Por: Duván Idárraga
A raíz de la descabellada y peligrosa propuesta del senador Gustavo Petro para que el Banco de la República hiciera una emisión de dinero (sin respaldo económico) para atender las necesidades de muchos colombianos producto de la pandemia, se han generado grandes cuestionamientos a esa propuesta por quienes saben realmente de temas económicos y son plenamente conscientes del nefasto impacto que una medida como esas puede tener para la economía del país y en especial para el bolsillo de los colombianos, los de menos ingresos, especialmente.
La definición de inflación es el aumento generalizado y sostenido de los precios de bienes y servicios de un país durante un periodo de tiempo definido; es decir, es la pérdida de la capacidad adquisitiva de la moneda o expresándolo de una manera mucho más sencilla; con determinada cantidad de dinero cada vez se compran menos bienes y servicios. Los países que padecen este fenómeno tienen como característica aumentos desbordados en los salarios de las personas, que buscan compensar esa disminución del poder de compra pero que finalmente contribuyen a que el fenómeno inflacionario se incremente lo que repercute en el bienestar de miles de familias.
Un claro ejemplo del perverso efecto que tiene emitir billetes sin sustento real, se observa en Venezuela donde ha sido una práctica recurrente del gobierno Maduro. La consecuencia: Hiperinflación del 200.000% anual. Las personas deben cargar elevadas suma de dinero en efectivo para adquirir cualquier elemento de la canasta familiar, a manera de ejemplo, una lata de atún (que en Colombia no superan los $6.000) en Venezuela ronda los seis millones de bolívares. Otro ejemplo lo observamos en Argentina que alcanza un nivel de inflación del 53,8% anual. Ambos países se sitúan en la escala de los de mayor inflación en el mundo.
A Dios gracias en Colombia no existe esa posibilidad de que al capricho de alguien se haga emisión de dinero. Como comenté en artículo anterior una de los aspectos más favorables de la Constitución de 1991 fue haber independizado las funciones y las responsabilidades en el tema del control monetario en cabeza de la Junta Directiva del Banco de la República, que tiene autonomía técnica y legal para definir la cantidad de dinero circulante en la economía y de esta manera cumplir con uno de sus objetivos (definidos igualmente en la misma Constitución): Garantizar el poder adquisitivo de la moneda, es decir, el control efectivo de la inflación.
La autonomía jurídica, administrativa y financiera que tiene el Banco de la República le permite actuar conforme a los intereses del país y no a los del gobierno de turno. Si el presidente Duque quisiera plantear emisión de dinero no podría llevarse a cabo, como no le fue posible nombrar como Director del Banco a quien era su candidato, la Junta Directiva nombró a otra persona. Es importante destacar que en Colombia, gracias a las decisiones tomadas exclusivamente con criterios técnicos en materia monetaria por parte de la Junta Directiva del Banco de la República, se ha logrado el control de la inflación y de manera sobresaliente; disminuyéndola de dos dígitos de los años 90s (se ubicaba en el 26.8% en 1991, pasó al 8.9% en 2.000 y llegó al 3.2% en 2010) al resultado del año 2020 que alcanzó el 1.61% anual, el indicador más bajo desde que el DANE empezó a tener registros en la materia (año 1955).
Cada que hago referencia a temas como estos recuerdo la famosa frase de James Carville, asesor de Bill Clinton: “Es la economía, estúpido”; significando la importancia que tiene este tema para el futuro de un país y la necesidad que quien gobierne un país maneje muy bien la materia. Con la absurda propuesta del senador Petro queda demostrado que la economía no es su fuerte; por el contrario, es claro que con peticiones como la de emitir dinero (y otras que ha planteado, igual de descabelladas) busca socavar la estabilidad económica del país al tiempo que afectaría de manera considerable a los más desfavorecidos quienes, dada la pérdida del poder adquisitivo, adquirirían cada vez menos elementos necesarios para su bienestar mínimo