Por: Juan José Gómez
Debo responderme a mi mismo que con los antecedentes que el país conoce sobre el carácter y la personalidad de Gustavo Petro Urrego, que de suyo es algo escandaloso, vergonzoso para la nación y altamente perjudicial para lograr, asi sea los mínimos resultados de un gobierno aceptable, lo que de él ha señalado su excanciller Álvaro Leyva y su censurable insulto personal (el llamado popularmente madrazo) al senador Efraín Cepeda, presidente del Congreso nacional y cabeza del poder legislativo, implican que Petro ha cruzado una línea roja y a título gravísimo ha demostrado una conducta indigna no ya de un político sino de un jefe de estado y de gobierno que tiene que representar nada más ni nada menos que la majestad de la República.
Es cierto que desde muchos meses atrás se venía hablando en diferentes medios que en varias actuaciones públicas del presidente Petro, se evidenciaba un comportamiento extraño, confuso, ilógico y en ocasiones caótico, que bien podía atribuirse a un desarreglo psíquico o mental.
Ahora el propio presidente pareciera que se ha encargado de confirmar lo afirmado por Leyva en su carta sobre su drogadicción y el daño que al parecer le causa el consuno de alucinógenos posiblemente mezclados con excesos de licor, pues esa parece ser la respuesta a las absurdas ideas que frecuentemente expresa; a sus fantasías delirantes, a sus incumplimientos, y especialmente a lo que puede considerarse la prueba reina de su extravío mental al agraviar en público al presidente del Congreso con uno de los más ofensivos insultos que se conocen en nuestro idioma, aparentemente por el delito de no ser petrista o también responsabilizándolo de decisiones del Senado de la república, que es un poder del estado, independiente, de origen popular, separado constitucionalmente de los otros dos poderes y en el caso actual, un organismo elegido con 17 millones de votos aproximadamente, mientras que Petro fue elegido presidente con algo más de 11 millones de sufragios.
Como lo afirmó el serio y muy respetado exsenador izquierdistas Jorge Robledo en una entrevista televisada de la revista Semana, la conducta de Petro al insultar al presidente del Congreso, es algo de tal gravedad que compromete la ya deteriorada paz pública colombiana, olvidando que, en el pasado, en la época de la llamada “violencia liberal-conservadora”, por agresiones verbales como esta se inició y creció ese terrible flagelo que según expertos le causó al país cerca de trescientos mil muertos.
Estimamos que la situación de Colombia, en relación con quien ostenta el título de presidente de la República es grave y amerita correctivos, urgentes y que en consecuencia ha llegado la hora de que quienes pueden hacerlo,(Articulo 174 y concordantes de la Constitución, Código Penal y otras normas legales) bien desde el Congreso o desde el Poder judicial, actúen conforme a sus responsabilidades, sin temor, sin consideraciones de tipo politiquero, sin prestarse a criminales negociaciones en las que se venden las conciencias y los votos por algo más de las históricas “treinta monedas de plata”, pensando solo en el bien de la patria, en el decoro personal y en el veredicto de la historia