Por: Fernando Torres Mejía
Ahora que estamos en época electoral, donde salen muchos a ofrecer hasta lo inimaginable, como por ejemplo “el tren volador” la legalización de las drogas, lo cual es un absurdo y un imposible para nuestro país, hasta tanto la comunidad internacional no se ponga de acuerdo así sean unos cuantos y ojalá poderosos, porque de lo contrario tendríamos que respondernos algunas preguntas:
¿Quién la comercializará, el estado?.
¿Quién la comprará en el exterior, los gobiernos, un particular?
¿Nos quedaremos tratando de exportarlas y dejamos aún lado el café, el petróleo, el carbón, el aguacate Hass?
Preguntas, tenemos muchas, pero no me quiero desviar del propósito de esta columna, en la cual como van las cosas, es posible que algún día se legalicen las drogas, pues estamos en un mundo cambiante y si se logra ese propósito, muy seguramente muchos podrán librarse de este flagelo, porque cuando algo es prohibido, llama de una manera impensable la atención y la necesidad de tenerlo.
Pero, en cambio, los que somos adictos a la política, no tenemos remedio y, por lo tanto, no tendremos cura, excepto cuando estemos cuatro metros bajo tierra y de verdad, cada que termina una contienda electoral, pasa el tiempo y si las cosas no salen como lo esperábamos, por las promesas incumplidas, sufrimos decepciones, y además nuestras esposas nos dan “cantaleta” con toda razón, entonces nos sentamos a reflexionar, y nos decimos a nosotros mismos, “no vuelvo a joder con esto” y pareciera como si por algunos meses ingresáramos a un centro de rehabilitación y salimos creyéndonos curados, pero con solo saber que tendremos nuevamente elecciones, nos activamos, nos aceleramos, empezamos a emocionarnos, se nos sube la adrenalina y lo peor, justificamos en casa porque queremos volver, entonces “recaemos” porque los que vibramos con la política, no podemos controlarnos y nos cuesta superar esta adición que a la final es fascinante.
Si, la política es una “enfermedad” y para los que nos gusta es peor que las drogas, no podemos escapar, no podemos vivir alejados de los medios de comunicación, y menos de las redes sociales, y peor aún de las encuestas, a las cuales si nuestro(s) candidato(s) van bien, nos gusta y sacamos pecho, pero si, por el contrario, van mal, o no repuntan, no les creemos, empezamos a buscarles peros, y despotricar de estas.
Nos dejamos contagiar de la euforia, nos insultan y también insultamos, peleamos con los amigos, la familia, en tiempo de contiendas electorales, nos trasnochamos, salimos a las calles a volantear, vamos a recorrer los barrios, la ciudad, el departamento y otros incluso vamos por todo el país, haciendo campaña, organizamos eventos, reuniones, gastamos tiempo en el teléfono intercambiando ideas, noticias, chismes, no vemos, ni escuchamos ni mucho menos entendemos, porque solo tenemos un objetivo, ganar.
A veces considero que la política es peor que cualquier droga porque nos idiotiza, nos neutraliza, y en ocasiones, nos ridiculiza con aquellos a quienes consideramos nuestros “enemigos” por el solo hecho de no seguir a nuestro(s) candidato(s). Lo particular y bueno es que en este año 2022, la “dosis” de la política que tanto necesitamos será una “sobredosis” y, por lo tanto, tendrá un mayor componente “psicoactivo” porque vamos a tener elección de congreso y consultas, y esto no termina este domingo 13 de marzo, ya que tendremos una nueva descarga el 29 de mayo y finalizara el de 19 de junio, cuando elijamos el nuevo presidente, con lo cual vamos a mantener en un estado “chévere” aumento de energía, presión arterial y ritmo cardiaco e incluso otros viven muertos de la risa y buen humor durante estos casi tres meses.
En mi caso personal, intente alejarme por un tiempo de esta adicción, y de verdad pasaron algunos meses después de mi participación activa hace dos años en la elección para la alcaldía de Cali, y me llamaban los amigos a preguntarme, que querían saber sobre mis opiniones y otros a volverme a ser recaer y les decía que no, que me “mame” que estaba cansado con esto y que no quería saber nada que tuviera “olor” a política, pero nuevamente recaí y de que manera, pues ahora estoy en “bronx” a punto de tocar fondo, pero sé que tampoco en esta oportunidad lo voy a lograr porque LA POLÍTICA ES PEOR QUE LAS DROGAS.