Por: Roberto Ortíz
La reforma tributaria fue el florero de Llorente que puso a miles de jóvenes en las calles de toda Colombia a reclamar en sus barricadas, trabajo, estudio y pan. Miles de jóvenes ven con angustia como el mundo de las oportunidades no existe para ellos; son jóvenes cansados de que los llamen el futuro de la patria, cuando ellos son el presente reflejado en la inequidad, la exclusión y la pobreza.
Cali, es una ciudad que la habitan miles de jóvenes que ven con desconfianza su propio futuro por la falta de oportunidades. En Cali, cerca de 130.000 mil jóvenes, entre 16 y 28 años no tienen un empleo, lo que implica que la tasa de desempleo juvenil está cerca al 26%. La situación, es aún más dramática entre las mujeres jóvenes, pues la tasa de desempleo de ellas según el DANE fue de 31,9%.
He tenido la oportunidad de visitar algunos puntos llamados por los jóvenes de resistencia, allí están los rostros juveniles y alegres de adolescentes, mujeres y hombres, que lo único que solicitan es ser escuchados para que los gobernantes pongan en funcionamiento las políticas públicas, que los hagan a ellos sujetos de derechos. Así de sencillo. La política es el arte de convertir esperanzas en realidades para la ciudadanía, y a ello estamos obligados los políticos.
Es preciso diseñar unos programas de política de juventud para superar la crisis actual, y para poder avanzar en una formulación estructural de una política pública, que permita que la juventud colombiana transite su adolescencia y su camino juvenil con alegría y esperanza.
Allá, en los puntos de resistencia, hay jóvenes en edad laboral, jovencitas solteras madres de familia, jóvenes padres prematuros, muchachos y muchachas con grandes capacidades intelectuales, artísticas y recreativas; es toda una muchachada solidaria, a quienes no los acompaña nada material, sino las ilusiones de poder ser todos los días mejores ciudadanos.
Ellos, nos reclaman, en ocasiones de manera fuerte, una agenda que nunca les hemos construido, unas responsabilidades sociales y políticas para con ellos que nunca hemos considerado; reclaman algo tan elemental, que a muchos les han negado históricamente, como es el derecho fundamental a hacer escuchados.
Por ello, hago de nuevo un llamado al Concejo Municipal de Santiago de Cali, tal y como lo hice en la plenaria del día 18 de mayo, para que los 21 concejales convoquemos a una reunión a los lideres de los sitios de resistencia, para reconocerlos como jóvenes y no vándalos, y poder escucharlos y construir con ellos compromisos de políticas públicas locales de empleo y oportunidades.
Nosotros somos los responsables de ello, los concejos municipales son el escenario donde se construye el plan de desarrollo y donde se asignan las inversiones. Somos nosotros, los que tenemos la obligación política de marcar la ruta del progreso y la felicidad de los jóvenes Caleños. Pues no tiene sentido ser concejal de una ciudad, en la cual, nuestros jóvenes, se nos están muriendo en primavera.