Por: Juan Daniel Giraldo Muñoz
La verdad había esperado a escribir estos breves comentarios; que debí haber dicho desde antes no solo verbalmente, como ya lo he hecho, sino también por escrito; ya que lo escrito queda al recuerdo y las palabras se las lleva el viento. Pero creo que es hora que con cabeza fría y sin apasionamientos reflexionemos sobre el futuro y lo que nos depara en materia de seguridad ciudadana.
Desde antes de finalizar el anterior mandato presidencial comentaba que, en mi concepto, la lucha contra el crimen organizado había fracasado y era necesario replantearla. Las razones van desde lo geopolítico y estratégico hasta el nivel local y regional. En el marco internacional, las nuevas dinámicas globales claramente muestran que la lucha contra Osamas y Al Qa Edas ya no eran ni vistosas ni trascendentes para el mundo, en México perdió la visibilidad que en el pasado había tenido personas como el Chapo Guzmán y otros, y las violencias en EEUU se desplazaron más hacia el sicariato tanto moral como físico y las luchas locales por rencillas propias de la convivencia.
El reagrupamiento en la nueva guerra fría con la entrada de China como actor económico cambió el panorama y realineó a los países, dejando cada vez más solo al aliado gringo, quien ya no tiene sus patios traseros dependientes exclusivos de las dádivas y migajas que solía enviar para mantener democracias débiles, pero obedientes. El Plan Colombia tuvo en la primera década del siglo XXI resultados que saltan a la vista: empoderó y mejoró sustancialmente la fuerza pública, encontró objetivos de alto valor que si generaban caos y terrorismo en todo el territorio nacional, los neutralizó y los llevó a mesas de diálogo, con los resultados que todos conocemos.
Disminuyó los cultivos de alcaloides y opioides de forma contundente, y generó un clima de paz y calma en el país. Pero lastimosamente nos quedamos ahí, la inteligencia y la investigación criminal nacional hicieron oídos sordos a los cambios socio culturales de los cascos urbanos, se desentendió de los fenómenos de violencias urbanas y locales, y se mantuvo en sus objetivos de alto valor, creando mitos criminales y nuevos Pablos Escobares con los cuales justificar sus “concentraciones de todas las capacidades estatales” para contrarrestar y mantener una lucha sin cuartel contra el narcotráfico, lucha que valga decir, cada día se hace más en solitario y con menos cooperación.
Sin querer decir aquí que esté de acuerdo con la legalización de la droga, algo jamás diré, si debo decir que debemos replantear la estrategia. Los resultados en los últimos cinco años saltan a la vista: Quienes pretendieron crear mitos criminales de alto valor en el contrabando vieron que ese discurso no caló, y simplemente pasó a la historia.
Quienes se obsesionaron con crear el mito del Clan del Golfo generaron fue un concepto ambiguo y mentiroso: le dieron importancia desmedida a un grupo criminal reducido y lo convirtieron en el gran ejército que podía generar desestabilización al poder central, con el objetivo de concentrar los esfuerzos económicos y militares para combatirlos; pero lograron lo diametralmente opuesto: ofrecerles la vía del diálogo. La operación AGAMENON dicen las cuentas más sencillas, costó alrededor de 2000 millones de pesos mensuales, que fueron invertidas desde el 2015 a la fecha, ¿y el resultado? ¿Qué significó la captura de Otoniel, tan flamantemente desplegada por los medios como el nuevo Pablo Escobar (quien no vivió esa época terrible para el país debería no solo estudiarla, sino entender que jamás nadie en la historia colombiana pudo alcanzar el grado de desestabilización social, moral y estatal que generó ese capo), algo que a nadie en su sano juicio se le ocurriría establecer si no se quiere crear pseudos narco estados locales?
Ahora nos dicen que el Clan del Golfo ha permeado alrededor de 7 departamentos, cuando los análisis locales nos muestran son pequeñas estructuras criminales que se aprovechan de ese nombre para crear caos y confusión. Una estructura criminal a sus secuaces brinda armas, munición y suministros, no solo un nombre para pretender generar pánico, cosa que no se ha visto en el actuar de estos delincuentes. Y pasando al campo urbano, vemos ahora unas estructuras delincuenciales de barrio, vemos casos como el de la extorsión carcelaria que en Barranquilla ha creado zozobra y paralizado el transporte público, en Puerto Tejada, en el norte del Cauca, bandas de barrio crearon fronteras invisibles y se mantienen con el cobro de coimas y el negocio del microtráfico, algo que hace 10 años solo veíamos en Medellín.
En Bogotá bandas financiadas desde la cárcel la Modelo, se dedican al robo de celulares, el raponeo y el fleteo, sin que haya una respuesta clara estatal para combatir ese flajelo; los Pascuales en el Norte y el sur de la Capital tiene sitiadas varias localidades con flujo de armas y asesinatos, en conclusión, no hemos entendido que el homicidio es la conclusión de una serie de eventos delictivos, y no el fin, y si no combatimos la génesis del delito, no lograremos disminuir el fin de la vida. Pretender seguirle poniendo más muertos de parte de nuestros uniformados en una lucha que ha demostrado ser infructuosa no puede seguir manteniéndose sin revisiones ni algo mas.
La investigación criminal del país y la inteligencia, de la cual nosotros hemos sacado pecho durante años, deberían entender y generar conceptos reales de seguridad ciudadana, entender que la estrategia del objetivo de alto valor pasó de moda, y ya no genera sensaciones de seguridad efectivas en el país, que requerimos la concentración total de dichas capacidades para que la Policía de Vigilancia, la policía del cuadrante llegue con objetivos individualizados y clasificados al barrio, a la cuadra, a la vecindad, y devuelva el clima de confianza a la fuerza pública que tiene la ciudadanía.
Si como país nosotros no comenzamos a replantear la operatividad de la fuerza pública, y nos adelantamos a los procesos sociales que las comunidades cada vez más densas de las ciudades colombianas tienen, procesos que son únicos y no replicables y repetitivos, simplemente caeremos en un estado de cosas insuperable, y la delincuencia nos habrá ganado la carrera, es el momento de replantear, y generar nuevos conceptos de lucha contra el crimen local, de la mano con la Fiscalía y la justicia colombiana.