Por: Mtro. René Bolio Halloran
Presidente de la Comisión Mexicana de Derechos Humanos A.C.
El mundo ha enfrentado una pandemia para la que no se estaba preparado. Esta enfermedad, originada en China comunista, aún tiene muchos misterios en su origen, desarrollo, tratamiento y prevención.
Después de millones de muertes, de destrozar la economía mundial y de servir para limitar las libertades de miles de millones de personas en el mundo, hoy nos encontramos en un escenario que nos permite analizar lo sucedido, en cuyo contexto observamos situaciones sin explicación, carentes de algún beneficio y absurdas por demás.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), que debió atender la pandemia, se volvió un instrumento político, no científico, para enfrentar organizadamente este grave problema. Además de ocultar información sobre el origen chino del virus, de retrasar la difusión de la información y de encubrir al régimen comunista, tomó decisiones irracionales.
Una de esas decisiones fue dejar fuera a Taiwán de la propia OMS, con lo que no se afectó a la nación taiwanesa, sino que se perdieron los grandes avances, investigaciones y resultados que obtuvo Taipéi desde el inicio mismo de la pandemia.
Taiwán avanzó a pasos acelerados desde que tuvo noticias del virus, a pesar de que China comunista trató de ocultarlo, y con ello se desaprovecharon oportunidades muy valiosas de conservar la salud y la vida de millones de personas. El gobierno taiwanés fue el primero en notificar la existencia del virus y en alertar de su peligrosidad.
Esto habla de la excelente infraestructura médica y científica que se ha desarrollado en la nación isleña, que ha invertido en la preparación de los médicos, en la observación de enfermedades, en las últimas tecnologías y en el impacto social de las mismas. Los resultados están a la vista por cuanto la afectación del COVID-19 en Taiwán fue mínima, ya que se tomaron medidas acertadas y oportunas.
El gobierno taiwanés quiso colaborar en la pandemia, teniendo mucho que aportar de sus exitosas experiencias, sin embargo, China comunista vetó su ingreso a la OMS e impidió que estos conocimientos pudieran ser compartidos y difundidos. El veto no tuvo argumentos, ya que no los hay. Prefirieron que se expandiera la mortalidad antes que aceptar la participación de quien pudo domar la pandemia desde su inicio.
Además de lograr el control del virus, Taiwán utilizó la más avanzada tecnología para mantener un control y seguimiento del esparcimiento del COVID-19, que puso a disposición de los gobiernos que lo requirieran, aunque pocos lo hicieron, temerosos de represalias irracionales chinas.
Ahora mismo, Taiwán continúa invirtiendo en el desarrollo tecnológico y tiene avances espectaculares, como un fármaco que previene la difusión del virus y puede detener la pandemia. También cuenta con una eficiente vacuna que ha sido aceptada y usada con éxito en una decena de países.
Toda esta investigación médica ha sido corroborada por galenos y científicos de todo el mundo y se ha aceptado su eficiencia. Instituciones tales como el Consejo Internacional de Armonización de los Requisitos Técnicos de los Productos Farmacéuticos para Uso Humano (ICH, por sus siglas en inglés) y el Programa Internacional de Reguladores Farmacéuticos (IPRP, por sus siglas en inglés) han reconocido que tiene una alta eficiencia.
Toda la información recabada y analizada por Taiwán durante la pandemia ha sido puesta a disposición de la OMS. No obstante, se han negado a incluirla en los análisis que se hacen de los demás países, de manera absurda.
La colaboración internacional fue necesaria para enfrentar al COVID-19, por lo que no existe argumentación que explique cómo se rechaza la aportación de Taiwán al combate global de la pandemia. La única explicación es el caprichoso veto comunista, que priva incluso a su propia población de elementos para proteger su salud y sus vidas.
A pesar de que Taiwán mantiene una importante estructura para analizar el virus y sus variantes, su acceso es impedido a la información que se encuentra procesándose en la OMS, con lo cual se ralentizan los procesos de investigación médica y se desperdicia la oportunidad de acelerar dichos procesos.
El gobierno de Taiwán, que no tiene acceso a esa información mundial, aporta libremente todos los datos que obtiene, esperando poder ayudar a las demás naciones y organismos internacionales.
Los taiwaneses han solicitado en toda ocasión la oportunidad de participar en los foros y mecanismos internacionales para hacer sus aportaciones, lo cual ha sido negado, al tiempo que se les han retirado más de la mitad de las invitaciones y no han podido ser suficientes sus contribuciones por el irracional veto.
Por el bien de los taiwaneses y del mundo entero es importante que la OMS cambie su posición, y que permita la participación de Taiwán en los foros técnicos, científicos, médicos y tecnológicos para compartir los éxitos que se han tenido durante la pandemia y que pueden aún salvar vidas y preparar al mundo para siguientes pandemias.
Los gobiernos democráticos del mundo deben poner los intereses de sus ciudadanos por encima de las amenazas de la dictadura china y aceptar de una vez a Taiwán como parte de la comunidad internacional, en especial en las organizaciones responsables de la salud humana.