El Jefe Supremo de la derrota: Petro y la desmoralización de la tropa

Por: Germán Rodriguez

Colombia vive una de las mayores vergüenzas de su historia: los soldados de la patria convertidos en rehenes de criminales. No es un hecho aislado, es una cadena que estremece: 57 militares en Cauca, 34 en Guaviare y 45 en El Tambo. Tres secuestros masivos en apenas tres meses. Un Ejército con 250.000 hombres reducido a la impotencia, mientras el Gobierno mira hacia otro lado.

El presidente Gustavo Petro insiste en llamarlas “retenciones”, como si cambiando la palabra borrara el crimen. Pero el país lo sabe y la tropa lo sufre: son secuestros crueles, humillantes e inhumanos. A los soldados los cercan, los desarman, los exhiben como trofeos. Y en la peor de las humillaciones, sus captores llegan a defecar en las fuentes de agua que ellos beben para quebrarlos psicológicamente. El Gobierno, en vez de decir las cosas como son, maquilla la realidad con palabras suaves. Eso no es ingenuidad: es complicidad.

Los números son claros: entre enero y abril de 2025 hubo 131 secuestros, un aumento del 40 % frente al mismo periodo del año anterior. Es la cifra más alta para esos primeros cuatro meses en casi 15 años. Y solo en lo corrido del año ya van más de 60 militares y 30 policías secuestrados.

¿Cómo es posible que soldados armados y entrenados se dejen secuestrar? La verdad es que no es falta de valor ni de capacidad, es que no los dejan. Las multitudes manipuladas los rodean, pero ellos tienen cómo defenderse. Sin embargo, las órdenes políticas y las reglas impuestas desde arriba los atan de manos. Si disparan, los acusan; si aguantan, los humillan. Los soldados lo saben. Y los criminales también, por eso se atreven.

Petro se jacta de ser el “Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas”. Jefe supremo… ¿de qué? De un Ejército maniatado, humillado y abandonado. Y junto a él, un Ministro de Defensa que deja más dudas que certezas: cada nuevo episodio pone en tela de juicio si realmente está a la altura de su cargo.

La mayor prueba que enfrentan hoy nuestras Fuerzas Militares no es un campo de batalla ni una emboscada en la selva. Es algo más humillante: recibir las órdenes de Gustavo Petro, un presidente que actúa como si su misión fuera destruir la moral de sus propios soldados. Esa es la verdadera carga insoportable: no enfrentarse al enemigo, sino soportar un mando político que parece decidido a desarmar, deshonrar y doblegar a la institución que juró defender la República.

Esta no es la paz que merece Colombia. Es la paz de los criminales, la paz de la derrota, la paz de un Estado rendido. El secuestro de un soldado es el secuestro de la Nación. Y mientras Petro siga en el poder, Colombia seguirá secuestrada con ellos.

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