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Las cortinas de humo tejidas con odio

por El Expediente
noviembre 1, 2020
en Opinión
Tiempo de leer:7 mins read
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No son vándalos, son guerrillas urbanas
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Por Jaime Eduardo Botero Gómez

Es notorio que las campañas de desprestigio contra el Ejército y en general contra la Fuerza Pública reaparecen de tanto en tanto en forma recurrente. Algunas son a gran escala, orquestadas por ONG de derechos humanos a nivel internacional secundadas por la gran prensa internacional y nacional, opinadores destacados y políticos de izquierda. Otras de baja intensidad, más frecuentes, pero también muy dañinas para la imagen institucional y contra la moral de nuestros soldados.

No es coincidencia que, cada que se denuncian las diferentes atrocidades cometidas por las FARC, estas generan reacciones entre los defensores a ultranza de los acuerdos de La Habana, que advierten que estas noticias amenazan “la paz” y solo benefician a los amigos de la guerra. Acto seguido contra atacan con refritos de actos delictivos cometidos por algunos de los miembros de nuestras fuerzas militares y de policía. No importa que las noticias sean viejas, con esos refritos buscan distraer la atención de los colombianos y convencer a la opinión pública que nuestros militares son indignos con el fin de tapar las denuncias descritas al inicio de este párrafo.

Un ejemplo actual tiene que ver con el reclutamiento y todos los abusos que se presentan al interior de los grupos armados, contra menores de edad. Depende del observador, a cada hecho le da mayor o menor relevancia, según convenga a ciertos actores políticos, los mismos que pretenden tapar este fenómeno tan deleznable.

Recientemente escuchamos el testimonio de Luz Fary Palomar, en una rueda de prensa presentada por Herbin Hoyos: “a mi me reclutaron a los 10 años, en la Teófilo Forero, a mi y a mi hermana. Cuando yo entre al campamento lo primero que uno mira es qué hay muchísimos menores de edad. Muchísimos niños de 10, 12, 13 y 14 años. Inmediatamente le cambian el nombre a uno (…) yo fui violada a los 13 años por Timochenko”. Este es parte del relato de esta niña que fue reclutada por las FARC siendo tan niña, según ella un familiar las llevó al campamento de las Farc. Luz Fary fue violada por Timochenko varias veces, se le aparecía a su “caleta” (supongo que se refiere a su cambuche”) y pistola en mano la obligaba a acceder a sus lascivas exigencias. Posteriormente fue obligada a abortar, aborto que practicó alias Mauricio Jaramillo o el Médico contra su voluntad. Cuenta ella, en la rueda de prensa, que además fue violada por alias El Paisa, aquel tenebroso bandido, quizás el mas sanguinario del que tengamos noticias, comparable quizás solo con el Mono Jojoy. Las violaciones continuaron por años cometidos por cabecillas y guerrilleros rasos.

Al parecer Luz Fary ya hace un par de años había señalado a Timochenko como su primer agresor sexual. A raíz de esta denuncia vimos en video una entrevista que le hiciera Dario Arismendi a Timochenko, en la cual el periodista lo interroga de frente sobre esta acusación y el cínico asesino lo niega todo. Hoy, con una imagen cuidadosamente diseñada por asesores de imagen, como un venerable y bonachón hombre mayor, que parecíera incapaz de matar una mosca, ante los medios ha negado los hechos y advierte que esa acusación debe ser probada porque el es inocente de esas sindicaciones. Posteriormente el actual jefe del partido FARC, en declaraciones ante la JEP ha negado que las FARC reclutaran niños y niñas, recalcando que menos aun ellos violaban a estos menores. Su cinismo lo lleva a declarar, con sonrisa burlona en los labios que le tienen que probar esos delitos.

Es muy diciente que la JEP no ha querido escuchar a las víctimas de estos delitos, victimas que se han asociado en varias ONG creadas para presentar sus denuncias, tales como la Corporación Rosa Blanca o Fevcol (Federacion Colombiana de victimas de las Farc). Tal parece que definitivamente para la JEP estas denuncias no constituyen ninguna prioridad y quieren tender cortinas de humo tras las cuales la opinión pública perderá de vista estos casos. Esta es, nuevamente, la demostración de aquella mentira repetida tantas veces por Santos y por las FARC, que advertían que las victimas estaban en el centro de los acuerdos. Falso, simplemente una frase cuidadosamente diseñada por publicistas para convencer a los colombianos, en la campaña del plebiscito, en el cual los colombianos dijeron NO a esos acuerdos.

Pero como hemos dicho, a este tipo de denuncias también aparecen otros distractores. Otro ejemplo: En el campamento de Gildardo Cucho, en la zona rural del San Vicente del Caguan, el 31 de agosto de 2019, se adelantó una operación militar que incluía bombardeos al campamento y desembarco aéreo. Operación que dejo como saldo 13 subversivos de las FARC, muertos. Si bien es parece ser cierto que había menores de edad en este campamento, no es menos cierto que esos “ejércitos” guerrilleros, siempre se ha dicho, están compuestos un 60% por mujeres y menores de edad, que son utilizados en la batalla como escudos humanos.

¿Cuál es el objetivo de utilizar niños en estas cuadrillas de guerrilleros? Precisamente que son fácilmente adoctrinables y los convencen de que morir por una “causa” es un honor para ellos, pero adicionalmente si caen en combate podrán acusar al Estado de asesinar menores, presentando así a un Estado terrorista con un Ejército sanguinario. Uno se pregunta ¿no puede entonces el Estado adelantar operaciones militares en contra de estos grupos? O ¿Quién sería el responsable de estas muertes? Por supuesto las guerrillas son los responsables, son quienes los reclutan a la fuerza, son quienes los entrenan para asesinar, son ellos quienes los uniforman para que sea casi imposible distinguir a un menor de edad de un guerrillero mayor de 18 años, son ellos quienes los llevan a cometer fechorías y convivir con sus reclutadores.

Pero claro, los Congresistas con ideologías afines a las guerrillas, han decidido utilizar estas situaciones para adelantar debates políticos, como el que adelantaran contra el Ministro de Defensa, de entonces, Guillermo Botero, o la citación a declarar ante la Procuraduría General de la Nación, al General Luis Fernando Navarro, Comandante General de las Fuerzas Militares, por la muerte de los menores de edad durante el bombardeo, contra alias Gildardo Cucho. Es la utilización de una tragedia con fines político-electorales.

La operación que fuera, “meticulosa y con todo el rigor”, según lo expresara el presidente Ivan Duque Márquez, como en efecto lo fue, había sido precedida por operaciones de inteligencia técnica y humana, que permitieron obtener la ubicación del campamento guerrillero perteneciente a las FARC. En estos debates políticos se resaltan como un hecho monstruoso estas muertes en operaciones militares pero paradójicamente nada dicen sobre las denuncias que se han hecho sobre las atrocidades de las FARC, las que pareciera que han sido aceptadas por todas las fuerzas de izquierda como algo sin importancia frente a los acuerdos de paz. Lo que más ofende es la participación en los debates de quienes dirigieron e implantaron las políticas de reclutamiento de menores en las filas de las FARC, criminales irredentos hoy en el Congreso.

Retomando el hilo, recientemente se han utilizado unas denuncias sobre abusos sexuales por parte de algunos soldados, de los cuales la mayoría han sido investigados y sancionados por la justicia, pero los reviven de cuando en cuando, queriendo extender otra cortina de humo sobre las denuncias arriba mencionadas. Vale recordar que los comunicadores, opinadores y políticos, al parecer no consideran que los soldados tengan derecho al debido proceso ni a la presunción de inocencia consagrados en la Constitución y anticipadamente los condenan sin que se haya adelantado un juicio en toda regla.

Se me viene a la cabeza el caso de los 7 soldados que aparentemente violaron a una niña indígena (embera chamí) menor de 14 años en el municipio de Pueblo Rico (Risaralda), que en una sola noche, sin abogados y en jornada de presión maratónica la fiscalía consiguió las confesiones de los soldados, violando todos los preceptos del debido proceso. Pero lo más triste es que hasta el Presidente, el Ministro y los Altos Mandos Militares celebraron la proeza de la Fiscalía al conseguir en menos de 24 horas estas confesiones, en la que se adivinaba más una intención mediática que el deseo de aplicar la justicia. La justicia debe ser mesurada, sopesada, investigada, meditada y sobre todo, discreta, pero no, aquí parecía un show aupado y empujado por la prensa que exigía resultados en el término de la distancia. No amigos, todos, hasta el peor asesino detenido en flagrancia tiene derecho a un abogado, a un juicio justo, a que se le respeten todos sus derechos y al debido proceso. Los linchamientos mediáticos y los shows de la justicia están fuera de lugar. Le queda a uno el mal sabor de las cortinas de humo ya mencionadas.

El odio de muchas personas hacia los militares, que han sido nuestros defensores -de nuestras vidas con sus vidas- y de nuestra democracia, es proverbial. Recientemente una señora Decana de cierta facultad de comunicación y periodismo en Manizales, muy molesta porque la despertaron, una mañana de domingo, los soldados del Batallón Ayacucho trotando a las 7:30 am, porque mientras trotaban cantaban -coreaban- unos versos “pendejos” identificados por ella como violencia contra la mujer, versos que le dieron “argumentación suficiente” para concluir, en un articulo publicado en La Patria y replicado el tema en cierto noticiero de televisión, que aquel caso de los 7 soldados y otros casos de abusos (118 en 5 años) “no son casos aislados” y que “no son manzanas podridas”, dejando clara la generalización y que ella piensa que a los soldados se les forma para cometer violaciones contra las mujeres.

Habría que recordar que 118 manzanas podridas en un universo de 250.000 hombres y mujeres, que conforman nuestras Fuerzas Militares, es un porcentaje muy bajo que corresponde a 5 soldados descarriados por cada 10.000 militares honestos que actualmente están defendiendo nuestra Patria.

Qué tal si la señora Decana, de quien me reservo su nombre porque me produce vergüenza ajena la liviandad de sus argumentos de mi paisana, hubiera escuchado que los soldados para animarse en su trote, quizás hubieran cantado las “Cuatro Babys” de Maluma, los hubiera acusado a todos y cada uno de los integrantes del ejercito de ser coautores de los falsos positivos.

Eso si, no le hemos visto ni leído nada respecto de la violencia contra niñas y niños reclutados por las FARC.

Twitter: @jebotero

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