convirtiera posteriormente en uno de sus ministros, Alejandro Gaviria.
El video en el que quedó registrado lo dicho por el “Gaviria candidato” se hizo viral tras pocas horas de que probara en carne propia que, más que un diagnóstico, aquella opinión merecería ser calificada como una auténtica profecía. Pues bien, lo profetizado por Gaviria se cumplió en el tiempo en que lo indicó; lo que no pudo vaticinar en ese momento, es que ello le sobrevendría a él mismo como un karma, seguramente porque ni el más certero de los profetas hubieran podido considerar siquiera la posibilidad de que se convertiría en un ministro petrista.
Pero centrémonos en lo acontecido. De no ser porque ocurrió en el gobierno de Gustavo Petro, hubiéramos podido calificar la alocución de la noche del 27 de febrero como “un hecho sin precedentes”. Un remezón tan tempranero evidentemente provocado por las críticas que varios de sus ministros le hicieron a una de sus reformas insignia, la de salud, solo se ha visto en gobiernos despóticos y autoritarios, que por naturaleza no aceptan el disenso ni soportan las críticas, así sean constructivas y de sus propios áulicos.
Y qué decir de sus particulares formas; las exministras de cultura y del deporte han dado cuenta a la opinión pública del exótico modo en que se enteraron que ya no serían más parte del séquito petrista. El “protocolo” que se siguió para echarlas del gobierno fue tan insólito que solo puede ser comparable con el hecho de que en reemplazo de una de ellas se hubiera designado al profesor de piano de las hijas de Petro y amigo cercano de su esposa Verónica Alcocer.
Con el despido de estos tres ministros, se cuentan 12 altos funcionarios que han dejado el Gobierno en pocos meses, entre los que se destacan dos viceministras, tres secretarios del Ministerio de Salud, el Secretario del DPS (por audios que prueban que llegó al cargo a robar), la Directora del ICBF (otra señora inexperta cuyo mérito, como ella misma lo reconoció públicamente, es haber sido vecina y amiga de la señora Alcocer) y el Director de Ecopetrol; sin contar los 50 generales de la Fuerza Pública que retiró cuando aún no se había secado la tinta de la firma de su posesión, sin considerar la grave crisis de mando que ello significa.
Insisto, a nadie le tiene que extrañar lo sucedido; a Petro le conviene personalmente “gobernar” en la interinidad de sus gabinetes; a pesar de que la inestabilidad de los altos funcionarios de su gobierno afectan gravemente la realización de las políticas públicas, Petro sabe y ha probado que ello le asegura la lealtad de los que sobrevivan a sus arrebatos y de los que designe en reemplazo de los desdichados. En 2013, cuando fungía de concejal de Bogotá, el hoy Senador Miguel Uribe denunció que, en apenas 2 años, Petro alcalde había realizado 43 cambios de los directivos de su gabinete, 38 en 2012 y 5 en lo que iba corrido de ese año; solo en la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos, había nombrado a cuatro directores en 2012.
No cabe duda que Petro se siente cómodo en medio del caos, pues ha aprendido a sacarle provecho a la incertidumbre y la angustia que ello provoca. Entre más distraídos estén el público y sus críticos con sus absurdas ocurrencias, menos tiempo tendrán para advertir su ineficiencia y considerar el perjuicio de sus reformas.