Por: Juan José Gómez
No sé con precisión si los “pasos de animal grande” de que habla el refrán, que se escucha o se escuchaba con frecuencia en nuestro medio y que aplicado a la situación política de la actualidad parece que corresponde a una realidad que apenas comienza a percibirse, no sé, digo, si esos pasos son ocasionados por la condición pendular de la historia y la política, o por la inminente posesión del señor Trump como presidente de Estados Unidos, pero el hecho es que tanto en Colombia como en otros paises existe un clima de expectación por la gravedad de los acontecimientos que parecen avecinarse con imprevisibles consecuencias.
Comenzando por nuestro país, registro con preocupación que hay un nuevo magistrado de la Corte Constitucional con pinta de petrista y que habrá muy pronto otra vacante en esa alta corte cuya provisión corresponde a nominación presidencial, lo cual significa que sí o sí el siguiente magistrado también será de los afectos del señor Petro. ¿Y cuál es el problema? Pues que con una mayoría petrista existe la posibilidad de la reelección presidencial inmediata o la ampliación del periodo presidencial, decretadas por quien tiene la potestad constitucional de introducirla en la Carta, si Dios, el Congreso y la Corte Suprema de Justicia no lo remedian. Dios todo lo puede y los cristianos siempre le decimos “hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”, pero no podemos saber cual será esa voluntad antes de que El la exprese.
El Congreso, aplicando los dirigentes el reglamento de los partidos para que hagan valer las supuestas mayorías de la oposición (si es que existen) y evitando que congresistas venales como por desgracia vienen actuando varios desde hace tiempo, pidan y obtengan nuevas dádivas corruptas a cambio de sus votos; lo mismo que, en el caso de la Cámara de Representantes, metiendo en cintura a la Comisión de Investigación y Acusaciones, que desde hace meses viene irrespetando con grosera burla a una parte mayoritaria del pueblo colombiano que se expresa en las manifestaciones públicas y en las encuestas; a la Constitución, la ley y a sus propios colegas, enredando y dilatando el cumplimiento de su deber en relación con el presidente de la República.
En cuanto a la Corte Suprema de Justicia, no interviniendo como lo puede hacer mediante severa advertencia, para obligar a los miembros de la Comisión de Acusaciones a que cumplan con su obligación constitucional y si así no lo hacen en un término perentorio, sancionándolos como lo merecen por alcahuetas, todo dentro del concepto que la lógica y la sindéresis mantienen vigente de “pronta y cumplida justicia”.
Pasando a otros territorios del amplio mundo, se ha vuelto intolerable la situación de Venezuela, la gran patria de nuestro gran Libertador Bolívar, donde una cruel y diabólica tiranía está reviviendo los más odiosos capítulos de la historia universal de la infamia, al tratar como a esclavos a personas inteligentes, decentes y patriotas que ya han pagado en exceso el error de haber elegido a un tal Chávez como presidente de la república, hace varios años.
Lo mismo podemos lamentarnos de la sufrida Nicaragua, donde una horrorosa pareja de esposos dictadores está persiguiendo a los católicos como en los primeros tiempos del cristianismo, o de la martirizada Cuba, donde todavía impera la tiranía soviética y faltan desde la libertad y el alimento hasta la luz eléctrica.
Pero se ha abierto en caso latinoamericano, como si fuera una flor fragante y esplendorosa, una esperanza de redención con la aplastante victoria presidencial de Donald J. Trump en Estados Unidos y el arribo a la Secretaría de Estado del senador Marco Rubio, un hombre de ascendencia cubana, que siempre se ha manifestado como latinoamericano de sentimientos, quien conoce como nadie las miserias del socialismo (el primero y el del siglo XXI) y posiblemente sea el factor definitivo para iniciar – y ojalá para adelantar- el proceso de recuperación democrática de América Latina, Colombia incluida.
Finalmente, me parece interesante mencionar también a nuestra madre España (a quien pese a lo que diga la izquierda radical y woke le debemos idioma, religión y cultura),una monarquía parlamentaria que sufre en los días que corren la doble calamidad de unas inundaciones que han causado más de dos centenares de fallecidos, millones de euros en daños a bienes de la población valenciana e incontables perjuicios en la salud y en el bienestar de los ciudadanos, y que, como si fuera poco, padece de un gobierno (no la familia real) que se ha descubierto opera a base de delitos a la manera de la mafia, robando, mintiendo y persiguiendo; pero que ya ha sido descubierto y está siendo investigado y será juzgado por los fiscales y jueces del reino y por el mismo pueblo español en unas elecciones generales que ya no pueden tardar. Allí, “los pasos de animal grande” son pasos gigantescos.