Por: José Antonio Vitonás Yatacué
Algunas comunidades indígenas asentadas entre los municipios de Santander de Quilichao y Caldono decidieron abandonar la siembra de cultivos ilícitos en las veredas Buenavista, Loma Alta, Cascada, El Roblar, La Aurora Baja y El Parnazo.
Estamos hablando de 145 familias que desde el 2018 le dijeron a la coca «no más», quienes se dedicaron a sembrar café arábico con el sueño de convertirlo en café de calidad de taza.
Sin embargo, no entendemos porque el Gobierno prioriza a los violentos que invaden tierras, golpean y dañan los bienes privados y públicos, evidenciándose el olvido institucional a las comunidades indígenas respetuosas de la ley.
Estos indígenas han luchado incansablemente y por este esfuerzo, resolvieron dirigirse a las instituciones encargadas, en busca de ayuda para seguirse fortaleciendo.
Con proyecto en mano para el montaje de unos beneficiaderos de café, estos indígenas llegaron a tocar las puertas del gobierno, pero sin éxito: todas estaban cerradas.
El Alto Consejero Presidencial para la Estabilización y la Consolidación, Doctor Emilio José Archila Peñalosa, dice claramente que la paz es con legalidad.
Consecuentes con este postulado, como Comunidad, tomamos la iniciativa de dirigimos a él, era nuestra tabla de salvación, pero siempre dijo que estaba ocupado y a la fecha, no nos ha escuchado.
Nosotros, los indígenas que le decimos NO la ilegalidad, que le aportamos a esa legalidad con siembras productivas y trabajo para muchas familias, quedamos sin un soporte, un apoyo, una mano para alentarnos a continuar.
Y como ocurre con muchas personas que hoy tratamos de subsistir en el campo para sostener a nuestras familias, pensamos que pareciera que fuera el mismo Gobierno el que nos empuja a ser ilegales al negarnos su ayuda.
Nosotros constantemente somos blanco de las disidencias de las FARC para que volvamos a lo ilícito. Dos de nuestros hijos menores de 14 años han sido reclutados por grupos armados.
Cuando en medio de la tragedia de perder a nuestros jóvenes, pedimos un auxilio a gritos, sentimos que nuestra voz no hace eco. ¿Podemos realmente entonces creer que a nosotros llegará la tan anhelada paz de la que tanto se habla? Con dificultad somos beneficiarios de un programa de Gobierno.
La paz comienza con oportunidades de trabajo y continuidad de la legalidad para todos. Y no le pedimos al Gobierno que nos mantenga con subsidios, dádivas ni limosnas.
Nuestra Comunidad, está sola echando mano de sus propios recursos y protegiéndonos con la solidaridad de nuestra propia gente, sólo queremos que el Gobierno complemente, asista técnica y profesionalmente y nos dé las herramientas en los que ya venimos construyendo.
Así es cómo una Comunidad comienza a hacer Patria. Una Patria para todos.