Por: Fernando Álvarez
Todo indica que la lógica que inspira a candidato de la Colombia Humana, Gustavo Petro, se parece a la de los gamines bogotanos que cuando no se pueden robar algo, lo rompen o lo destruyen. Esta práctica lumpezca que llevaba a que durante años los teléfonos públicos fueran vandalizados y los avisos de los almacenes despedazados es la que traslapada a la actividad política se traduce en “si no me puedo quedar con el país pues que no quede país para nadie”. Porque no de otra forma se explica su estrategia de desinstitucionalizar, bloquear y vandalizar las marchas para intentar poner a tambalear el gobierno o pretender lanzar una ofensiva agitacional con tintes anarquistas y sueños insurrecciónales.
En lo que se equivoca Petro y sus alfiles, Gustavo Bolivar, Holman Morris y otros, es en que no han interpretado a la juventud, que si bien quiere luchar por sus espacios, sus derechos y su futuro, no lo quiere hacer por el camino de la izquierda y menos por el de la extrema izquierda. No quieren vandalismo ni creen en el viejo cuento marxista de que la violencia es la partera de la historia.
Los jóvenes quieren empleo y educación, pero no se identifican con los destructores de buses ni con los asesinos de policías. Claro que quieren que los policías tampoco los maten si salen a protestar, pero no comulgan con la idea de algunos de sus compañeros que se deleitan prendiéndole una botella de gasolina a un policía. Ellos quieren trabajar y no destruir las fuentes de empleo, así algunos se hayan comido el cuento de que los enemigos son los bancos y sus dueños.
Los jóvenes no son conservadores, pero tampoco son anarquistas. Protestan pero no quieren a la izquierda. Los que destruyen buses y vitrinas son una minoría y en ocasiones mercenarios que solo actúan porque alguien les paga para generar el caos. Los propios jóvenes han visto que los vándalos no son sus compañeros sino gente ajena y sin ningún tipo de discurso reformador o transformador. Por eso no les cogen la caña a los que se toman sus marchas pacíficas y terminan distorsionando sus objetivos y deslegitimando sus luchas.
Lo que sucede es que estas minorías temerarias se notan más, se ven más y se escuchan más porque los actos terroristas siempre tendrán más impacto que los pacifistas, porque intimidan y producen pánico, porque generan confusión y los noticieros los retroalimentan.
Pero de paso Petro y sus aliados están logrando algo peor, que las salidas democráticas y no violentas queden en el remolino devastador de la polarización, variantes de centro izquierda como la que encabeza Sergio Fajardo ha terminado por ser vista como una salida tibia frente a todo, con lo cual se desdibuja una perspectiva no violenta, y que por no ser radical queda en el mismo saco de la izquierda, que en estas coyunturas poco y nada se diferencia de la extrema izquierda por que por sus complejo de derecha terminaron en el bando de los que promovían paros y bloqueos y no se deslindaron de la izquierda violenta de los incendiarios de policías.
O sea que la lógica de los petristas es que si este país no es para Petro pues tampoco debe ser para Fajardo. Y ese propósito lo vienen logrando porque después de lo que ha pasado con el paro y sus desmedidas acciones que solo han contribuido a desmejorar la calidad de vida de los pobres y de los sectores medios, va a ser muy difícil que de ahí salga una cauda electoral que le permita derrotar lo que se ha dado en llamar la centro derecha. Los intentos del santismo de abrazar a Fajardo y las puyas de Petro contra este candidato le vienen cerrando el camino a esta perspectiva de centro izquierda. No solo porque logran que quede en el escenario de los que apoyan los paros, sino porque para los del bando de Petro resulta demasiado tibio.
En esa encrucijada electoral Petro se le volverá a atravesar a Fajardo y será el que pase a la segunda vuelta por ese sector. Y si se deja abrazar por el expresidente Juan Manuel Santos, Fajardo caerá en la trampa de buscar cobijo en los que no quiso acobijar hace cuatro años, con lo cual quedará con el pecado y sin el género. Y como al final de la jornada lo que quieren los colombianos es trabajar y estudiar y los jóvenes buscan cambios que repercutan en oportunidades de trabajo y acceso a la educación, nadie se va a lanzar a las aventuras izquierdistas que lo único que muestran es que los dejaran como a los jóvenes venezolanos, o como a las familias venezolanas que han tenido que huir a otros países en busca de norte.
Entonces todo lo que han promovido haciendo creer que se está al borde del fracaso del gobierno de presidente Iván Duque para construir un ambiente favorable para las próximas elecciones del 2022, se volverá como un búmeran porque la gente que vota va a buscar quien garantice que el país no se vaya a pique y que pueda reactivar la economía, cosa que no se vislumbra si llega la izquierda al poder.
De esta manera se volverá a escuchar que este país es de derecha, que un candidato de la izquierda nunca llegará al poder en Colombia porque quienes votan tienen miedo a las dictaduras y porque lo que hay es que garantizar que la democracia sobreviva, aún con sus defectos. Porque el socialismo como perspectiva en Colombia no ha cuajado y menos ahora que sus líderes han mostrado que para llegar al poder todo vale, incluso arruinar al país. Claro que para esto va a ser necesario que la derecha se ponga sensata y sus dirigentes dejen las vanidades.
Que escojan un candidato que una al centro derecha y la derecha, que gane algunos del centro y del centro izquierda y que no tenga complejos de derecha porque puede ser que haya llegado el momento de ser conscientes de lo que decía Antanas Mockus hace algunos años, que como en el tráfico bogotano a veces se fluye más por la derecha.