Por: Fernando Torres Mejía
El fracaso de la convocatoria refleja el descontento popular con el gobierno. Esto se demostró con el reciente intento del presidente Gustavo Petro de movilizar a la ciudadanía en una huelga general los días 28 y 29 de mayo, lo que evidenció nuevamente la profunda desconexión entre su gobierno y las necesidades reales de los colombianos.
Lo que se planteó como una demostración de apoyo popular terminó siendo un rotundo fracaso, con una asistencia mínima y dispersa en todo el país.
Este episodio no solo revela la pérdida de legitimidad del mandatario, sino también el agotamiento de un discurso populista que prometió cambios radicales y solo ha entregado ineficacia, polarización y retrocesos en múltiples frentes.
Una convocatoria sin respaldo
El gobierno aspiraba a reunir millones de personas en las calles para respaldar sus políticas, pero la realidad fue muy distinta. En ciudades como Barranquilla, donde se logró congregar a alrededor de 4.000 personas el pasado 20 de mayo, se supo que la asistencia fue incentivada con pagos de transporte, refrigerios y almuerzos.
Este tipo de estrategias, lejos de demostrar apoyo genuino, exponen la falta de voluntad espontánea de la ciudadanía. En Cali, epicentro de protestas violentas en 2021, la tranquilidad reinó durante estos dos días, con apenas un centenar de personas reunidas en la Plazoleta de San Francisco, quienes finalmente se retiraron sin mayor impacto.
Estos hechos dejan claro que los colombianos no están dispuestos a sumarse a movilizaciones impulsadas por un gobierno que ha incumplido sus promesas. La prioridad de la gente es trabajar y salir adelante en medio de las dificultades económicas, no participar en paros promovidos por una administración que no ha sabido resolver problemas fundamentales como el desempleo, la inseguridad y el alto costo de vida.
Un gobierno sin resultados
El fracaso de la convocatoria es solo un síntoma más de un gobierno que ha acumulado errores en todos los frentes:
- Economía y empleo: Colombia enfrenta un panorama económico preocupante, con un crecimiento lento, inflación persistente y un desempleo que sigue afectando a millones de familias. En lugar de implementar políticas serias para reactivar la producción y la inversión, el gobierno ha optado por medidas populistas que ahuyentan la confianza empresarial tanto local como extranjera.
- Seguridad y violencia: Lejos de cumplir su promesa de «Paz Total», la administración Petro ha permitido un recrudecimiento de la violencia en regiones como el Cauca, donde comunidades enteras viven bajo la amenaza de grupos armados. La negativa a extraditar a narcoterroristas y la tibieza frente a la delincuencia han enviado un mensaje de impunidad.
- Infraestructura y desarrollo: No hay obras emblemáticas iniciadas por este gobierno. Por el contrario, ha intentado entorpecer proyectos clave, como el Metro de Bogotá, priorizando ideología sobre el bienestar de los ciudadanos.
- Deterioro institucional: El presidente Petro ha optado por confrontar sistemáticamente a otros poderes del Estado, a los medios de comunicación, al sector privado y a mandatarios de otros países, generando inestabilidad política y desgaste innecesario.
El mensaje de los colombianos
La baja participación en el paro convocado por el gobierno es un mensaje contundente: los ciudadanos rechazan el populismo y las estrategias de confrontación. Quieren soluciones concretas, no discursos divisivos ni movilizaciones artificiales. Colombia es un país resiliente, y a pesar de las dificultades, su gente sigue adelante, trabajando y exigiendo un rumbo diferente.
El desafío ahora es que el Congreso y las instituciones resistan las presiones de un gobierno que, ante su falta de resultados, podría recurrir a medidas extremas que profundicen la crisis.
Los colombianos merecen un liderazgo que priorice el diálogo constructivo, el respeto a las instituciones y, sobre todo, acciones efectivas que mejoren su calidad de vida.
Petro llegó al poder con la promesa de ser el presidente del cambio, pero hoy su mayor legado parece ser el de la desilusión. El fracaso de esta convocatoria es solo otra muestra de que el tiempo de las palabras vacías se agotó y que no podrá seguir diciendo “Llegaré hasta donde el pueblo diga”.