Por: Fernando Torres Mejía
En la época de mis abuelos e incluso la de mis padres, la violencia contra la mujer era algo loco y desproporcionado por cuenta del machismo y la prohibición hacia sus derechos, lo que era algo incomprensible y aterrador, porque debemos partir del hecho de que son seres humanos y que mentalmente no hay ninguna diferencia en cuanto a sus capacidades e inteligencia. Incluso, considero que pueden ser hasta más inteligentes que el mal llamado sexo fuerte.
Ahora bien, las cifras de toda esa violencia, de todos esos casos reprochables que tienen que ser tratados como delitos y que merecen ser castigados con penas ejemplares, no se conocían a profundidad como ocurre hoy, gracias a las redes sociales que se viralizan para mantenernos informados de esos maltratos. Una mujer, además de ser el complemento ideal, encierra, entre otras cosas, el ser madre, hija, portadora de amor sincero y honesto, delicadeza, fortaleza, tesón, perseverancia, resiliencia, el apoyo que nos ayuda con el día a día; que nosotros, aunque nos creemos fuertes, no somos ni la sombra de lo que ellas realmente son. La mujer lucha y jamás se rinde, porque tiene claro cuál es su propósito y su objetivo; por algo dicen que cuentan con un sexto sentido, y nosotros solo cinco.
Pero además no puedo terminar este párrafo sin decir que “son lindas y hermosas”, como lo dice la canción del grupo Niche. Pero es una lástima que un pequeño puñado de “mujeres” si es que así se les puede seguir considerando, creen que vestirse como hombre, pintarse el pelo, raparse la cabeza, andar con el dorso desnudo, insultar, atacar y destruir estatuas, dañar la infraestructura pública y privada al mejor estilo de Epa Colombia, las hace ver más fuertes, más bonitas, más exitosas, pero por el contrario están logrando perder su encanto, su delicadeza y todos los atributos que las ha caracterizado a lo largo de su existencia, para que hoy las estén considerando como terroristas, criminales y delincuentes que no merecen la menor consideración y que el mejor lugar para que continúen sus días, sea en una cárcel, privadas de su libertad para que desde allí si quieren, puedan seguir cantando a todo pulmón, “estado opresor un macho violador”.
Lo irónico de este vandalismo que viene repitiéndose cada 8 de marzo es que un grupo de humildes mujeres que trabajan para empresas de aseo, son las que terminan limpiando y recogiendo los daños que causan estos grupos de rebeldes y radicales violentas como se suelen llamar, Activistas Disruptivas, quienes a través de su directora Emili Briceño consideran que “su movimiento feminista está lleno de creatividad y arte, que los ataques a las estatuas y la infraestructura es una forma de reivindicar y visibilizar las realidades que viven las mujeres porque se pone el foco sobre esa situación, pero esto es una forma digna de protesta; entonces ¿no entiendo por qué tanta indignación de los colombianos?».
¿Será que salir a vandalizar y a quemar estatuas es creatividad?, así como el que una señora con una niña pose en una foto sosteniendo un cartel que dice ”quiero que mi hija tenga el derecho a abortar que yo no tuve”, o la otra menor con apenas 5 años que está siendo obligada a pintar lo que parece un grafiti sobre un vehículo, a la que le festejan este acto de violencia y destrucción, lo que claramente es un pésimo ejemplo de mala educación que se les está brindando.
Entonces, ¿de verdad estos comportamientos son justificables? No podía terminar sin compartirles el mensaje en “X” de Susana Muhamad, quien también puso su granito de arena en esta jornada violenta: “Hoy marchamos por las que estamos y por las que nos arrebataron. “Por las niñas que sueñan, por las mujeres que resisten y por todas las que no deberían ser valientes para sobrevivir”.
¿Será que a la exministra la educaron de manera indigna, sin libertad y con miedo? ¿Qué pasó en la crianza de estas personas que se autodenominan “feministas” que salen a generar violencia en la conmemoración del 8M? La invitación es a que se tiene que enfocar y volcar la educación pública y privada para que analice la sociedad que hemos construido. Colombia es un país pobre, en donde la falta de amor y atención de los niños genera jóvenes desubicados.
Entonces, ¿qué estamos haciendo por la infancia para romper este peligroso círculo? Como dice el famoso poema de Jorge Robledo Ortiz, “siquiera se murieron los abuelos”, a quienes no les tocó ver la decadencia de este mundo, pero bueno, aunque un pequeño puñado de desadaptadas ostenta este comportamiento de violencia y desadaptación, no podemos y no vamos a desconocer que la inmensa mayoría son y seguirán siendo mujeres divinas.