Por: Álvaro Narváez
Al Presidente de la República se le olvida que en Colombia hay división de poderes, que debe respetar para la armonía en democracia. La reciente tensión entre el presidente y el fiscal Francisco Barbosa, es una muestra que el presidente debería releer la constitución. Para ayudarle, por si sus consejeros o adalides no se lo han informado (aunque sospecho que sea más por razones de soberbia y ego) le recuerdo exactamente la mención:
Capítulo 6 artículo 246:
“La Fiscalía General de la Nación forma parte de la rama judicial y tendrá autonomía administrativa y presupuestal”.
Por ello, las afirmación del presidente cuando para increpar al Fiscal General sobre su sumisión, menciona que: “Yo soy el jefe de Estado, por tanto, el jefe de él” no está más alejado de la realidad y parecer un descuido, parece más un claro ataque a la democracia y a la independencia de las ramas del poder público, más cuando en las últimas semanas el mismo mandatario ha amenazado con llevar a una revolución o recibir la aprobación en las calles,en caso de que en el legislativo no se aprueben sus reformas.
Al señor presidente se le olvida que en Colombia, quien gana la presidencia no gana un boleto directo para hacer lo que se le de la gana, como si fuera un emperador, por el contrario las decisiones públicas se toman en armonía con el poder judicial y el legislativo, así mismo, deben ser decisiones consensuadas y basadas en acuerdos.
Popularmente se menciona que Colombia es la democracia más antigua de latinoamérica, y aunque la frase tenga sus detractores,nadie puede negar que en Colombia efectivamente hay una fuerte tradición de gobierno civil que no ha sido interrumpida por largas dictaduras militares, como si lo ha sido en países como Argentina, Uruguay, Chile, entre otros.
La democracia colombiana, con todos sus achaques es una democracia y aunque el presidente quiera imponer su visión como está acostumbrado hacerlo, tiene que entender que en Colombia, hay partidos políticos, jefes de partido y jueces, con los que debe cogobernar y negociar sus decisiones, por más que le moleste y que al final los vea como obstáculos para implementar su proyecto estatista en el país.