Por: Jorge Cárdenas
Se cumplen casi tres meses de bloqueos, saqueos y actos vandálicos en Colombia que solo han ayudado a complicar la ya difícil situación del país producto de la pandemia.
Las manifestaciones que empezaron como reacción casi justificada en contra de una reforma tributaria mal presentada e impopular, aunque necesaria, se convirtieron en el pretexto perfecto para Gustavo Petro y sus secuaces quienes desde el 7 de agoto de 2018 habían prometido impedirle a Iván Duque gobernar el país tras su derrota en las urnas por más de 2 millones de votos.
El florero de Llorente, que era la reforma tributaria y el ministro de hacienda, salieron de la ecuación rápidamente sin embargo las protestas continuaron e incluso se hicieron más violentas y delirantes.
La llamada Primera Línea; que no es más que una célula urbana de los grupos narcoterroristas formada en su mayoría por jóvenes de todos los estratos; se ha encargado de bloquear vías, vandalizar propiedades publicas y privadas, destrozar la infraestructura y atacar violentamente a la fuerza pública con la supuesta excusa de estar “luchando por el pueblo”; como lo hacen los grupos narcoterroristas de los que se financian y reciben adiestramiento.
El financiamiento también lo han recibido de los políticos cercanos al candidato perdedor quienes a través de aplicaciones donde recogen dinero han logrado darles soporte financiero; al menos el que se puede mostrar porque incluso hay evidencias de que el gobierno venezolano también ha estado aportado recursos para el sostenimiento de los violentos, muchos de ellos pagados para hacerlo. Es decir, no es una manifestación espontanea sino una en la que todos los que pueden salir ganando están aportando para mantenerla viva sin importarles lo que le pase al resto de los colombianos quienes han visto como el derecho a la protesta está por encima del derecho al libre desplazamiento, al trabajo y hasta el derecho a la salud. Se han conocido al menos dos casos de bebés que han muerto porque los violentos impidieron el paso de las ambulancias hacia los centros de salud. Incluso una mujer, miembro del partido de Petro, expresó con total cinismo que uno de los bebés “igual iba a morir”, poniendo en evidencia el desprecio por la vida del que hay muestras de sobra en la historia de los países comunistas.
Desde hace décadas se sabe de la infiltración de los partidos comunistas y los grupos guerrilleros en universidades y hasta en colegios y escuelas. El adoctrinamiento no es algo nuevo.
De hecho, el sindicato de educadores en Colombia, FECODE, tiene a muchos que lo ejercen descaradamente en las aulas de colegios públicos y privados. Les parece una afrenta el hecho de regresar a clases presenciales, pero son los primeros en salir y llamar a marchar con el pretexto que sea sin importarles en lo más mínimo el riesgo evidente de multiplicar los contagios.
Ni que hablar de los diferentes grupos vinculados con el narcotráfico, ellos también están haciendo su agosto con las revueltas y lo ocupadas que están las autoridades como para continuar presionando la reducción de la enorme cantidad de hectáreas cultivadas de coca que dejó el infame gobierno Santos.
Las movilizaciones de la Minga indígena que viajan desde territorios cocaleros también están patrocinadas. Por eso cuando quisieron tomarse Bogotá la rabieta se les acabó en el momento en que les empezaron a quemar cultivos de coca. Así de patrióticos son. Hablan de humildad y pobreza, pero viajan en camionetas de cientos de millones de pesos.
Como dice la canción “Yo también tuve 20 años”, yo también me sentí atraído a esa edad por las palabras de Carlos Pizarro León Gómez y la nueva alianza M-19 que se mostraba como una nueva opción para el país. Los jóvenes de ese momento olvidábamos que tan solo unos años atrás habían hecho parte del holocausto del Palacio de justicia, de masacres, tomas de poblaciones, secuestros y extorsiones, pero creíamos que iban a transformar a Colombia.
Votamos por la 7 papeleta y le dimos paso a una nueva constitución que acababa con la obsoleta de 1886. Pero fuimos bobos útiles porque lo que realmente pasó ahí fue la entrega del gobierno a los intereses del narcotráfico con la eliminación de la extradición desde esa misma constitución. Tuvo aciertos, pero ese hecho la manchó para siempre y convirtió en inútil el sacrificio de grandes hombres que dieron su vida por defenderla como Luis Carlos Galán y tantos otros.
Lo que no pasaba en esa época, o quizás se notaba menos, era que los jóvenes de colegios y universidades (sobre todo privados) fueran quienes destruían las ciudades sin medir las consecuencias.
Las revueltas de la Universidad Nacional o la del Valle, por poner dos ejemplos, eran prácticamente limitadas a sus instalaciones y los alrededores, pero ahora se unen y se entrenan para enfrentar a la fuerza publica con violencia desmedida y en cualquier lugar de cualquier ciudad o población.
Se sabe que hay quienes duran 15 y 20 años supuestamente estudiando en las universidades mientras que a lo que realmente se dedican es a infiltrarse entre el estudiantado, adoctrinar y reclutar gente.
Ahora ni siquiera necesitan ser parte de determinada institución. Las redes sociales les permiten aglutinar más gente de diferentes instituciones educativas, de diferentes edades y diferentes estratos quienes, ilusionados por los cantos de sirena de la izquierda, terminan involucrándose sin saber hasta donde pueden llegar las consecuencias de sus actos ni cuales son las verdaderas intenciones de quienes los convocan.
Hace unos días rotaron varias fotos y videos de personas que habían sido testigos, en un restaurante de Cali, de como uno de estos posibles reclutadores estaba reunido con varios jóvenes hablándoles de las marchas del 20 de Julio, de lo que iban a hacer los manifestantes en la ciudad y de lo que ya habían hecho en las marchas anteriores con la destrucción que ya todos conocemos.
Los jóvenes escuchaban atentamente el llamamiento con la tranquilidad de que sus padres no estaban presentes y con la absoluta inocencia de estar en lugar publico en un sector exclusivo de la ciudad.
Lo verdaderamente preocupante es que si había gente que los veía, escuchaba y que sabían lo que ahí sucedía. Ese es el modus operandi.
Finalmente, las posibles marchas del día de la independencia tuvieron menor participación que las anteriores. Los actos vandálicos fueron puntuales y no dejaron mayores hechos que lamentar. Tal vez el más reprochable fue la patada artera propinada a una agente de policía por parte de un vándalo encapuchado.
A lo mejor el muchacho que hablaba era un simple admirador de las marchas y no un reclutador, es difícil saberlo sin cotejar quién es.
Puede ser que la conversación entre los muchachos fuera más inocente de lo que pensaban los testigos y que la paranoia producto de la situación nos haya llevado a todos a pensar lo que no es.
Me aventuré a hacer un trino denunciando la situación diciendo “ Al parecer…”
Unas horas después recibí la llamada de un compañero del colegio del que no tenia noticias hacía más de 30 años pidiéndome bajar el trino ya que algunas de las niñas que estuvieron en esa cita eran vecinas suyas y su familia estaba muy preocupada por la reacción en redes sociales. Incluso me habló de que habían recibido amenazas. De inmediato revisé todos los comentarios y aunque efectivamente había muchos comentarios contra la situación no leí a nadie que estuviera amenazándolas. Por el contrario, leí algunos que me insultaban a mi y hasta me amenazaban con demandas.
Luego recibí un par de mensajes de gente que decían ser familiares de algunos de los jóvenes manifestando su preocupación no solo por las reacciones del trino sino porque eran conscientes de que esos muchachos podrían estar siendo, como ahí se manifestaba, victimas del adoctrinamiento. Con uno de ellos, abogado de Cali, tuve un agradable intercambio de ideas y coincidimos en lo preocupante de la situación del país.
Por respeto a esas personas retiré el trino, pero me sentía en deuda con la sociedad por estar siendo coartado en la intención de hacer ver que esta situación es real y le puede estar pasando a cualquier familia en cualquier lugar del país.
Lo que más me sorprendió fue la velocidad con la que las hordas petristas salieron a defender la situación y a atacarme. Incluso vi que subieron fotos de personas que estaban en mesas contiguas culpándolas de ser quienes habían filtrado las imágenes. Supe de alguien que incluso fue amenazado por supuestamente haberlo hecho. Incluso un conocido, quien recibió el embate de a quienes llamo “la caneca”, recibió una llamada anónima diciéndole que su teléfono estaba chuzado y que iba a ser citado por la fiscalía.
Extraño para ser personas que en teoría fueron victimas de desinformación y mala prensa, pero no quiero atacar a quienes no pueden defenderse y reconozco que quienes me aseguran que pueden testificar lo que ahí sucedió eran quienes debían haber hecho la denuncia.
Obviamente la reacción no habría sido la misma, poca gente se habría enterado y yo no estaría escribiendo este artículo.
Un común denominador entre algunas de las victimas de las revueltas o de los jóvenes capturados en actos vandálicos es el que sus familias jamás supieron que andaban en esos pasos hasta que fue demasiado tarde.
Quizá esa situación en el restaurante les sirva a esas familias o a las que puedan leer este artículo para estar más atentos a los movimientos y compañías de sus hijos y pueda prevenir futuros dolores de cabeza.
Cuando uno tiene 18 o 20 años cree que es maduro y que se las sabe todas, pero cuando se es mayor se cae en la cuenta de que muchas de las posturas a esa edad estaban muy equivocadas.
La idea romántica de construir un mundo más justo nos enamora a todos en todas las edades, pero hay que tener claro que para que un sueño se haga realidad hay que aterrizarlo y concretarlo con soluciones que puedan ser llevadas a la práctica y, definitivamente, nadie que busque la violencia como solución para algo puede estar buscando algo bueno para alguien.
No se está equivocado por defender ideas de derecha o izquierda, de un partido político u otro, es la manera como se defienden esas ideas y el tener claro los intereses detrás de las personas que las promueven las que nos pueden llevar al error; y hay errores que se pagan muy caro.
Todos queremos un futuro mejor para nuestras familias, todos quisiéramos vivir en un país en paz, pero no podemos seguir haciéndole eco a los violentos ni a quienes claramente hacen parte de grupos ilegales con la falsa idea de estar construyendo un país mejor porque, gracias a eso, llevamos décadas desangrándonos hasta morir.
Ya suficiente violencia se ha vivido en nuestro país como para pensar que la solución la tienen precisamente quienes han cubierto de muerte todo el territorio nacional.
Por eso el llamado es a estar atentos y que tengan claro con quienes están sus hijos en estos momentos.