Por: Germán Valencia Castro
La paz en Colombia ha sido maltratada, abusada y manipulada por las más altas esferas de la corrupción en Colombia. Utilizando un discurso lisonjero para promover un paraíso en medio del implacable y constante dolor de los colombianos, los politiqueros han disfrazado sus peores intenciones en propagandas mesiánicas.
Basta con recordar a Juan Manuel Santos para recobrar el más indignante recuerdo de un país humillado y caído a los pies de los criminales más sanguinarios de América Latina, las FARC. Tal cual como mesías, prometió basado en el engaño, que Colombia haría historia en su paso hacia la evolución del conflicto armado.
El país estaba emocionado, las dudas se vertían mayúsculamente y ante ese contexto el “judas Iscariote” prometía y prometía. Cuando la mentira fue descubierta, el país reacciono y exigió y gano un plebiscito. ¿Pero que hizo el Caín mayor con sus hermanos y compatriotas colombianos? NOS VENDIO!!.
Las FARC desde ese punto han desarrollado poder en el legislativo, lograron seguir siendo millonarios y estar libres, jugando al arrepentimiento en la fachada de la Justicia fariana, la Jurisdicción Especial Para la Paz. Hoy, el panorama con la llegada al poder ejecutivo de Gustavo Petro, es peor y más peligroso.
Santos, su actual “rey de espadas”, le deja un camino labrado que ya empieza a vislumbrarse como una dictadura, que convierte al crimen organizado de izquierda en vulnerables “niños exploradores” y que sí se despacha contra todo aquel que no sea parte de su comedor ideológico, tildándolo de “paraco, narco”.
Lo más oscuro y siniestro, es su etiqueta de campaña, “la paz total”. Total sí, porque blindara a paramilitares presos, terroristas urbanos de la primera línea, Narcos poderosos, que a cambio de mentiras y montajes jurídicos acusando a diestra y siniestra, recibirán indultos y privilegios.
No sorprenderá que los criminales de lesa humanidad, psicópatas por naturaleza del ELN, reciban impunidad bajo el manto de la JEP y sean nuestros próximos “honorables congresistas”. ¿Y el pueblo, las víctimas, las madres de los policías en la Escuela General Santander, los niños reclutados, los campesinos ahogados en la extorsión?….
¡Ellos que se JODAN!!!, lo que importa para el actual gobierno es la adulación y los beneficios jurídicos, económicos y políticos, que les reporte la paz total, es decir, volver al mismo ángulo del círculo, corrupción. Desvertebrar al país, ahondará en la bajeza de liberar próximamente, si es que el congreso lo permite, a bandidos desadaptados que causaron terror en el paro que incendió el país bajo las órdenes del Petrismo.
Se mueve como cascabel venenosa, la manipulación a la prórroga y modificación de la Ley 418 o de orden público, artículo 17 que pretende y plantea: “Facúltese al Presidente de la República para que, en el marco de la política de Paz Total, pueda otorgar indultos a aquellas personas que hayan sido condenadas por conductas desplegadas en contextos relacionados con el ejercicio del derecho a la protesta”.
Volvemos al iceberg de la corrupción, el indulto. La paz debe lograrse con el restablecimiento de los derechos humanos de las víctimas y no del victimario. Bastante agresivo ha sido para el pueblo colombiano, ver a violadores de derechos humanos, depredadores sexuales, sociópatas y ególatras carniceros, pasearse por el congreso, riendo, engordando con nuestros impuestos, gracias al famoso discurso de la paz y de sus principales gestores.
Las FARC deberían estar pagando cadena perpetua, pero están en el senado. Hoy Petro habla de “paz total” y aplicarla será la cúspide de la vulgaridad judicial, de la ética y de la reconciliación autentica. Juan Manuel Santos afirmó hace años “ser el peor enemigo de las FARC” y les vendió el país, les dio libertad y borrón y cuenta nueva.
Gustavo Petro, promete “paz absoluta” dejando en las calles y con dinero a temibles criminales de lesa humanidad y a las nuevas generaciones de cristal, que se forman como los futuros terroristas y que evolucionan en la escuela petrista del terror, la primera línea.