Por: Jorge Enrique Pava Quiceno
Los últimos diciembres de Manizales fueron tristes, lúgubres y desesperanzadores. Las vísperas de ferias estuvieron acompañadas de un sentimiento de vergüenza y pesar por una ciudad deteriorada, destruida, desolada y con ausencia total de sentido de pertenencia. Desde octubre, en el cumpleaños de la ciudad, pasando por los preparativos y negociados del alumbrado navideño, hasta llegar al “raspado de la olla” presupuestal de fin de año que se convertía en el alborozo de unos políticos sin escrúpulos a cuyos bolsillos iban a parar los recursos de todos, la fiesta se concentraba en la mafia que descaradamente hacía alarde de su poder, mientras el llanto de los demás ciudadanos era la constante. Hoy, el aire es diferente, y no nos cansaremos de repetirlo.
Porque fuimos pregoneros del desastre en la ciudad y, en justicia, debemos serlo también de su recuperación; porque así como estuvimos prestos para denunciar tanto desafuero, debemos estarlo para multiplicar las buenas nuevas; porque así como no nos abstuvimos de hacerle seguimiento constante y denunciar los actos de corrupción de una administración perversa y delincuente, tampoco nos abstendremos de promulgar los pasos de recuperación de quien asumió la debacle y hoy nos tiene mirando hacia un horizonte definitivamente promisorio y halagüeño.
El alcalde, Jorge Eduardo Rojas, pronunció unas palabras en la inauguración de la obra de Los Cedros que son de hondo significado: expresó, en resumen, que el presupuesto de la ciudad alcanza si no se lo roban; que cuando el administrador se dedica a trabajar, y no a saquear, la ciudad se desarrolla; que mediante la honestidad y el trabajo se pueden hacer el doble de obras, con la mitad del presupuesto, y en la mitad del tiempo. ¡Y tiene toda la razón!
Porque al alcalde está demostrando que lo público no es ineficiente por naturaleza; lo que pasa es que, en Colombia, es natural que lo público sea ineficiente. ¡Y es deliberado! Porque el desorden es caldo de cultivo del corrupto, del miserable cleptómano enquistado en la administración, del funcionario indelicado y del político desvergonzado. Porque el caos solo les sirve a quienes se aprovechan de la ausencia de control, y a quienes en medio de la revuelta desocupan las arcas públicas.
Repito: el ambiente en Manizales hoy es diferente. Es de renovación, de ilusión, de esperanza, de realizaciones y hechos concretos. Y todo esto nos inclina a unirnos entorno al progreso y a participar activamente como ciudadanos. Después de mucho tiempo, volvemos a invitar a que nos visiten, a que tengan el placer de transitar por una ciudad amable, con orden vial, con disposición de agradar y con el orgullo de volver a ser ese pueblo aguerrido que ha sabido superar serias dificultades y grandes desastres.
¡Felicitaciones y gracias, alcalde! Las obras que hoy vemos nos reconfortan y, mucho más, viniendo de una época de oscuridad tan grande como esa a la que nos sometió el maldito progresismo de izquierda que saqueó a Manizales durante los últimos años.