Por: Laura Caicedo Sánchez
La cuarentena y la nueva normalida
Con el decreto 457, que fue emitido por el Gobierno Nacional durante la declaratoria de Estado de Emergencia, el país dio inicio a la cuarentena el martes 24 de marzo a las 11:59 de la noche y, con su última extensión anunciada el 23 de junio, si tenemos suerte, probablemente finalizará el miércoles 15 de julio, esto aún no es definitivo.
Con poco más de cuatro meses de haberse tomado esta medida en Colombia, siguiendo las directrices de la Organización Mundial de la Salud; organismo que, -considerando los “alarmantes niveles de propagación de la enfermedad y su gravedad”-, en su pronunciamiento del 11 de marzo, le informó al mundo que la COVID-19 se podía caracterizar como una pandemia ocasionada por el nuevo virus SARS-CoV-2, originado en la ciudad de Wuhan, China, y cuyo desarrollo produce la enfermedad COVID-19, conocida coloquialmente como enfermedad por coronavirus, dado que el virus que la produce hace parte de la familia de los Coronaviridae.
Las características especiales de este nuevo virus lo hacen increíblemente peligroso, en todos los aspectos posibles; el origen de este microorganismo patógeno aún no está claramente establecido, y sobre él se han originado varias teorías que suscitaron la controversia sobre si el virus fue creado en los laboratorios de biotecnología en Wuhan, o si es zoonótico, y fue huésped de una especie animal que lo transmitió naturalmente a los humanos en uno de los mercados de la misma ciudad.
Determinar este hecho, aunque es muy importante, pasa a un segundo plano, porque lo relevante de las circunstancias actuales son las consecuencias de su devastador efecto sobre la salud, la economía, las conductas sociales; y lo que cobra especial importancia hoy es cómo la cuarentena está cambiándonos la vida en todas sus particularidades y, dado esto, es necesario cuestionar cuáles son los intereses globalistas detrás de ella.
La alarma por la pandemia fue total en su comienzo, el pánico invadió a todo el planeta, pero, con el paso de los meses, las cifras no han evidenciado que sea tan alta su mortalidad como se pensó en un principio. La tasa de letalidad a nivel mundial es en promedio del 0.2%, muy similar a la de la gripe, y, cerca del 80% de quienes contraen el virus son asintomáticos, la curva de casos positivos es engañosa debido a que a medida que pasa el tiempo, por la reacción más veloz y eficaz de los sistemas de salud, cada vez se practican mayor número de pruebas. Por ejemplo, si antes en un periodo de tiempo determinado se realizaban 1.000 análisis y hoy en ese mismo periodo de tiempo se hacen 20.000, por lógica, la cifra de casos positivos aumentará al ser analizada una mayor cantidad de muestras, haciendo necesario verificar si exponencialmente crece o decrece el número de contagiados con respecto al número de pruebas realizadas.
Además, es interesante observar que en países sin toque de queda como Suecia, Japón y Corea del Sur las cifras de morbimortalidad se mantienen estables. En Italia, según la opinión de varios médicos, el uso de ventiladores resultó para muchos casos contraproducente, y solo se percataron de ello cuando decidieron hacer las autopsias a los fallecidos por coronavirus. Pero, dado que por sugerencia de la Organización Mundial de la Salud actualmente no se hacen autopsias a los decesos diagnosticados con esta enfermedad; evidentemente, las cifras de COVID-19 tampoco resultan ser reales, ya que el número de muertes que se presentan todos los años por causas ligadas a la gripe, o por problemas pulmonares u otras dolencias asociadas, ya no existen más; todos esos fallecimientos son presentados como COVID-19 distorsionando la estadística.
Y como si la variación en los datos no fuera ya suficiente, se suman los posibles errores por resultados en los análisis de las pruebas. De acuerdo con lo establecido por el bioquímico estadounidense Dr. Kary Banks Mullis, -Premio Nobel de Química en 1993 por sus hallazgos en la reacción en cadena de la polimerasa, PCR por sus siglas en inglés, o Método de la Polimerasa, cuyo proceso permite la amplificación de secuencias específicas de ADN convirtiendo a la PCR en una herramienta fundamental en bioquímica y biología molecular; tecnología que es utilizada en los Kits de Prueba de Virus PCR para el COVID-19-, quien al momento de presentar los resultados de sus investigaciones advirtió, que a pesar de ser un método eficaz para secuenciar el ADN, había casos en los que esta prueba no era confiable e incluso podía ser susceptible de dar resultados erróneos; y puso como ejemplo que, si las muestras analizadas eran de personas que en alguna oportunidad habían sido vacunadas contra la influenza, la prueba siempre daría un positivo; con lo cual, de la misma manera las personas que puedan tener otros tipos de coronavirus distintos y anteriores al COVID-19 darán positivo también.
En otros ámbitos, la crisis sanitaria ocasionada por la presunta pandemia también ha tenido efectos negativos como en la administración pública; la contratación directa por causa de la cuarentena ha sido un foco de enorme corrupción, funcionarios de elección popular han esquilmado el erario en distintas alcaldías y gobernaciones a lo largo y ancho del país. Y, por si esto fuera poco, el pago de incentivos económicos a centros hospitalarios por pacientes con COVID-19 ha generado una multiplicidad de actos cuestionables y poco éticos; son muchas las denuncias de personas que aseguran que sus familiares ingresaron a urgencias por dolencias que no estaban relacionadas con el virus de Wuhan y terminaron siendo positivas o, les dijeron que fallecieron por esa causa; las irregularidades son tantas que generan todo tipo de dudas y sospechas, al punto de parecer evidente la existencia de carteles de la COVID-19.
Si bien es cierto que muchos guardan sus esperanzas en la pronta creación de un antígeno, también debe decirse que la gran mayoría desconoce los antecedentes funestos que han tenido vacunas anteriores, como aquella contra la gripe A H1N1, que en el 2009 ocasionó daño cerebral a muchos pacientes; situación que desencadenó una enorme cantidad de denuncias y demandas, hechos que hoy ni periodistas, ni medios de comunicación mencionan, y de lo que muy pocos hablan; y en cuanto a los medios de comunicación del mundo, es notorio su afán por mantener vigente al virus de China incrementando el pánico, con ello propiciando que se generen brotes de intolerancia, y la prolongación del encierro, afectando negativamente a los ciudadanos al detener todas las actividades productivas de su vida cotidiana, sin mencionar los efectos económicos que empiezan a verse y que incidirán inevitablemente en el país y en calidad de vida de muchas personas.
En síntesis, con todo lo que ha venido ocurriendo durante este tiempo de cuarentena, y observando el interés que tienen sectores ideológicos de la sociedad y organismos asociados a la globalización, en extenderla en el tiempo lo máximo que les sea posible, sin explicarnos cuáles son las razones de fondo que tienen estas personas e instituciones interesadas en que la inmovilización y el confinamiento de la sociedad sean prolongados indefinidamente, y si todos esos individuos y organismos están vinculados al proyecto de un Nuevo Orden Mundial, en cuyo caso cobra importancia estimar, cuáles serán las consecuencias que podría traernos a futuro esa injerencia y limitación de los derechos y libertades en términos de salud física y mental, economía, política y sociedad.
Y es que genera todo tipo de suspicacias que el célebre William Henry Gates III, popularmente conocido como Bill Gates; un multimillonario magnate empresarial, informático y filántropo estadounidense, cofundador de la compañía de software Microsoft haya pasado de crear virus y antivirus programáticos a participar en foros de control poblacional y a adquirir una compañía farmacéutica para desarrollar vacunas reales; y es que en principio, resulta más que curioso que en uno de aquellos encuentros sobre Control de Sobrepoblación se trataran las vacunas como uno de los temas centrales. Produce una enorme cantidad de preguntas que aún no se responden satisfactoriamente, el que Mr. Gates afirme categóricamente que las vacunas pueden llegar a reducir efectivamente de un 10% a un 15% de la población, una teoría sui generis con hipótesis y argumentos difusos que muchos aún no logramos comprender del todo.
Y por otra parte, tenemos al poderosísimo especulador financiero George Soros, quien coincidencialmente también invirtió en compañías farmacéuticas, la cuales, dada la coyuntura actual, están en una búsqueda desenfrenada y frenética de la ansiada vacuna que sacará al mundo de la amenaza latente que hoy pende sobre nuestras cabezas. Soros es reconocido por su capacidad de influir en los gobiernos de muchos países, es el mayor promotor del Sistema de Sociedad Abierta que involucra un gobierno global único, y la cuarentena le resulta un experimento muy conveniente para observar el comportamiento de los países, sus gobiernos y las posibilidades de lograr este objetivo colapsando sus economías. Soros perdió el control sobre los Estados Unidos que había obtenido con Obama, no ganar las elecciones de 2016 le costó un billón de dólares y durante estos cuatro años no ha escatimado recursos ni artimañas para desprestigiar al actual presidente de los norteamericanos, miles de millones de dólares le ha costado su intento por minar la presidencia de Donald Trump. Las elecciones en ese país son en noviembre y, como consecuencia de la cuarentena se fortalece la idea del voto por correo, sobre el que Trump advirtió se planea el más grande fraude electoral de la historia de los Estado Unidos de Norteamérica; es muy obvio su interés por sacar a Trump de la Casa Blanca y recuperar el control de esa potencia con Joe Biden. Colombia no se ha salvado de la injerencia de este personaje gracias a su abultada billetera filantrópica, y a su capacidad de titiritear políticos para imponer presidentes, Soros nos controla desde hace varios años, y como consecuencia, hoy mismo podríamos asegurar que Colombia hace parte de los intereses del globalismo.
Sin entrar en el negacionismo ignorante que pone en peligro la vida de muchas personas, ni menospreciar el SARS-CoV-2, reconozco que el virus chino existe y admito que es un riesgo con el que tendremos que aprender a vivir, de la misma forma que hemos convivido con muchos otros virus que mutan constantemente, lo que de hecho, imposibilitaría en el futuro una vacuna 100% efectiva y es por esa razón que las personas se vacunan contra la influenza o gripe, pero les sigue dando, porque la cepa muta y la vacuna ya no será efectiva para la nueva cepa pero, observando las cifras oficiales y por las razones anteriormente expuestas creo que la COVID-19 no tenía el alcance para ser catalogada como pandemia, y aunque claro, no se podía saber esto al momento en que la Organización Mundial de la Salud decidió categorizarla de este modo, hoy, después de haber evaluado las cifras mundiales durante estos meses, los gobiernos ya deberían haberse dado cuenta que fue un error declarar la pandemia, y todos los esfuerzos deberían enfocarse en mitigar el daño colateral que ello produjo. Lo que preocupa es que no lo hacen, y no sabemos los porqués, lo que está claro, es que las consecuencias debido al quiebre de las economías serán peores que la pandemia misma.
Como consecuencia de la cuarentena ya nos están hablando de “la nueva normalidad”, y, ¿a qué se refieren con la nueva normalidad?, ¿acaso pretenden cambiar todo nuestro estilo de vida y de una u otra manera limitar nuestros derechos civiles y libertades?, ¿ya no será posible transitar hacia donde lo deseemos y el tiempo que queramos?, ¿vamos a tener que usar siempre una mascarilla tapabocas, que al contrario de ser un dispositivo bueno para la salud puede ser perjudicial?, ¿mantendremos el distanciamiento con los niños?, ¿se acabará el trato afectivo?, ¿los besos y los abrazos para nuestro seres queridos están prohibidos? Hay un sinnúmero de cosas detrás de todo esto, debemos prestar atención y tener mucho cuidado, porque ya en algunos países, como España, sin saber claramente qué es y lo que supone, se está trabajando en la implementación de “la nueva normalidad” y, esta idea no demorará mucho en llegar a todos los países de Latinoamérica.
Las preguntas importantes que debemos hacernos frente a este nuevo escenario son: ¿los humanos de hoy estamos preparados para permitir que se limiten nuestros derechos fundamentales?, ¿En pleno siglo XXI la humanidad está dispuesta a perder los logros obtenidos en materia de derechos, gracias a luchas dadas por siglos? Y ni hablar del derecho humano a opinar libremente, porque ya a estas alturas se habla de judicializar y criminalizar las opiniones que vayan en contravía de la pandemia o que, según la opinión del “establishment”, desinformen la gravedad de esta, al parecer se busca silenciar el llamado de alerta de muchos ciudadanos que al igual que yo, vemos con preocupación hacia donde nos están llevando con la cuarentena.
¿Son conscientes nuestros líderes, que dicen representar nuestros intereses, de las consecuencias de todo esto, y de lo que puede llegar a ser la “nueva normalidad”? ¿Adoptarán alguna postura en favor de las libertades de acuerdo a esto? ¿Qué vamos a hacer en Colombia frente a esta nueva circunstancia? ¿Señores, qué será peor, la pandemia, o la nueva normalidad?
Laura Daniela Caicedo Sánchez
@LauraCaicedoS1