Por: Andrés Villota
Una de las particularidades que tiene el recién posesionado gabinete ministerial, nombrado por el presidente, Gustavo Petro, es que ninguno ha trabajado o producido en una empresa del sector real de la economía, lo que los hace totalmente ajenos a las dinámicas económicas y a la comprensión integral del funcionamiento eficiente de una economía de mercado como la colombiana.
No es un tema menor que los encargados de manejar los recursos públicos de Colombia, desconozcan las fuentes de los ingresos de la Nación. Que no entiendan el origen de los recursos con que pueden pagar el plato de comida que se comen los lleva a que, con su gestión y sus propuestas, hagan todo lo necesario para llevar a la bancarrota a la Industria Política de la que derivan su sustento.
Sin darse cuenta, en medio de su profunda ignorancia, están asesinando a la gansa que pone los huevos de oro, su única fuente de ingresos en la vida porque la incompetencia y la ineficiencia los excluye del mercado laboral productivo.
No tienen nociones básicas sobre un presupuesto y asumen que los recursos son ilimitados, que tienden al infinito porque tienen la máquina para imprimir billetes sin ningún respaldo. No saben cómo producir, cómo ser eficientes, cómo ser competentes, solo saben pedir y gastar.
La Teoría Marxista, que fue la única que les enseñaron, dice que lo importante es ser los dueños de los medios de producción, no trabajar, ni producir, por eso le quitan todo a los empresarios que trabajan y producen a través de las expropiaciones y a través de los impuestos.
A los grandes ejecutivos del mundo corporativo les pagan por ser eficientes y solucionar problemas. El burócrata promedio, crea los problemas, no las soluciones, y con lo que pretende crear soluciones, como nunca ha trabajado ni ha sido productivo, supone que el mercado funciona con híper regulación.
Justifican el expolio, vendiéndose ante la sociedad como los únicos capaces de solucionar los problemas que ellos mismos crean, sabiendo que nunca los van a solucionar o el pueblo los percibiría como innecesarios.
El burócrata colombiano, le aprendió a Amaranta Buendía a coser su mortaja de día para descoserla por la noche, porque sabía que se moría el día que la terminara de coser.
El presidente Gustavo Petro dijo en su discurso de posesión: “Los impuestos no serán confiscatorios, simplemente serán justos” ¿Justos? ¿Es justo que se utilice el 82,2% del total del presupuesto de Colombia para mantener la vida llena de lujos y extravagancias de la clase política tradicional, de los Magistrados, de los Congresistas, de los burócratas locales y de los burócratas globales de las oenegés inútiles como la ONU?
Y que el pueblo se conforme con, solamente, el 17,80% que se destina para inversión social. Esa desproporción es totalmente injusta. Injusticia Social Salvaje. Se debe revertir la distribución del Presupuesto Nacional que, mejor, destine el 82,2% del presupuesto (60% de Funcionamiento y 22,2% de Servicio de la Deuda) para inversión social, y solo el 17,8% para funcionamiento y para pagar la deuda.
Ese sería el verdadero cambio que esperan con ansia todos los colombianos, reducir el tamaño del Estado a su mínima expresión y reducir el tamaño de la deuda pública.
El Ghost Writer que le hizo el discurso de posesión a Gustavo Petro, cometió un grave error al proponer, entre líneas, no pagar la deuda, haciéndole la propuesta a la humanidad de “cambiar deuda externa por gastos internos para salvar y recuperar nuestras selvas, bosques y humedales”.
Y para terminar de crear el caos y la incertidumbre entre los inversionistas globales que nos van a percibir como una sociedad atrasada, como una república bananera por seguir hablando de la “crisis climática” mientras que, en el Primer Mundo, ya quedó claro que se trata de una estafa de alto nivel, remata diciendo: “Disminuyan la deuda externa y gastaremos el excedente en salvar la vida humana.
Si el FMI ayuda a cambiar deuda por acción concreta contra la crisis climática, tendremos una nueva economía próspera y una nueva vida para la humanidad”.
El riesgo de impago de la deuda colombiana, hace caer el precio de los instrumentos de deuda que le exige a todos los colombianos, en el futuro, pagar un costo financiero muy alto cuando traten de volver a pedir más plata prestada, con el riesgo de que no le vuelvan a prestar.
Prestarle plata al Estado en cabeza de un comunista como Petro es una actividad altamente riesgosa, aunque las Calificadoras de Riesgo digan todo lo contrario a nivel local, la calificación del riesgo de Colombia, en los mercados mundiales, tiende a la baja.
Que la jefe de la delegación enviada por Joe Biden a la posesión de su gran amigo Gustavo Petro, que se lo presentó Juan Manuel Santos, su titiritero (el de Petro), sea la directora de la agencia USAID, muestra que los Estados Unidos dejó de ver a Colombia como un socio comercial y la empezó a ver como un país con el que ya no se van a hacer negocios sino que su economía va a colapsar y van a tener que darle ayuda humanitaria.
Un inversionista en Londres o en Nueva York, que hace mucho sabe que la narrativa del cambio climático es una estafa, no le va a volver a prestar plata a Colombia sabiendo que la va a dilapidar en “lo del clima” y no la va a usar para crear las condiciones necesarias para que el aparato productivo colombiano crezca y se desarrolle.
También, fue un desatino del presidente, nombrar como encargado de recaudar los tributos, a una persona que jamás ha tenido un trabajo productivo en la economía real, que jamás ha producido un solo peso en toda su vida laboral.
Ese nombramiento que hizo Petro, es el mismo que podría hacer el dueño de un asadero de carnes, dándole el puesto de parrillero a un vegano.
El artista multimodal Jefferson Cossío, el principal exponente del washart colombiano, que tiene un ingreso mensual de $750.000,00 dólares americanos ($3.125’000.000,00 de pesos colombianos), se va para Japón a gastarse en Tokyo su ingreso mensual millonario, agobiado por la persecución de la DIAN de la que se queja en sus cuentas de las redes sociales.
El tono pendenciero, violento, que usó Luis Carlos Reyes, nuevo director de la DIAN, para amenazar con la cárcel a los que no paguen impuestos y le deseo la muerte a los colombianos que huyeron a Miami para tratar de salvar sus activos de la voracidad del nuevo régimen, va en la misma línea de lo ocurrido en Estados Unidos con los nuevos 87.000 agentes del Internal Revenue Service (IRS) que van a estar armados, por orden de Joe Biden, y pueden amenazar y capturar a los que no paguen los impuestos.
Sí se cae el recaudo de impuestos por culpa de la salida masiva de capitales creada por la incertidumbre de un gobierno que va a convertir a la economía colombiana en una economía de corte comunista, si a Colombia no le vuelven a prestar plata en los mercados de deuda pública porque perciben que esos recursos los van a dilapidar en majaderías como “lo del clima”, a Gustavo Petro solo le queda la emisión primaria de moneda que aceleraría el colapso económico de Colombia por culpa de la hiperinflación.
Esperar que la industria política cambie, que exista cambios éticos y morales o actos de contrición, entre sus miembros, es imposible, por el contrario, nadie se quiere ir del Estado porque en ninguna otra industria le pagarían lo que le pagan por no hacer nada.
La incomodidad mostrada por el pueblo, sabiendo que un burócrata de gama alta se gana treinta o cuarenta veces más de lo que se gana, en promedio, un trabajador de verdad, está gestando un gran descontento social y un inconformismo que puede degenerar en un estallido social nunca antes visto y de proporciones incalculables.
El presidente Gustavo Petro y su equipo de gobierno están haciendo todo lo necesario para llevar a la bancarrota a la industria política colombiana, una industria que no produce nada, de la que vive toda esa masa variopinta de excluidos de la economía real por su bajo nivel académico y por no contar con las competencias necesarias para ser productivos en un mercado libre basado en el conocimiento, la experiencia, la eficiencia y la idoneidad.
Un fundamentalista petrista me decía que ese iba a ser el verdadero cambio, la bancarrota de la industria política.