Por: Fernando Álvarez
Como van las cosas ya Uribe perdió, lo que significa que Petro ganó. El expresidente Alvaro Uribe ya no logró salvar a Colombia de caer en las garras comunistas como lo pretendía cuando hace poco tiempo dijo: “Ojo con el 2022”. Se le abonará la intención pero esta vez ganó la mala suerte para nuestro país y todo indica que Colombia seguirá inexorablemente el camino de Chile y Perú, países que contra todo pronóstico después de haber consolidado unas de las economías más sólidas de la región y de haber alcanzado índices de los más prósperos en materia de desarrollo decidieron apostarle a los experimentos socialistas que ya no venden en ninguna otra parte del mundo. Ya ganó el castrochavismo que tanto pretendió contener Uribe y ya desde La Habana y Caracas hasta Rusia e Irán celebran el triunfo del Socialismo del Siglo XXI en otro país latinoamericano.
Ya Uribe debería arriar las banderas. Hoy podría perfectamente atender el consejo que le dan algunos de sus detractores de que se retire pacíficamente. Y puede salir por la puerta grande. Como la única forma que existe para que gane en primera vuelta el candidato de la izquierda unida en la combinación de todas sus formas de lucha es que el más poderoso elector individual qué hay en el país se le sume, Uribe debería unirse ya a Petro y hacer un pacto histórico asumiendo su derrota. Así el expresidente pasaría automáticamente a ser de los buenos. Ya no sería el coco paramilitar, ni el innombrable, ni ninguno de del 25.000 adjetivos descalificativos que le ponen los izquierdistas, sino el prohombre visionario que ayudó a construir el progresismo y la Republica Bolivariana de Colombia. Tal como Roy Barreras y Armando Benedetti se volvieron adalides de la moral o Piedad Córdoba que mutó a política correcta y ejemplar, o tantos otros que han sido beneficiarios del perdón social de los petristas, que de cuestionados violadores de la ley o de niñas han pasado a ser auténticos próceres, Uribe con Petro se volvería, ipso facto, bueno.
Porque Petro es hoy como un Rey Midas de la política, todo lo que haga o diga por absurdo que suene se vuelve bueno. Toda plata que reciba por turbia que parezca es buena. Toda alianza con malos, guerrilleros, narcotraficantes o con delincuentes prisioneros es buena. Todo el que se junte con él queda automáticamente perdonado y libre de pecado. Petro hoy tiene estrella mediàtica y de opinión y se da el lujo de anunciar que va expropiar el dinero de las pensiones y cae parado. Ya no vale luchar más contra la corriente. Las cartas están echadas y el expresidente Uribe debería asimilarlo. Así Uribe no salvaría a Colombia pero si se salvaría él. La juez que lleva su caso lo precluiría en cinco segundos. La Corte lo exoneraría sin pensarlo dos veces y los periodistas filó mamertos lo liberarían de sus páginas amarillas. Uribe podría entonces dedicarse a consentir sus caballos en el Ubérrimo y dejaría de estar en boca de las ONGs nacionales e internacionales que lo consideran poco menos que un facho.
Uribe debe reconocer que se equivocó. Que desde el momento en que se la jugó para que Juan Manuel Santos fuera su sucesor comenzó a cavar su propia tumba política. Santos con traición le ganó la partida, le desmontó su proyecto de país y con Petro hoy le está dando la estocada final. El jugador de póker se cambió de mesa y está a punto de darle el jaque mate. Uribe debe reconocer que Colombia está destinada a vivir la tragedia venezolana y a replicar la dramática historia de Cuba. Debe renunciar a sus sueños de libertador porque terminará inevitablemente como Simon Bolívar perseguido hasta por sus propios amigos. Debe aprender como decían las abuelas que el que se mete a redentor muere crucificado. Es decir que la única forma de que le quiten el INRI de malo y que quede del lado de los buenos es que se sume a Petro. Eso es adquirir un salvoconduto frente a la justicia. Ya es hora de que aprenda la lección ya que por sus errores y por confiado perdió la batalla.
Algunos aseguran que eso no va a pasar en este país del Sagrado Corazón, aunque admiten que es una triste realidad. Pero piensan más con el deseo. Creen que las encuestas no están a tono con que los venezolanos están en las calles colombianas pidiendo limosna y robando, y que los colombianos no son tan bobos como para comerse el cuento de los aguacates por petróleo o de mejorar la economía con la emisión de billetes o de poner mèdicos puerta a puerta. Piensan que después de la alcaldía de Petro los ciudadanos saben que un gobierno suyo sería un salto al vacío y que en toda lógica ese final nunca se debería dar en Colombia. Creen estar seguros de que la encuesta verdadera demostrará el 29 de Mayo que el país es tan grande y la fortaleza de su gente es tan férrea que será capaz de sobreponerse a esta prueba de fuego. Amanecerá y veremos.
Sin embargo, el salto al vacío ya se dio porque los que votan que escasamente superan el 50% de los que deben hacerlo están dispuestos a una especie de suicidio colectivo, a un acto de revanchismo irresponsable con el futuro porque están tan furiosos que quieren ejercer el voto castigo a los ricos cegados por el odio de clase que ha sabido sembrar Petro. Los estudiantes vagos, los empleados públicos que aspiran a que el estado les provea todo y los frustrados e ineptos en temas productivos están dispuestos a que gane Petro con el argumento de que ellos no tienen nada que perder pero que si quieren que con Petro los ricos pierdan, que no importa si Petro roba porque lo que interesa es que no deje que roben los de siempre. Porque de lo están seguros es que con Petro no habrá bienestar para todos y lo que quieren es que haya malestar para los ricos, empresarios y comerciantes, aunque lo que si se garantizará es que habrá malestar generalizado. Es lo que se llamaría la democratización de la pobreza. Expresidente Uribe sálvese usted y olvídese de lo que muchos le dijeron cuando le encargaron que “Salve usted la patria”.