Por: Fernando Torres Mejía
En nuestra niñez y juventud escuchábamos a los adultos hablar de personajes que se envalentonaban, se creían los dueños del territorio, por ende, del sector donde vivíamos, y como todo, contaba con seguidores que lo veían como el mero macho, y no faltaban las adolescentes que se “derretían” por esa figura que les representaba la dureza, el hombre fuerte para protegerlas; bueno, aunque del que me voy a referir no tiene ni siquiera la apariencia de macho varonil, ni mucho menos se ve ni aparenta ser fuerte físicamente.
Su fortaleza es haber entendido lo que los otros políticos no han querido entender y es el despertar las emociones, al pueblo eso es lo que le gusta, que les hablen de las emociones y Petro en eso es un experto y ¿cómo lo logra? insultando y cazando peleas a los Congresistas, con las Cortes, con los medios de comunicación, en general con todos aquellos que él considere que tienen poder, porque a la gente eso es lo que le gusta escuchar insultos, que se puede retar a los que talvez ellos no hacen por temor o miedo de una demanda y no tengan con que defenderse, pero escuchar al presidente decirle a los de los otros poderes que son unos HP, culparlos o hacerlos responsables de algunas muertes como sucedió con el Senador Miguel Ángel Pinto, eso es lo que les gusta que insulten que los maltrate porque esa es la idiosincrasia del pueblo.
El pueblo se alimenta con provocaciones, con creer que entre más se insulta, es mejor, y eso causa risa, les genera apego y causa que la gente se emocione con Petro, y eso él lo ha entendido perfectamente, mientras que la oposición se ha quedado en el discurso de lo técnico, aquel que el pueblo no entiende o le da pereza o simplemente no quieren entender.
Es que a un indígena, a un campesino, a un informal, a los que viven en los estratos 1, 2 y 3 no les interesa lo que pasa con las tasas de interés del Banco de La República, menos lo que sucede con las bancas multilaterales, el Fondo Monetario, sus proyecciones de crecimiento, lo que diga el Banco Mundial, las calificadoras de riesgo, que se perdió o se condicionó el crédito flexible, que la revaluación, la devaluación, que el dólar subió o bajó, que el precio del café, que el cambio climático; no les importa si Trump inició una guerra comercial; en fin, a ellos solo les interesa sobrevivir, tener para comer, tener un techo, cubrir sus necesidades básicas.
Darles un discurso con datos técnicos a la gente del común les resbala, eso no lo entienden; en conclusión, no paran bolas, pero en cambio Petro les habla de la opresión de la oligarquía, así a él le gusta vivir y usar accesorios de los oligarcas, de las constelaciones, de una cantidad de babosadas que es lo que a la gente le gusta escuchar, el chisme diario, de sus aventuras que, claro, las acomoda utilizando a su familia, como buen padre y abuelo que dice ser. Por eso es que Petro, a pesar de cómo tiene el país, sigue con un respaldo importante y que, si no se queda atornillado en el poder, está trabajando psicológicamente al pueblo para poder endosar sus votos a quien elija.
El poder de la retórica de Petro es tal, que se da el lujo de amenazar de muerte no solo a los congresistas, sino a todos los que no apoyen la Consulta Popular, y eso lo hizo porque siente que, como en su época de guerrillero, ahora le puede dar las órdenes al pueblo para que salgan a las calles y “acaben” con todo lo que se les atraviese, aunque su lema sea “somos potencia mundial de la vida”.
El populismo triunfa porque ofrece protección y subsidios; por eso la oposición necesita construir un relato esperanzador, emocional, aspiracional, de fortaleza y confianza, donde se muestre la ruta para mejores condiciones de vida, pero sin engaños como se ha hecho en el pasado. Se necesita contagiar a los colombianos, pero no con las mismas estrategias electorales de cada cuatro años; he ahí la diferencia.
Qué bueno que quienes hoy posan de candidatos o precandidatos opositores, no solo piensen en las elecciones del 2026, porque los colombianos que trabajan por lograr un mejor país, están cansados de ver tanta pasividad, si ellos son los que se creen con el conocimiento de llegar a ser presidente, como es posible que no estén haciendo nada o al menos eso es lo que se percibe, y nadie se atreva a enfrentar a Petro y contrarrestar sus amenazas, dejen los trinos y las redes sociales, lo que los ciudadanos quieren ver es liderazgo, entrega, sacrificio y acción, lo demás déjenselo a los “influencer”, porque por hora eso que ustedes están haciendo en redes, no significa nada, llego la hora de organizar la otra Colombia, esa que esta ávida de una “señal”, para enfrentar a quien está incitando a una guerra civil, para tener un motivo y justificar quedarse en el poder.
Ahora bien, los que de alguna forma tenemos la responsabilidad de informar o emitir opiniones nos llegó la hora de hablar fuerte, sin miedo, sin tapujos ni mucho menos buscando adornar las columnas con palabras rebuscadas y frases que no suenen a violencia, a polarización, ni incitación, pero es que ante el actual panorama que estamos viviendo y que cada día vamos hacia el precipicio, llego la hora de llamar las cosas por su nombre y si no, no habremos cumplido nuestra misión de comunicar y seguiremos engañando a nuestros lectores con posiciones tibias, si bien es cierto uno debe guardar prudencia, esta se termina cuando el mismo presidente de la república, es quien amenaza, incita a la guerra, al uso de las armas, a hacer lo que sea para conseguir satisfacer sus caprichos, a convertir a Colombia en un campo de batalla y a poner a medio país en contra del otro medio, para que nos “matemos” entre nosotros mismos porque ese es único propósito que está buscando El matón del barrio.
Entretanto: La bandera, roja con una franja negra, que exhibió Petro significa cero perdón para los enemigos, cero diálogo, no convivencia y menos derecho a la vida. En otras palabras, “al enemigo, la muerte” y “los que no están conmigo, están contra mí”.
.