Por: Henry Mesa Balcázar
La mal llamada «corrección política» (ya sea por cobardía, intereses particulares o fútil arribismo) es sin duda alguna uno de los peores enemigos de la democracia, la soberanía,.la integridad y la viabilidad de los Estados y naciones en pleno siglo XXI.
Es esa medrosa corrección política la que impide llamar por su nombre a las cosas (por más peligrosas o delictivas que pudiesen ser) y les posibilita fortalecerse y posicionarse a múltiples actores y factores que las más de las veces persiguen objetivos oscuros, dobles agendas y planes maquiavélicos que suelen rozar con la ilegalidad o aliarse de alguna manera con la misma.
Pues bien, ese peligroso enemigo llamado «corrección política» ha comenzado a ejercer un protagonismo desmedido en Colombia, y aún más en territorios tan olvidados como el occidente colombiano, y más aún en tierras terriblemente atrasadas y marginales como Popayán y el Cauca. De ello se ha venido aprovechando astuta y sistemáticamente el Consejo Regional Indígena del Cauca, CRIC, para posicionar implacablemente su agenda estratégica de cooptación territorial, institucional y cultural, asumiendo un accionar híbrido que en no pocas veces colinda abiertamente con la ilegalidad y viola flagrantemente los derechos fundamentales de la gran mayoría de la población caucana.
Sí, es hora de expresarlo con firmeza: el CRIC se aprovecha sin sonrojarse de la cobardía o el utilitarismo perverso de la dirigencia caucana y gran parte de la «sociedad civil», así como de la incompetencia consuetudinaria del gobierno nacional. Mientras tanto, el 90% de los caucanos y payaneses ven con impotencia –e indigna pasividad- cómo cada día que pasa están más a merced de una organización despótica, falaz y peligrosa que se escuda en su manido papel de «víctimas ancestrales» para ocultar hábilmente los ingentes privilegios a los que han accedido y, peor aún, para ejercer un accionar opresivo y violador de derechos que está incubando una bomba de tiempo social inexorable, porque toda paciencia se agota por más pasivo o negligente que puedan ser una clase dirigente o un pueblo determinados ante el permanente conculcamiento de los básicos derechos económicos y sociales, tal y como viene haciendo el CRIC con el pueblo caucano. O sino, recuerden muy bien lo sucedido en el sur de Cali durante el caótico paro nacional…
Así las cosas, como a los dirigentes caucanos y a las autoridades nacionales les tiembla la mano (y otras cosas) y se les ahoga en sudor el alma al momento de alzar la voz y aplicar los medios constitucionales de los que se disponen para salvaguardar la integridad y los derechos del pueblo caucano, es menester entonces solidarizarnos y levantarnos, y expresarle en su torba faz al CRIC unas cuantas verdades sin miedo alguno y sí con absoluto e indeclinable coraje.
Y es entonces necesario comenzar por formularle algunas preguntas a manera de prólogo a la dirigencia del CRIC:
¿Quién demonios se creen para salir a taponar la vía panamericana (o amenazar permanentemente con hacerlo), un acto abiertamente ilegal con el cual se condena al hambre, el empobrecimiento y la ruina inexorable de empresarios y emprendedores, configurando con ello el secuestro y la pauperización de cerca de un millón y medio de caucanos y payaneses, cada vez que se les da la gana o sienten que se les «vulneran» sus derechos de «casta superior»?
¿Valen entonces menos los derechos de 1.400.000 caucanos (mestizos, campesinos y afrocaucanos) frente a los de 200.000 indígenas?
¿Acaso se consideran ustedes una raza superior o una casta privilegiada para pasar por encima de los derechos a la vida, la libre movilización, la libre expresión, el trabajo y la libre empresa de los demás?
¿Cómo pueden atreverse ahora también intentar poner en jaque, cada vez que se les alborota la esquizofrenia irredentista que padecen, a territorios y ciudadanos prósperos, pujantes y laboriosos (todo aquello que no son ustedes, mantenidos y resentidos) como lo son Cali y el Valle del Cauca?
¿Con qué derecho pretenden venir a reescribir la historia e imponerle a una inmensa mayoría los cánones culturales de una abierta minoría como la que representan ustedes?
¿Quiénes se creen para pretender usurpar funciones de autoridad y/o gobierno más allá de las fronteras y la ya de por sí cuestionable autonomía de sus resguardos y cabildos?
¿Hasta cuándo creen que la paciencia, el miedo o la pasividad de caucanos y payaneses van a durar y les va a seguir permitiendo cometer tanto abuso y tan flagrantes violaciones de la ley y el marco jurídico colombiano?
Ustedes, señores del CRIC, llevan ya mucho tiempo infringiendo una serie de líneas rojas y linderos que los ponen en franca oposición al marco legal y constitucional colombiano y que los convierten en una «organización híbrida», capaz de acudir a «todas las formas de lucha posibles» en aras de materializar su difusa y no menos peligrosa agenda de «expansión y cooptación territorial, cultural y organizacional» a costa de la viabilidad económica, social, territorial e institucional de un millón y medio de caucanos que -a diferencia de ustedes- sí saben lo que es trabajar duro y sin descanso, sin el apoyo ni el subsidio de nadie, para intentar forjarse vidas dignas en medio de la más indigna adversidad.
Ahora bien, luego de este breve entremés, es entonces perentorio pasar a formularle a los señores del CRIC -y al conjunto de la sociedad civil y de los distintos niveles de gobierno- un conjunto más profundo y puntual de cuestionamientos, cuya honesta respuesta haría posible entrar a formular consensos y soluciones que impidan escalamientos innecesarios de violencia. Pero es absolutamente indispensable la transparencia en la resolución de estos interrogantes, puesto que sólo la verdad y el verdadero ánimo de conciliación, justicia y enmienda de errores harán posible construir equidad, paz, sana convivencia y prosperidad en una tierra tan marginal, martirizada y vulnerable como la del Cauca.
Señores del CRIC:
1. Cuántas hectáreas de tierra tienen realmente ya en su poder? Es perentorio cuantificar de una vez por todas la cantidad de tierra que actualmente posee el movimiento indígena en el Cauca para terminar con falacias y especulaciones de todo tipo. Algunas fuentes hablan de 600.000 hectáreas como mínimo (lo cual representaría ni más ni menos que el 20% del territorio total del departamento), mientras que otras hablan de cerca de 800.000 hectáreas. Es momento de aclarar sin más dilaciones este asunto.
2. Cuáles son los índices reales de productividad y aprovechamiento económico y social de dichas tierras? Cuánto le aportan al PIB regional y nacional? Cuánta riqueza y prosperidad le generan a su propia gente mediante el aprovechamiento de esas tierras? Cómo es posible tanta pobreza entre la población indígena teniendo tanta tierra? O es que acaso el usufructo de dichas tierras es solamente para la «élite terrateniente del liderazgo del CRIC» y no para la masa mayoritaria de la población indígena?