Por: Andrés Villota
Crisis económicas como las ocurridas en el periodo comprendido entre los años de 1873 y 1896, y la Gran Depresión de 1929 crearon necesidades de protección de las sociedades desde adentro para reformular las políticas hacia afuera de sus fronteras.
En este sentido, coinciden la mayoría de las teorías recientes sobre relaciones internacionales en cuestionar el papel del Estado en el concierto internacional como un ente aislado de las estructuras económicas y sociales internas. O de definir la política exterior de un Estado como la respuesta, solamente, a las necesidades de seguridad y de poder militar.
Por el contrario, y sin querer restarle importancia a las funciones de los Estados en el orden internacional (que se entiende anárquico), los Estados se convirtieron en simples facilitadores en el relacionamiento de las diferentes estructuras privadas que funcionan y se desarrollan al interior de sus fronteras.
La teoría del Institucionalismo Neoliberal se empieza a esbozar en la segunda mitad de la década de los setentas, en los años posteriores al debilitamiento económico de los Estados como consecuencia del final del patrón oro y de la posterior crisis del petróleo, lo que generó el empoderamiento de las organizaciones no gubernamentales (ONG) que terminaron escribiendo el discurso global y determinaron las nuevas prioridades en la agenda mundial, por lo que se erigieron en el “supra gobierno” de la comunidad internacional.
John Nye fue el primero en hablar del concepto de soft power. Ese concepto reúne las herramientas neoliberales que se diferencian de las utilizadas en el hard power de los realistas. En el mundo antes de la pandemia, el soft power era mucho más eficaz dada su amplia aceptación y legitimidad entre la población mundial. Todas las causas del marxismo cultural redefinieron la agenda de las oenegés que gozaban de credibilidad en la Comunidad Internacional por su ética y competencia. Sin embargo, según el Barómetro de la Confianza de Edelman, en la actualidad, las oenegés son consideradas en el mundo como incompetentes y poco éticas.
Para Robert Keohane las variaciones en la “institucionalización” de la política mundial tienen una marcada influencia en el comportamiento de los gobiernos en el ámbito del sistema internacional que, en épocas más recientes, contrasta con la posición neo-realista de Kenneth Waltz al decir que la anarquía internacional, llevaba a que un grupo de países que concentra el poder militar, ejerza una posición dominante y use el balance de poder para disuadir a otros del uso de la fuerza.
Como consecuencia de la coyuntura actual, se puede vislumbrar cambios fundamentales en la estructura del Sistema Internacional. La pandemia va a actuar como un catalizador de las tendencias que ya se habían planteado y que se venían desarrollando de manera paulatina. Esta coyuntura, entonces, exige de los policy makers altas dosis de sentido común y de pragmatismo por encima de intereses políticos del gobierno de turno, de favorecimientos personales de burócratas o de las opiniones de funcionarios efímeros en sus cargos.
El liderazgo asumido por los gobiernos nacionales para tomar las medidas sanitarias preventivas, para cumplir con el objetivo de redistribuir los recursos aportados por las empresas privadas y para ser el garante de la asignación de las ayudas económicas durante la emergencia, fortalece el papel del Estado como actor preponderante en el contexto global.
De igual manera, el fortalecimiento de los aparatos productivos nacionales, como consecuencia directa de las medidas económicas adoptadas para asegurar el abastecimiento de alimentos y de suministros médicos que, además, demostró la importancia de la soberanía sobre el aparato productivo de la economía que va en contravía del sistema de producción global.
De hecho, la cooperación y la ayuda humanitaria se ha dado directamente entre los Estados que hicieron prevalecer sus intereses nacionales sobre consideraciones políticas o acuerdos institucionales previos. Todas esas relaciones se han dado al margen de las organizaciones no gubernamentales que han sido obviadas no solo por los enormes gastos burocráticos que implicaría su gestión, sino por la pérdida absoluta de su credibilidad en la actual coyuntura y el pobre nivel mostrado por los burócratas miembros de esas instituciones.
El poder de estas organizaciones se basa en la credibilidad, pues ejercen su poder e influencia sin herramientas diferentes a la confianza que generan al interior de la sociedad. La financiación de su actividad está supeditada a los aportes de los Estados miembros de las diferentes organizaciones.
Si pudiéramos aplicar la Pirámide de Maslow a los Estados en la época de la post pandemia, me atrevo a decir que en muchos aspectos van a volver a los elementos básicos de su existencia y seguridad. Y en las variables económicas y sociales los Estados se van a focalizar en la seguridad alimentaria, la salud pública, el aparato productivo y las finanzas públicas. No habrá espacio para los acuerdos institucionales, la pertenencia a organizaciones multilaterales o millonarios aportes para el mantenimiento de membresías en Instituciones que se tornan innecesarias.
La pérdida de credibilidad en la ONU, por ejemplo, se ha visto en casos patéticos como el del fracaso del Acuerdo de Paz firmado entre Juan Manuel Santos y las FARC. El Consejo de Seguridad y la Misión de verificación de la ONU demostraron su incapacidad e incompetencia al no advertir que las FARC estaba incumpliendo con los pilares del Acuerdo (no repetición y reparación a las víctimas). Ante la muerte sistemática de los líderes sociales colombianos, durante y después de la firma del acuerdo, ha demostrado la poca o nula capacidad de actuar como garante de la paz, como ya ocurrió en 1995 en la Masacre de Srebrenica, Bosnia. La crisis de Afganistán y la crisis actual de Ucrania son ejemplos recientes que demuestran la inutilidad de la ONU.
Pero tal vez, el acto que sentenció el destino del sistema de las Naciones Unidas, fue protagonizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) al ocultar información sobre la grave crisis sanitaria que vivía la China Popular a la par que retrasó durante varios meses la declaratoria de pandemia. La consecuencia de ese manejo irresponsable de la información, ayudó a que los Estados no tomaran las medidas de prevención y, por ende, disparó la velocidad de propagación del virus a nivel global.
Hoy, las opiniones casi siempre contradictorias y sin sentido de Tedros Adhanom, director general de la Organización Mundial de la Salud, no son tenidas en cuenta y fueron reemplazadas por las opiniones de científicos y académicos que no pertenecen a oenegés. Se perdió totalmente la confianza en la OMS, y por lo tanto, su capacidad de influir sobre la sociedad global. La ONU va a desaparecer porque no sirve para nada, nunca cumple con sus objetivos y ya no existen los motivos por los que fue creada.
Se invirtió la ecuación de poder. Al debilitamiento del Estado-Nación y al fortalecimiento de las oenegés, en el periodo anterior a la pandemia, el sistema internacional está girando hacia un sistema multipolar en el que se debilita el institucionalismo y se fortalece el poder y la función de los Estados en el contexto global. Tras el derrumbe de la hegemonía de los Estados Unidos provocado por la incompetencia de Joe Biden, que destruyó a su nación en poco menos de un año, volvemos a un mundo multipolar. La visión neorrealista del mundo se impone.
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– Coherente y lógica la posición de los partidos Centro Democrático y Salvación Nacional de no realizar una consulta interpartidista a pesar de existir un amplio consenso entre las propuestas y la ideología de los candidatos de las dos colectividades. No se puede fomentar el gasto público suntuario en época de crisis de las finanzas públicas, cómo sí lo hacen los ultrasantistas, tan proclives a vivir del erario público. Aunque saben que son nulas sus posibilidades de llegar a la presidencia de Colombia, van por el botín de la reposición de votos de las consultas. Del ahogado, el sombrero.
– Difiero de la sugerencia que le hizo el senador Ernesto Macías a la militancia del Centro Democrático en el sentido de apoyar a la “Coalición del Equipo por Colombia”. Los militantes del Centro Democrático deben apoyar en masa a Francia Márquez de la coalición del Pacto Histórico. Gustavo Petro desaparecería del mapa político para siempre, si cumple con su promesa de retirarse de la política si pierde en el 2022. Si todos votan por Francia en la consulta de marzo, Gustavo Petro no llegará a la primera vuelta.