Por Juan José Gómez
Trasladémonos con la imaginación a las 9 de la noche de los futuros domingos 31 de mayo y 21 de junio del 2026, días en los cuales han tenido lugar las primera y segunda vuelta de las elecciones presidenciales en nuestro infortunado país. Tanto la televisión como la radio informan profusamente sobre los resultados consolidados de la jornada electoral que da como ganador al candidato del Partido Neocomunista, en el primero de los domingos sin mayoría absoluta y en el otro, día de la obligatoria segunda vuelta electoral, convirtiéndose en el virtual presidente electo para el periodo 2026-2030, llegando así a la nada deseable situación de ser el segundo jefe de Estado y de Gobierno izquierdista radical de Colombia.
La mayoría de los candidatos que compitieron en la elección de mayo -me refiero a los que se han dejado encontrar- se las arreglan para atribuir la derrota al egoísmo de los demás aspirantes (de ninguna manera a su propio egoísmo) y tan convencidos están de la culpabilidad ajena que todavía tienen la desvergüenza de sostener que si los ganadores de la primera vuelvan hubieran sido ellos, cualquiera de ellos, “este desastre nunca hubiera ocurrido”.
Por su parte, el presidente electo, después de fundirse en fraternal abrazo con el presidente saliente, se dirige a la Nación y le hace saber que en su presidencia no se tolerarán manifestaciones populares que demeriten al gobierno o que pongan en riesgo la sepulcral paz del Estado; que la propiedad privada y el libre comercio quedan abolidos ya que todo es propiedad del Estado; que la religión Católica, opio del pueblo, queda prohibida ya que el único Dios que se tolerará es el Estado; que se convocará una Asamblea Constituyente para que cambie sustancialmente la administración pública y los periodos electorales, que serán: el presidencial, cada 10 años con derecho a reelección indefinida y el parlamentario, cada 15 años, teniendo en cuenta que el derecho a elegir en ambas ocasiones recaerá únicamente en aquellos ciudadanos que previamente sea habilitados por el Estado para sufragar; que la natalidad será regulada por el Estado, lo mismo que la educación en todas sus etapas, y finalmente, que los llamados derechos fundamentales quedan abolidos y que solo el Estado podrá conceder derechos a las personas y en la oportunidad que lo estime conveniente.
Cuando estas novedades ocurran, no faltará cualquier despistado que pregunte aterrado ¿y esto, como fue posible? La respuesta no podrá ser mas categórica: Esto fue posible porque las colectividades y grupos significativos de ciudadanos cuyos candidatos dijeron en todos los tonos a cuantos quisieron oírlos que participaban en la contienda electoral en nombre de posiciones derechista y centro-derechistas, nunca quisieron reconocer que habían otros aspirantes con mejores conocimientos, experiencias y posibilidades que ellos, por lo cual se aferraron a sus autocandidaturas y convirtieron en una colcha de desiguales retazos lo que era una manta fina y bien conservada, suficiente para arropar con éxito una candidatura. En otras palabras, el egoísmo triunfó sobre la razón y lo que pudo haber sido un fuerte y hermoso triunfo derechista, se convirtió en una amarga derrota causada por la arrogancia y la estupidez de quienes ignoraron conscientemente la fuerza de la unión y le jugaron a la división.
Cada uno de los precandidatos y candidatos derechistas está firmemente convenido – o quizás finge estarlo-, que el es único con reales posibilidades de ganarle al marxista, por lo cual no se retira de la contienda. Sus alfiles regionales y municipales le han asegurado que su nombre y su programa de gobierno gozan de unánime aceptación entre el electorado que ellos orientan en cada territorio, por lo cual el triunfo está asegurado, tanto en la primera como en la segunda vuelta.
Por eso y porque su superinflado ego les dice que sus aduladores están en lo cierto siguen adelante en sus campañas sin querer darse cuenta de que cada vez es más menguada en asistencia y que en cada reunión, bajo techo porque para hacerla en la calle no hay publico suficiente se reduce más, llegan a la primera vuelta y allí se revienta como pompa de jabón, pero todavía su maldito orgullo les impide reconocer que fracasaron y en vez de agarrarse a la primera tabla de salvación que pase flotando a su lado, todavía pretenden poner condiciones. Pero ya no hay nada que pueda hacerse porque todo está perdido.
Lo que sigue es de sobra conocido. La República entra en un insalvable periodo de disolución. Los derechos y libertades se esfuman. La pobreza se adueña de la sociedad y los únicos que disponen de recursos son los amigos del gobierno, con lo cual el socialismo alcanza su máxima expresión que consiste en que la riqueza que no se apropia el gobierno pasa a los bolsillos de los socialistas y la miseria se convierte en el patrimonio de los pobres idiotas que creyeron que votando por el neocomunista “tocaban el cielo con la mano”.
Lo ricos, como de costumbre son los primeros en darse cuenta de la tragedia y se apresuran a trasladar sus caudales a paraísos fiscales y aunque pierden mucho no lo pierden todo. Y en cuanto a los precandidatos y candidatos derechistas, los principales propiciadores de tantos males, muchos se cambiarán de bando y se acomodarán con los ganadores, otros se las arreglarán para hacer recaer la culpa en cualquiera, menos en ellos y los restantes se sumarán a la oposición, para reiniciar actividades en cuanto lo consideren posible y volver a ser precandidatos y candidatos, ya que su triste destino es como el de los Borbones, la real familia de Francia y España, de la cual se decía que “ni olvidaban ni aprendían”.
Precandidatos y candidatos de la derecha y de la centroderecha: todavía están a tiempo de adoptar una posición patriótica e inteligente, consistente en unirse por la salvación de Colombia. Es verdad que no llegarán a presidentes, pero podrán ser ministros, viceministros, directores de departamentos, superintendentes, embajadores, en fin: miles de altos empleos en los cuales le podrán servir a su Patria. Si es verdad que aman a Colombia, demuéstrenlo haciendo este sacrificio. Tengan en cuenta que es mucho lo que se está arriesgando: la libertad, la democracia, la justicia y el buen nombre de nuestro país.
Ustedes saben muy bien el peligro que corre cualquier República bajo la bota comunista. Ya conocieron lo que es un gobierno de la izquierda. Eviten repetirlo En manos de ustedes está impedir una gran desgracia a nuestro país. No cometan ese funesto error. Háganlo por sus familias, háganlo por ustedes mismos. Únanse y háganlo por Colombia. Si logran que la soberbia, el orgullo y la vanidad que son malos consejeros no les digan lo que deben hacer, tarde que temprano recibirán la mejor de las recompensas: la satisfacción de haber contribuido a evitarle un desastroso gobierno comunista a su Patria
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