Juan Daniel Giraldo
Uno de los elementos que conoce mejor los sectores comunistoides y de izquierda en la situación colombiana, es que la falta de presencia estatal (alcaldes, jueces, fiscales, servicios públicos, personeros, Educación y otra cantidad de figuras), en lo largo y ancho de gran parte del territorio nacional y durante toda nuestra historia republicana, gracias al centralismo excesivo propiciado por la comodidad de residir, gobernar y pensar que el país se acaba en los límites de Bogotá. Es un error craso e histórico que no hemos podido superar aún y que a mi modo de ser, es la causa y la génesis de casi todos nuestros problemas, peleas y conflictos en lo corrido de nuestra historia, desde la independencia.
Ese ‘ostracismo estatal’, fue suplido con la presencia del policía. Históricamente contaban mis abuelos, era el policía del pueblo, el ‘Agente y su dragoneante’ quienes solucionaban los problemas del día a día de la población. El cura y el policía eran la autoridad: el sacerdote, a través de sus dogmas religiosos y desde el púlpito, y el policía en el día a día. Y eran las personas más respetadas y más venerables de su pueblo. El alcalde sólo se encontraba en El casco municipal y desde allí atendía, pero eran ellos quienes dictaban las normas de convivencia y de respeto. Y ah, no eran precisamente los más jóvenes. Era su experiencia y edad las que determinaban su proceder y alcurnia.
Esta situación los nostálgicos y aduladores de las tendencias izquierdoídes lo tienen claro desde hace mucho tiempo. Saben que si quieren resquebrajar y acabar con el orden social se debe hacer es desde la base misma, desde lo local. Y para ello han diseñado 3 estrategias: 1. Desprestigiar la honra del clero, la mejor manera: la pederastia. 2. Cuestionar la experiencia y la edad; la respuesta: los jóvenes tienen el poder. 3. Acabar con el honor policial, la respuesta: el policía no protege, es asesino.
No pienso por el momento discutir si se es correcto o no denunciar los hechos clericales, o las sutilizas dialécticas de los mensajes anteriores de desestabilización, los expongo solo para hacer énfasis en algo que no hemos abordado en detalle: el factor ORDEN, SEGURIDAD, SOCIEDAD LOCAL Y POLICÍA.
Pretender olvidar el papel histórico que ha tenido la policía en representar al estado en aquellos sitios (que es casi todo el territorio nacional), es especial en los casos de proteger el orden, la civilidad y la convivencia diaria, es como echar al olvido 200 años de historia republicana. Aún no hemos podido llegar a la totalidad de la población satisfaciendo sus necesidades básicas, cuando ya pretendemos darle una estocada dialéctica y mediática de muerte al único represenrante de éste en pueblos como Bayunca, Cartagena, o Puerto Nariño en Amazonas. Mientras tanto los alcaldes ciegos, adormilados, ausentes de su responsabilidad social, constitucional y legal.
Se volvió costumbre en medio de la dictadura legal que nos han impuesto los jueces nostálgicos del comunismo, endilgar la responsabilidad a la policía de cuanto desorden y desastre social sucede en determinado punto del país, le condenan y le exigen el literal desarme, a merced de volverse víctima de la nueva insurgencia, la insurgencia urbana. Solicitan los opinadores de oficio y las ONG que auto representan, enviarla al Ministerio del Interior y así acabar con el fuero policial, olvidando de raíz su génesis y las razones de su funcionamiento.
Antes qué pensar en enviar a la policía al Ministerio del Interior, que resultaría catastrófico en términos de capacidades de la policía y otros temas más; es el momento oportuno para pensar y tomar decisiones sensatas sobre quién y cómo se debe manejar la seguridad pública Interna de la nación. En el país existe una consejería presidencial para la seguridad pública, que ha demostrado ser inocua e inservible, un cargo que solo aumenta la burocracia y no ha ayudado a crear herrramienras efectivas y eficaces en la administración nacional.
Además el Fondo Nacional de Seguridad y Conviencia FONSECON, que es administrado por el Ministerio del Interior y quién hace las veces de coordinador e interlocutor de las labores de los secretarios de gobierno y seguridad de las diferentes alcaldías y entes territoriales del país. Todo ello debería concentrarse en un área específica del Ministerio de Defensa, para que así todo se tenga comunicación y relación directa con el Ministro de la Seguridad y la Defensa, con la administración de algo así como un Viceministro ó un director de una unidad dependiente directamente de allí y no con ese reparto tan absurdo y disperso de responsabilidades.
La policía Nacional no puede seguir siendo el todero de la administración Pública, qué depende de todos y de nadie depende realmente. Debe tener una línea definida no solo jerárquica, sino de comunicación, administración y gestión. Es la representación legítima del Estado, especialmente en lo que llaman ‘el otro pais’ el país olvidado, el país que desean los nostálgicos para sí mismos, para imponer su voluntad narco-subersiva, y su economía subterránea y traqueta.
Señor Presidente: en sus manos está el futuro del Estado, en sus manos está el país que sus dos hijos pequeños verán y vivirán!, no lo olvide!