Por: @Everstrongever
El Presidente de la República está obligado a cumplir lo establecido en la Constitución Política que contempla como uno de sus fines el fortalecimiento de la “unidad nacional” y el aseguramiento de la “convivencia pacífica”. La Constitución por ningún lado habla de “revolución”, al menos no la Constitución de los colombianos.
Pese a ello el presidente Petro en recientes pronunciamientos y ante las dificultades que ha encontrado en el Congreso para implementar las reformas con las que busca cambiar el modelo económico del Estado, ha hecho un llamado a la “revolución”. Ese llamado causó revuelo, lo que generó que luego, como se ha vuelto costumbre, saliera a precisar que no se trata de un llamado a la violencia.
En un país como el nuestro que se revuelca entre amores y odios es difícil que lo expresado por Petro no se interprete como un llamado a ejercer presión utilizando,de ser necesario, las vías de hecho. Más si se tiene en cuenta que Colombia en el año 2021 vivió una de las peores historias de horror y de violencia con ocasión del “paro” que, recuérdese, no sólo afectó el bolsillo de los colombianos, sino también los derechos fundamentales de millones de colombianos, incluyendo el derecho a la vida.
Esa interpretación además se fortaleció cuando el país vioa miembros de la Guardia Indígena desfilar rumbo a la Casa de Nariño con sus bastones de mando y algunos incluso con sus rostros tapados, porque en las mentes de muchos quedaron grabadas las imágenes vividas en el 2021 que dan cuenta de personas vestidas con uniformes de la Guardia Indígena golpeando con esos mismos bastones y otros objetos a policías. Y ni hablar del episodio ocurrido en San Vicente del Caguán en el que no sólo secuestraron a más de 78 uniformados, incluyendo al parecer al Ministro (y no me atrevo a afirmarlo porque la justicia, si es que llega, no lo ha determinado), y en el que mataron prácticamente en vivo y en directo a un Policía, hecho comparable con lo que hacen grupos terroristas como ISIS.
Ahora, el debate no es si la Guardia Indígena puede protestar o no porque por supuesto, al igual que todos los colombianos, les asiste ese derecho. El tema aquí es de simbolismos; eso que tanto le gusta a EL CAMBIO. Y de nuevo, ese hecho pareció más una intimidación por las razones ya indicadas. No está de más señalar que, si entramos al terreno de lo jurídico, la guardia indígena tiene jurisdicción y competencia, pero en aquellos territorios contemplados en la ley. Algunos defienden los bastones que llevaban arguyendo que son elementos propios de sus costumbres, pero lo cierto es que Colombia ya vio cómo los mismos podían ser utilizados como armas.
A todo lo anterior súmenle la reunión en la que se vio a ´Iván Mordisco´, jefe de las mal llamadas, a mi juicio, “disidencias” de las Farc, rodeado de la Guardia Indígena,ahí sí dentro de su competencia (por estar dentro de su territorio), garantizando la seguridad de ese acontecimiento que tuvo por objeto presentar sus propuestas para hacer parte de la “Paz Total”.
Y como si fuera poco, no perdamos de vista que Petro incluyó dentro del proyecto de Plan Nacional de Desarrollo, un artículo que pretendía que el Congreso le diera facultades extraordinarias para “regular las condiciones especiales de reclusión de los miembros de los pueblos y comunidades indígenas…”. En otras palabras, otorgarles privilegios a personas de estas comunidades que delinquieran.
De otro lado, Petro en sus giras internacionales ha buscado dejar la sensación de ser víctima de una oposición que le impide avanzar en sus reformas que, en sus palabras, fueron las que ‘el pueblo’ eligió democráticamente. Pasa por alto en ese argumento que la Democracia no significa sólo haber sido elegido presidente, sino que implica también el respeto de la institucionalidad y, por ende, de las reglas de juego en ella contenida (entre otras, la de la división de las ramas del poder y el respeto a la independencia de las mismas). Por tanto, si en realidad es un demócrata, debería entender que, para implementar sus reformas, no sólobasta haber ganado las elecciones, sino que debe someterse, respetar y acatar el debido proceso en el trámite de las mismas.
Un presidente cuya imagen día a día se viene deteriorando, si quisiera dar muestras de su talante demócrata, debería estar preocupado por buscar esa unidad de la que habla nuestra Constitución. Sin embargo, como la democracia no parece ser parte del plan, resulta mejor para esos fines atizar odios y dividir.
Pero que no se le olvide que mientras exista la democracia aquí no cabe su “Revolución”.