Por: Laura Pinzón
Nuestro país se acerca cada vez más a la elección de un nuevo presidente a pesar de que el panorama sigue siendo nublado y, las campañas de los precandidatos solamente brillen por falta de certeza, creatividad y conocimiento del contexto nacional.
Este último punto en especial, debe fijar la atención del aspirante al máximo cargo de Colombia, porque si no se conoce de dónde se viene, no se podrá determinar a dónde se va.
Basta observar la “olla de grillos” que existe actualmente: De un lado, la izquierda mantiene el mismo discurso que solamente ahoga las esperanzas de una democracia sólida; el centro no define propuestas y la derecha, se sigue confundiendo entre peleas internas.
Además, se le debe sumar el desastre de país en materia económica, social, cultural y ambiental que nos están dejando los actuales dirigentes hoy por hoy en conjunto con una pandemia que nos ha afectado a todos.
Sin duda, temas como la inseguridad que superó incluso el actuar contundente de las autoridades nacionales deben ser considerados como prioridad por nuestro nuevo presidente y para ello, no se tiene que andar “echando el agua sucia” a los involucrados en la toma de decisiones, se debe tener conocimiento en temas de seguridad y defensa, cercanía con los ciudadanos, deseos de apretar la justicia y sobretodo, un historial ético que no le permita enlodarse del cáncer de la corrupción.
Para ser presidente se necesita ser colombiano. Pues, sin duda el conocimiento que el próximo dirigente tenga en historia de nuestra patria debe ser tan sólido que le permita dilucidar un panorama tan claro para no admitir que se confunda entre los nacionales a los victimarios con víctimas o, a los miembros de la Fuerza Pública con infames.
Además, debe trabajar sobre lo que sus antecesores hicieron, dado que solamente aprendiendo de los errores y aciertos del pasado podrá en conjunto tomar decisiones que construyan la posibilidad de un mejor futuro.
Muchos podrían ser los puntos a considerar y la lista de requisitos para dicho cargo… Sin embargo para mi, un buen presidente es aquel que con orgullo se llama colombiano y ello conlleva no solamente el título de su nacionalidad.
Conlleva también responsabilidad moral y profesional con la tierra que lo vio nacer, con los compatriotas que esperan decisiones acertadas, con organismos judiciales que merecen ser cambiados, con relaciones internacionales que deben ser llevadas a algo más que cooperaciones económicas, con jóvenes que necesitan ser inspirados a trabajar y no vivir del Estado, con veteranos que desean ser respetados con honor y admiración, con ciudadanos que anhelan caminar sin temor en las calles, pero sobretodo, con colombianos que puedan ir a las urnas en el 2022 confiados de que habrá un líder decidido a hacer respetar la democracia nacional.