Por: Jorge Cardenas
Esta semana leí un trino de mi amigo Miller Soto donde decía “TODOS USTEDES SON URIBISTAS… ALGUNOS ANTI Y OTROS PRO, PERO URIBISTAS AL FIN Y AL CABO. CONFIÉSENLO” y de inmediato recordé algo que para mi era un mito sobre Juan Domingo Perón; el expresidente argentino; y me dí a la tarea de confirmar si era cierto o no. Y lo era.
Al volver a la Argentina en 1972 respondió a una pregunta:
“- ¿General, Como se divide el panorama político argentino?
-Mire, hay un 30% de radicales, lo que ustedes llaman liberales. Un 30% de conservadores y otro tanto de socialistas.
– Pero, General, ¿Y dónde están los peronistas?
– ¡Ah, no, peronistas son todos!”
Y es que así está el país. Toda gira en torno a Álvaro Uribe Vélez y eso es algo que hasta sus mayores detractores parecen confirmar por la ferocidad con que actúan en su contra. Les pasa lo que a los ateos que por andar negando a Dios solo confirman su existencia.
En ningún momento estoy poniendo a Dios al nivel de Uribe, pero el ejemplo les cae como anillo al dedo a los llamados “Anti-uribistas”.
Se pasan la vida inventando fake news, armando teorías conspirativas,
acusándolo de cuanta calamidad se presenta en el país, enredando a sus hijos y su familia de mil maneras con la esperanza de verlo caer, llevarlo a la cárcel y verlo destruido. Lo que quizá no se han preguntado es ¿qué van a hacer cuando él ya no esté? Porque muchos de ellos basan su plataforma política en hacerle oposición. No tienen verdaderas soluciones a los problemas del país porque creen que quitándolo a él de la ecuación el resultado es… Narnia. Un país donde la paz, la justicia y la igualdad van a reinar por si solas porque ya no está el demonio que evita que ellas germinen. Olvidando que muchos de ellos son los verdaderos demonios, enemigos de que el nuestro sea un país mejor.
Le hablan a los que odian al expresidente, y hoy senador, en términos que pueden entender y que comparten. Con su odio visceral logran que se les unan otros tan faltos de ideas como ellos pero que tienen al enemigo común que los aglutina. Sin él, ese discurso se convierte en babas, perderían cohesión y sus seguidores podrían buscar otros rumbos.
Y es que desde la campaña electoral del 2002 el país empezó a virar hacia el único candidato de esa contienda que no accedió a ir a la zona de distención en el Cagüan en busca del visto bueno de los terroristas de las FARC.
Aunque otros eran críticos del proceso de paz de Pastrana; ese que los guerrilleros violaron miles de veces como lo hacen con los niños y niñas a los que reclutan; de igual manera caían en la tentación de ir a buscar votos del lado de quienes tenían secuestrados a todos los colombianos, unos en el monte y el resto en nuestras casas.
Uribe no, y lo decía públicamente. Por eso se convirtió en el objetivo militar número 1 de los terroristas. Sabían que si lograba llegar al poder se iba a acabar la vagabundería que tenían y lo que vendría sería una confrontación armada como nunca habían tenido. No estaban equivocados.
Por eso el mismo día de su posesión; después de muchos otros atentados durante la campaña; lanzaron rockets al Palacio de Nariño sin importarles los presidentes de otros países que estaban invitados a la ceremonia, ni la vida de inocentes como los habitantes del cartucho desde donde lanzaron los bombazos, quienes serían las únicas victimas mortales de su abominable plan.
Desde el primer fin de semana de su mandato empezó la recuperación de las carreteras del país con las caravanas “Vive Colombia, Viaja por ella” que con el mismísimo presidente a la cabeza desafiaban el control que de ellas habían tenido los narcoterroristas de las FARC con sus “pescas milagrosas”.
Los arrinconó, forzó a que muchos se entregaran voluntariamente y abandonaran las filas criminales. Las FFAA dieron de baja a un gran número de bandidos. Consiguió la desmovilización de los grupos paramilitares. Extraditó a los comandantes que creyeron que podían seguir delinquiendo impunemente. Fortaleció la inversión extranjera y estimuló el crecimiento económico.
Por todos esos logros, Colombia entera, pidió su reelección para garantizar 4 años más de su Seguridad democrática.
Ese mismo anhelo permitió,4 años después, que Juan Manuel Santos llegara a ser presidente ya que en su discurso electorero prometió continuar el legado de Uribe.
Mintió descaradamente y tras su primer periodo no tuvo el apoyo de la mayoría y tuvo que inventarse la conspiración del hacker para arrebatarle la presidencia a Oscar Iván Zuluaga, el candidato uribista, quien ya lo había derrotado en primera vuelta.
Álvaro Uribe lideró en 2016 a quienes nos oponíamos a la implementación de los acuerdos de La Habana con las FARC. Acuerdos donde el gobierno le otorgaba impunidad total a los narcoterroristas y curules para sus lideres; y se logró lo impensable, derrotar a la maquinaria del estado.
Sin lugar a duda un gran triunfo que, desafortunadamente, fue traicionado por el mentiroso presidente quien; pese a su compromiso de que solo se implementarían si eran respaldados por los ciudadanos; los impuso a la brava con las cortes como cómplices y por eso hoy los tenemos al mismo nivel de quienes habían luchado para lograr justicia por todos sus crímenes.
En 2018 lleva a la presidencia a un joven con grandes pergaminos, con una excelente labor como senador pero que era casi un desconocido para la mayoría del país, Iván Duque.
Una vez más el país le dio el apoyo porque confiamos en la defensa de los ideales del mayor animal político en la historia reciente de Colombia y uno de los más grandes estadistas del mundo.
Varios partidos se han formado o se fortalecieron en torno a su persona.
El partido Primero Colombia, con el que logró la presidencia en 2002.
El partido de la U; al que después, queriendo marcar distancia, le llamaron “De la Unidad nacional” y que rápidamente se convirtió en un ejemplo de clientelismo y malabarismo político ligado al expresidente Santos.
Cambio Radical formado 4 años antes de que llegara a la presidencia pero que, una vez en contienda, se unió a la coalición y participó en su gobierno para luego pasar a ser parte de las filas de Juan Manuel Santos y su traidor mandato.
Y finalmente El centro democrático; partido que encabeza y que, además, tiene la mayoría en el legislativo.
Por eso, si nos basamos en las últimas elecciones podríamos decir que el 55% del país pertenece al Centro Democrático y el 45% restante a grupos de centro, centroizquierda y extrema izquierda, pero todos giran en torno a la figura de Uribe. Parecen satélites que se acercan o se alejan de acuerdo con su tendencia o conveniencia pero que gravitan a su alrededor.
Los ex miembros de cualquiera de los grupos armados al margen de la ley que ahora están vinculados a la política quieren vengar la feroz persecución que contra ellos mantuvo intentando todas las cochinadas posibles con la firme esperanza de derrotar al único presidente que los combatió con firmeza. Con el que saben que la paz que hubieran conseguido no habría sido la que ellos querían ni la que el tartufo les regaló sino una con verdadera justicia y sin una corte diseñada para darles impunidad a cambio de nada.
Por eso, analizando la trayectoria del gran colombiano (como con justicia fue premiado); sin contar lo que hizo antes del 2002; durante los últimos 20 años se entiende porqué, como Miller, muchos aseguramos que, en Colombia, URIBISTAS SOMOS TODOS.