Por: TC (r) Gustavo Roa
Durante el desarrollo, de la pasada e inusual campaña política, llena de triquiñuelas y engaños, que le permitió a Gustavo Petro, llegar a la presidencia de la República; el pacto histórico, logró convencer a los electores, que el nuevo gobierno iba a ser una administración “del cambio”. Hay que reconocer, que la astuta y falaz estrategia “progresista” dio resultado, pues le colocaron nombre al tal “cambio”, pero no le colocaron el apellido, a una propuesta siniestra e ilusoria, de la cual no conocíamos sus características de mutación.
El gobierno izquierdista de Petro, es una administración atípica, cuyos verdaderos alcances, hasta ahora están saliendo a flote, similar a la aparición lenta y progresiva de la punta de un peligroso iceberg, frente a la ruta de una embarcación. Pues en solo seis meses, ya tenemos una proyección, de lo que será el futuro sombrío de la gestión del gobierno.
Es previsible que, a Colombia, bajo un régimen izquierdista, matizado con una buena dosis de odio, resentimiento y venganza, como argumentos del cambio, le esperen cosas peores, a las ocurridas en otros países en similares circunstancias políticas y sociales, tal como ha ocurrido con Nicaragua y Venezuela, pues a pesar, de que en el caso nicaragüense, el dictador vitalicio fue también guerrillero, pero no contó con infames adhesiones políticas y económicas, de sectores vinculados actividades burocráticas “non sanctas”.
El actual gobierno izquierdista, tiene como proyecto, no solamente implementar una ideología a rajatabla, qué le ha permitido convertir su dialéctica, en un estilo de oratoria dramática, pero más aún victimizante, dónde han elevado los delitos, crímenes y acciones ilegales, en acontecimientos de heroísmo y manifestaciónes legítimas, de las “clases populares”, como si el delito fuera una manifestación técnica y legalmente aceptada, para determinadas clases sociales.
Casi todos los días, escuchamos aterrados por los medios de comunicación, los anuncios de miembros del actual gobierno, donde justifican acciones violatorias de la constitución, decisiones egocentristas, sustentadas bajo mentiras y con claras intenciones de beneficio personal, partidista e ideológico, respaldado por ilusorios y fingidos beneficios, a través de un cambio radical y promisorio de las costumbres. Para este fraude mental, utilizan una dialéctica victimizante, pero al mismo tiempo amenazante, empleada con el peculiar éxtasis y fanatismo populachero.
Estas manifestaciones insolentes, al mejor estilo chavista, las realizan haciendo uso de espacios públicos o balcones de los edificios oficiales, donde el chauvinismo, se convierte en su más fuerte argumento político. Estas conductas fingidas, son expresadas a los delirantes fanáticos presentes y en tono amenazante, donde manifiestan sin pudor, sus intenciones absolutistas para imponer su voluntad incluso, por encima de los otros poderes del Estado.
Hoy vemos con profunda impotencia, cómo una nueva generación de resentidos, marihuaneros, viciosos, delincuentes y violentos, manifiestan cínicamente sus vicios y desviaciones desde los estrados del Congreso.
En tono amenazante, anuncian que serán la nueva casta gobernante de la sociedad colombiana y que impondrán, normas, leyes y estatutos, para fundar una sociedad donde la antítesis de las virtudes sea su estandarte. Todo lo anterior, bajo la mirada complaciente de una población inerme, amenazada y humillada, por una izquierda arrogante y prepotente, fortalecida por una cínica anarquía.
En una de las múltiples y falaces consignas, el pacto histórico, anunciaba que Colombia, sería el “campeón mundial de la vida”, pero no nos dijeron a qué tipo de vida se referían, otro engaño con nombre, pero sin apellido, aludian seguramente, a un nuevo estilo “progresista” de vida nacional, fomentada por la corrupción, amenazas, intimidación, excesos, corrupción y la exaltación y protección del crimen y el delito, como parte de las nuevas políticas gubernamentales.
En pocos meses, nos han cambiado el verdadero significado de las palabras. Cuando los delitos, son cometido por sus adeptos ideológicos, entonces matizan, sus actos ilegales, con frases mendaces como incidentes, eventos, equivocaciones incluso como el famoso “entrampamiento”, dónde se trastocan las responsabilidades y se justifica el genocidio, el narcotráfico, el crimen cometido por miembros de los grupos terroristas y aparecen entonces, los nuevos “favorecedores ideológicos” de estas bandas, compuestos por algunos integrantes, del actual Estado colombiano, que ofrecen sus servicios como idiotas útiles del delito.
Pero parece que la magnificación del delito y de la corrupción, no solamente ocurre en el Estado colombiano, lo apreciamos también en gremios, asociaciones y otras organizaciones, donde los valores y la integridad de sus dirigentes ya no son condiciones importantes, como requisito de gestión. Estos modelos de antaño se han convertido en una utopía, sectores de la sociedad aplaude la corrupción, la ilegalidad y la violación de las leyes, y lamentablemente una parte de la sociedad y el gobierno “progresista” estimula éstas conductas irregulares.
La angustia y el descontento nacional, aumenta día a día, cada mañana nos levantamos con la pregunta, ¿quienes están dirigiendo este barco? Más que una nave de progreso parece una embarcación transitando sin rumbo, en un mar de incertidumbre, perplejidad e incredulidad, donde mentes esquizofrénicas, incentivan el libertinaje, el desorden, la injusticia, la ilegalidad y la corrupción, convirtiendo esta nueva propuesta ”progresista”, en los “novedosos” postulados de conducta socialmente aceptados, con una hoja de ruta construida sobre la egolatría, el odio, la venganza, la retaliación y el resentimiento por parte de algunos miembros del gobierno.
Colombia no aguanta más, la sociedad civil decente, con principios, debe construir un frente de salvación nacional, donde se defienda la verdad, con la misma fuerza, que ellos defienden la mentira…