Por: Rene Galindo
¿De qué han servido más de 200 años de historia patria, si no hemos hecho respetar la posición republicana de las Fuerzas Armadas de Colombia a la constitución y la ley? ¿De qué han servido tantos años de derramamiento de sangre de nuestros héroes, si quienes han debido defendernos en momentos difíciles no lo han hecho?, ¿Para qué ser general, coronel o capitán y posar con los pechos erguidos en los mejores hoteles, clubes y restaurantes del país con la clase política más alta, si al final, el honor del militar es pisoteado y desconocido? El militar en Colombia es visto por la clase politiquera como un objeto de burla, pues no tienen incidencia en las decisiones de estado, y eso no lo han querido entender el cuerpo de generales de las Fuerzas Armadas.
El manoseo constante a la institucionalidad armada por parte de las elites del país, tienen hoy sucumbido a las Fuerzas Armadas en el más alto grado de incertidumbre y desconfianza en su interior, no se sabe quién anda con quien, quien es el militar de honor y quien es militar político solado, quien es de principios y valores y quien no, quien es de farsantos y quien es leal a la causa institucional; entonces, surge una pregunta, ¿Quién salva a las Fuerzas armadas?¿A las Fuerzas Armadas de Colombia las salva el mismo pueblo colombiano, o una junta de generales que tenga los pantalones suficientes para implantar cambios radicales, la ley y el orden en Colombia?. Es necesario hacer que se cumpla el mandato constitucional, al interior de sus filas hay que hacer una purga para imponer la doctrina militar clara y férrea frente a la situación nacional que está atravesando el país.
Los militares y policías de Colombia deben ser neutrales en sus actuaciones y decisiones para poder resolver las más difíciles situaciones de seguridad y defensa nacional, deben ser apegados a la constitución y la ley, por nada del mundo pueden obedecer a intereses caprichosos de politiqueros si se quiere recuperar el camino perdido. Colombia está navegando por aguas turbias por cuenta del recrudecimiento de la violencia terrorista, atizada por los intereses de la izquierda radical, del narcotráfico y la misma corrupción que afecta gravemente nuestra sociedad que habita el suelo colombiano.
No contentos con esto, todos nadamos hacia un mar oscuro y profundo, donde no veremos la luz si no tomamos conciencia y trabajamos sobre lo fundamental. Tenemos que exigir la aplicación de la verdadera justicia, que necesita la sociedad colombiana, para recomponer su moral, su ética, su credibilidad institucional, su seguridad y su bienestar; para curar esta enfermedad la única esperanza que le queda al pueblo colombiano, son sus Fuerzas Armadas, unas Fuerzas Armadas bien equipadas, entrenadas, cercanas a la población, defensoras de la integridad colombiana, con el fin, de que puedan enfrentar todos los factores de inestabilidad que se presenten, trayendo consigo bienestar de verdad a sus gentes.
Uno de esos factores de inestabilidad nacional existente, es el descontento generalizado de la población la cual creció por muchas razones, entre ellas, el falso proceso de paz, este, no solo No fue efectivo, si no que No tuvo el respaldo del pueblo colombiano, terminando por sembrar grandes diferencias sociales y políticas, todo por culpa de un gobierno sátrapa que arrodillo, completamente la institucionalidad, un gobierno que coarto el papel constitucional de las Fuerzas Armadas para evitar que su tan cacareado nobel de paz se fuera al traste. Estas pirañas sedientas de poder y dinero, afilaron toda la maquinaria estatal para cuidar el negocio que se tejía de manera turbia en la Habana, y abandonaron las necesidades del país. En este gobierno se arrecio la persecución a militares dignos, troperos y leales a la causa. Se persiguió a generales, coroneles, militares honestos y trabajadores, que siempre creyeron en el concepto de la patria por encima del capricho y de los negocios turbios de las elites corruptas de la nación.
El falso proceso de paz, con el sátrapa al mando, descabezo el poder soberano de las Fuerzas Armadas y las convirtió en unas Fuerzas Armadas perezosas, anquilosadas, desmotivadas para cumplir su misión constitucional, este apátrida dirigió una campaña mediática, haciendo creer a los soldados y policías que iba a llegar la cultura europea de la paz como siempre lo dijeron los falsos poetas de este enredo literario. Se atrevió a amenazar a los colombianos, “que, si no se unían a su plan, la violencia sería peor que en los 50 años transcurridos de sufrimiento de los colombianos” “que la guerra seria en las calles” y efectivamente se está cumpliendo tal amenaza porque la violencia no disminuye, por el contrario, aumenta, con ingredientes más complejos en campos y ciudades.
La aplicación de todas las formas de lucha por parte del terrorismo, y la participación política por parte de terroristas, que al sol de hoy no han pagado un día de cárcel por sus crímenes de lesa humanidad, dejan al descubierto que el proceso de paz solo era un negocio para conformar el brazo político de las farc, porque el brazo militar nunca se desmovilizo y continúa delinquiendo en todos los rincones de la patria. Así las cosas, en este partido el único ganador fue el terrorismo, dejando en manos criminales al pueblo colombiano; las víctimas, entre esas los militares, siguen abandonadas y la justicia especial para la paz…de especial para la paz no tiene nada… sigue siendo el nido perfecto de la impunidad, de los mayores perpetradores de los peores crimines de lesa humanidad en toda la historia. ¡Que injusticia estamos viendo en Colombia!
Falso resulto el mecías de la paz, que planeo y ejecuto un plan quirúrgico criminal, para sembrar en las fuerzas Armadas semillas de la traición que atentaran contra los principios institucionales, “hoy ya no es como antes” dice un dicho particular, pero los creyentes doctrinarios militares, dicen que se puede recuperar el norte. Muchos recuerdan a ese desagradable politiquero que pronuncio aquella punzante y dañina frase “señora a usted le gustaría regalar su hijo para la guerra” frase que apuñaló por la espalda el sistema de reclutamiento nacional y marco el derrotero de los ataques sistemáticos de desprestigio a las Fuerzas Militares de Colombia. No es posible ver esto, muchos decían, que de parte del primer mandatario de la nación salieran estas palabras, todo mundo lo comentaba en la calle con sorpresa, pero ocurrió.
El mandatario de los colombianos deslegitimo el deber del ciudadano para prestar el servicio militar obligatorio, envió un mensaje perverso cargado de politiquería, lo raro es que, frente a semejante vejamen político, nadie de pantalones de este país ni militar ni político le freno su carrera politiquera y atropellos a la Fuerza Pública. Al sátrapa no le preocupaba que se dijera en la calle, o, qué posición tuviera la oposición que no estaba de acuerdo con sus decisiones, sus mejores amigos comunistas y narcotraficantes al fin y al cabo se sentaban en la habana a su lado “a tomar las mejores decisiones” al son de un mambo y buenos tragos sin que le preocupara esos temas secundarios de la fuerza pública.
Con todos estos huracanes institucionales y políticos, las Fuerzas Militares han continuado su legado sin que sean las mismas de antes, es una realidad, los soldados no quieren combatir porque el sistema jurídico nacional los desampara y el poder político los ignora. Pocos son los políticos que se atreven a defender la imagen de la fuerza pública en escenarios complicados, y los que lo hacen, son atacados, pareciera que hubiera un complot para desde la orilla del mar se vea hundir el barco de la victoria, que por toda la historia ha defendido la democracia colombiana.
Ahora bien, si se trata de recomponer el honor, el prestigio y la credibilidad y recuperar las Fuerzas Armadas de semejante crimen institucional, las Fuerzas Armadas no pueden seguir obedeciendo al ritmo y capricho de canallas politiqueros del país; o toman posiciones claras, o se pierde el total respaldo del pueblo colombiano. La desesperanza, el sosiego y la apatía hacia el político y politiquero en la calle crece, es urgente recomponer el orden, donde las Fuerzas Armadas sean los jugadores más importantes, junto al sistema judicial nacional, se debe empezar por judicializar, perseguir, buscar y aplicarle la extinción de dominio a todos los corruptos, devolviendo la ética y la moral a los colombianos, pero, para que esto tenga peso, se debe, como exprese al inicio, purgar primero a las Fuerzas Armadas, ahora bien, si los generales no hacen nada por los colombiano, son los primeros que deben abandonar el barco y el mando lo deben asumir Militares corajudos y cojonudos que rescaten la institucionalidad y sus valores doctrinales.
La institucionalidad se encuentra atada de pies y manos para poder actuar, no hay voluntad desde la orilla política para defender el trabajo valeroso e importante de los soldados y policías de la patria. Los hijos de Mejía, por ejemplo, todavía le hacen mucho daño al Ejército de Colombia desde su interior, permanecen allí escuchando, analizando y dando órdenes por conveniencia y cubriendo sus fechorías. En la policía nacional es lo mismo no hay unificación de criterios de los mandos para apoyar las actuaciones policiales, mientras algunos comandantes mandan a los policías sin armas a enfrentar la criminalidad en la calle, otros no actúan por miedo y quien intenta hacerlo de acuerdo a la ley, es destituido, perseguido y calumniado.
La estocada final la dio Santos… si…la estocada final la dio Santos, en su gobierno ilegal silenció a todos sus críticos, a los críticos de su desastroso gobierno, a tal punto que muchos de los casos que ocurrieron de orden público nacional, donde resultaron implicados miembros de las farc, fueron callados para no hacerle daño a la negociación perversa habanera. Casos silenciados donde fallecieron militares y policías; aeronaves atacadas y dañadas también fueron silenciados, porque debía prevalecer la paz y el nobel de paz por encima de la seguridad y la defensa nacional. No se podía decir nada en pasillos y corredores de las instalaciones militares por miedo a la persecución y destitución, parecía que al interior estuviera actuando expertos agentes del G2 cubano. Todo esto sucede porque, fría y cínicamente ya estaba calculado los grandes engaños a los que éramos sometidos todos los colombianos, todo estaba sembrado solo faltaba que germinara y cosechara.
Hoy, las tres grandes ciudades tomadas por la criminalidad, el terrorismo urbano disfrazado de protestas marca un reto, han puesto entre la espada y la pared la credibilidad de las Fuerzas Armadas, por lo que se hace urgente la acción directa para defender a la sociedad, defender las mayorías de la población, las que están cansadas, se debe hacer antes de que estas gentes se defiendan por sus propias manos. Es urgente que a estos alcaldes que patrocinan el terrorismo urbano y el hundimiento de las ciudades, se les ponga freno, deben ser desconocidos cuando su actuación no se ajusta al derecho, el mando del orden público lo debe asumir el gobierno nacional, y si este no lo hace, que sea las Fuerzas Militares las que impongan la ley y el orden, con el apoyo de la población mayoritaria buena de este país. Es urgente que se actúe cumpliendo el mandato de la ley y el orden para que mañana no diga la historia, que las Fuerzas Armadas politizadas y cobardes permitieron el desangre del país.
Los indicios e informaciones y el clima social revuelto, indican, que caminamos hacia una posible guerra generalizada y que con escalamiento nos puede conducir a una guerra civil con consecuencias devastadoras. Las heridas son muy profundas, y, los atizadores del fuego, cada día echan más combustible desde sus cómodos escritorios, sin medir consecuencias, solo esperan el momento exacto, que todo esté en llamas y salir corriendo para evitar culpabilidad, sin embargo, seguirán dirigiendo la orquesta desde sus mansiones intocables en Miami y Europa. He dicho.
Rene Galindo R.
Magíster en seguridad y defensa