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El debate y la debacle

por El Expediente
enero 27, 2022
en Opinión
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Por: Fernando Álvarez

Salieron todos al ruedo, banderillados por Vicky Dávila, Directora de Semana, y capoteados por Andrés Mompotes, Director de El Tiempo. Con bombos y platillos se había anunciado el gran debate de estos dos medios digitales con los precandidatos presidenciales y cada uno de los aspirantes a descrestar a su público pareció llegar dispuesto a exhibir su casta, su paso fino y su temple.  Pero por más esfuerzo que hicieron los moderadores para que este contrapunteo resultara una buena faena y trataran de picar a uno para que embistiera a otro no hubo forma de sacarle sangre a esta lidia, ni de que surgiera algo nuevo que permitiera ver cómo se inclinaría el fiel de la balanza. El pomposo gran debate dejó ver la pobreza conceptual de muchos de los candidatos y la escasez de argumentos pertinentes, serios y convincentes. Incluso ya se anuncia que algunos de los participantes se cortarán la coleta muy pronto, ante la dinámica sosa que ha adquirido esta particular campaña electoral donde hasta ahora para la tribuna que se encuentra en la barrera hay unos que están para arrastre y otros para entregar los trastos.

Ninguno pudo coger el toro por los cuernos porque casi todos temen avalar o dar una especie de indulto a Gustavo Petro, del Pacto Histórico, si le hacen el juego al intentar una oposición gratuita o desproporcionada contra el gobierno del presidente Iván Duque. Casi todos hablan mal del gobierno, pero ninguno se atreve a puntualizar errores o desaciertos claros. Con excepción de Petro, que siempre se va de bruces contra Duque, sin temor a injuriar o calumniar como si tuviera de por vida un burladero para refugiarse, los demás patalean y bufan contra Duque sin dar en el clavo. El candidato de la Colombia Humana demostró que hasta el rabo todo es toro y se lució como siempre para una taquilla cautiva con la idea de que el problema son los ricos. Que lo que hay que hacer es subir aranceles a las importaciones y poner más impuestos a los dividendos y a los latifundios. Habló de lo divino y lo humano con gran despliegue histriónico y cada vez con mejor manejo del público, al que no seduce, pero intimida con supuestos destellos de erudición.

El insípido Juan Manuel Galán, que estrenaba el partido que le regaló el CNE, dejó ver que le falta pelo pa moño. Se le notó que aprendió la lección de sus asesores de imagen, que le sugirieron que la forma de brillar era si iba a por Petro, ya que este puntea aún las encuestas, pero se vio sobreactuado cuando entró a matar y prácticamente se le paró al frente como quien espera un movimiento para darle la estocada. Y con tono grandilocuente de lo que ha de ser que sea se atrevió a decirle sin rodeos que lo veía mal rodeado y que lo había decepcionado en su lucha contra los corruptos y las mafias politiqueras. Y como si le hubieran recordado a Galán que su padre fue un mártir precisamente por haberse enfrentado al narcotráfico sacó de la manga un sofisticado discurso contra sendas clases de mafias como si tratara de que el público olvidara que él hoy por hoy es uno de los promotores de la legalización de las drogas e impulsor de los nuevos negocios a partir de la siembra de marihuana y el cultivo de coca.

El que recibió un rejón fue el candidato Alejandro Gaviria, a quien Ingrid Betancur señaló con dedo acusador de haber traicionado los pactos de la Coalición de la Esperanza, por haberse aliado con evidentes exponentes de la política corrupta. Ingrid Betancur intentó ponerse modo víctima y culpó permanentemente a la Casa de Nariño de ser la responsable de la corrupción política. Olvidó que los colombianos no olvidan que trató de sacarle una millonaria suma al Estado como indemnización por su secuestro y que tampoco han olvidado que irresponsablemente ella buscó este secuestro con el ánimo exprofeso de generar cierto protagonismo político. La candidata que aún parece no haber aterrizado en la Colombia que dejó hace 20 años parece estar animando esta fiesta brava, pero con la idea de que no tiene fuerzas. Siente que el acoso y derribo del gobierno de Duque que desde lejanías se veía cerca aún está lejos y que más bien ella puede quedar en la categoría de a toro pasado y si se descuida salir por la puerta de enfermería.

Y como no hay quinto malo, el candidato de la Coalición de la Esperanza, Alejandro Gaviria se fajó contra Ingrid Betancur a quien llamó hipócrita, al tiempo que trato de mostrar que ya estaba diestro para la plaza pública. Y aunque es notorio que maneja algunos temas de la esfera de lo público su traje de luces aún parece prestado. No poder hablar de frente contra los expresidentes Juan Manuel Santos, César Gaviria y Ernesto Samper lo deja como si siempre quisiera saltar a la torera. Por su lado, el exgobernador de Nariño, Camilo Romero, maneja una postura no muy modesta de buena retórica, pero se queda en la frase de que aquí hay unos que están jodidos por cuenta de otros que son muy jodidos. En todo caso, estos candidatos parecen más teloneros de Petro que competidores suyos. Romero se ve dispuesto a jugar bien el papel de maletilla para estar siempre listo a echar un capote a Petro.

Oscar Iván Zuluaga demostró que de lo que sabe es de hacienda y su postura sobre una reforma tributaria fue la más calificada y convincente pero su debilidad frente a las posibles negociaciones con el ELN, puso de presente que no era el gallo uribista para el momento. No se descompuso, pero como si hubiera querido dar un puntillazo final a Petro, sin haber manejado bien el estoque, en un arranque inusitado fue contundente para decirle a al candidato progresista que no le permitía que afirmara que Uribe fuera paramilitar. En ese momento como si alguien le hubiera soplado fue enérgico y aunque tardío logró mostrar algo de su brío.

Rodolfo Hernández no se salió del libreto de decir que todos son ladrones y con cierto populismo anticorrupción, afirmó genéricamente que lo que hay que hacer es acabar con los ladrones en el gobierno. Trató de embestir como un miura a Federico Gutiérrez a quien calificó de cínico por el caso Hidroituango, pero se quedó con los crespos hechos porque este le respondió con una verónica que lo dejó tambaleante. Le dijo tajantemente que no tenía procesos de investigación y que si alguien debía estar preocupado por eso era él. Hernández lloró al recordar que su hija fue secuestrada y asesinada por el ELN, pero sorprendió con la idea de que haría la paz con este grupo guerrillero en medio de las cruentas jornadas que ha propiciado en las últimas semanas. El exalcalde de Bucaramanga, que muchos recuerdan porque demostró ser buena manga quedó en evidencia de que no maneja mucho los temas tributarios, ni los de seguridad. El formato no dio para que generara los aplausos que obtiene en televisión ante una ciudadanía hastiada de la clase política y de ver siempre a los mismos con las mismas. Francia Márquez manejó un tímido discurso panfletario donde exhibió alguna noción de modernidad al hablar de justicia tributaria, pero parecía a veces un ventrílocuo de Petro.

Quizás los que salieron mejor librados sin que hayan levantado las tribunas fueron los exalcaldes de Medellín, Federico Gutiérrez y Sergio Fajardo, quienes en la lidia prefirieron parecer iniciados y procuraron una vista panorámica en el ruedo, como si hubieran alquilado en una localidad en tendido alto y en sombra. No quisieron jugar al conocedor, que mientras más bajo mejor, ni exponerse mucho al sol. Los dos paisas mechudos y medio des complicados prefirieron ver la corrida y estar muy pendientes del toril. Con instinto de análisis y con decidida baja pasíon Federico Gutiérrez asumió la actitud del que siente que más cornás da el hambre y no respondió los agravios y Sergio Fajardo prefirió cambiar de tercio cada vez que alguien recurría a los ataques, pero en ningún momento se salió del forro aunque en tono serio le dijo a Petro que siempre había recibido sus maltratos.

Ambos dejaron ver que desde dos orillas distintas son más atemperados y que no necesitan recurrir al descrédito del otro para exponer sus ideas. Ambos tienen un claro distanciamiento con las clases políticas tradicionales y tienen la convicción de que Colombia lo que tiene que hacer es aumentar sus fuerzas productivas, Fajardo sin innovar nada en su discurso insiste en la educación como base para el desarrollo y Gutiérrez prioriza la seguridad ciudadana. Pero para el formato que se inventaron los organizadores, estos dos candidatos debieron ganar puntos. Aunque aún ninguno pinta para salir por la puerta grande y menos se vislumbra quien pueda ponerse el mundo por montera.

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