Por: Luis Alfredo Ramos
Colombia es sin duda una democracia joven. Doscientos años de vida republicana le dan esta connotación en el concierto mundial, donde dos siglos de vida institucional, la posicionan en un ligar respetable y con futuro. Además, nuestro país es joven en su población, en sus instituciones, en sus propósitos.
Una nación que registra el 70% de su población con una edad menor a los 45 años, es una nación con un gran futuro y con las mas amplias posibilidades de crecimiento social y económico, y desde luego político, como esta llamada a ser toda sociedad joven. Por ello, el gran activo de nuestro país se sustenta en su población y básicamente en sus nuevas generaciones.
No debe extrañarnos el momento que hoy estamos viviendo con manifestaciones y protestas. Aquí queda claro el ambiente de inconformidad y rechazo de los jóvenes a fenómenos que se han incrustado en la vida nacional, desde hace varias décadas, como son el narcotráfico y la corrupción, factores que han socavado los valores de nuestra nacionalidad.
Frente a la situación actual, también han creado un ambiente reactivo los fenómenos de desempleo y pobreza, los cuales son vistos por un país joven cómo serias amenazas a su futuro. Para llegar así a concluir que estas situaciones caóticas se traducen en las propuestas que hemos visto, sin que en ningún momento se justifique la violencia y el vandalismo que han propiciado grupos extremistas de izquierda, con insanos propósitos. Cómo quiera que esa Colombia joven no quiere dejarse manipular de vándalos y terroristas, públicamente se ha pronunciado rechazando las propuestas violentas y los injustos bloqueos que solo buscan crear inestabilidad y caos, al igual que ocasionan graves daños económicos y mayor pobreza para la población.
Debemos identificar así hacia donde va la gente joven, esa mayoría de colombianos que, sobre todo, aspiran a vivir en un país que progrese, alejado de la corrupción. No nos equivoquemos. Estas protestas de la nueva generación son un grito de rechazo a la corrupción, acentuada desde hace décadas, lo que exige una acción decidida de autoridades y ciudadanía para evitar un derrumbe de la democracia como ya ha sucedido en países cómo Cuba, Venezuela, Bolivia, y como podría pasar en Perú y en otros países de América latina.
En el fondo de estas protestas podemos ver un país joven que quiere y busca desesperadamente trasparencia es sus instituciones, mejoras sociales en educación y empleo, y lo más importante: defensa de una democracia donde la libertad sea un elemento unificador que permita un crecimiento de toda la comunidad.
