¿Colombia tiene Cuerpo Diplomático o Cuerpo del Delito?

Por: Andrés Villota

Colombia, dejó de tener un Cuerpo Diplomático y ahora tiene un Cuerpo del Delito, tras el nombramiento de varios embajadores con deudas pendientes con la justicia, como Iván Velásquez, el embajador ante la Santa Sede, por corrupción y extorsión de alto nivel, pedido en extradición por la justicia de Guatemala; León Fredy Muñoz, el embajador en Nicaragua, por narcotráfico; Camilo Romero, el anterior embajador en Argentina, por corrupción y contrabando y Armando Benedetti, el anterior embajador ante la oenegé FAO y ante la dictadura comunista de Venezuela, por lavado de activos, violencia de género, corrupción, tráfico de influencias y otros tres delitos más.
 
Esto, sin contar con el pasado de Alfonso Prada, actual embajador de Colombia en Francia, que es uno de los más prominentes impulsores de la legalización del incesto en Colombia y que, mágicamente, sospechosamente, casualmente, milagrosamente, se benefició con el archivo de todas las investigaciones que tenia en su contra, cuando fue el director del SENA, durante el gobierno de Juan Manuel Santos, considerado el gobierno más corrupto de la historia de Colombia, hasta la llegada de Gustavo Petro, que es el nuevo líder de ese deshonroso ranking.
 
Roy Barreras, embajador de Colombia en el Reino Unido, uno de los médicos más ricos de Colombia que, curiosamente, amasó su inmensa fortuna después de ejercer la medicina, es un burócrata más transparente que una Coca-Cola, involucrado en casos bastante particulares, de uso de dinero en efectivo, como si desconfiara del uso de los medios de pago electrónicos. Una vez le robaron una enorme suma de dinero de una de las casas que integran su millonario portafolio de bienes raíces y, otra vez, dejó abandonada una mochila de su propiedad, repleta de fajos de dinero en efectivo, en el lobby de uno de los más exclusivos hoteles de Bogotá.
 
Gustavo Petro, de un universo de 50 millones de colombianos, nombró de Canciller de Colombia a un ex convicto, Gilberto Murillo, que se salvó de la cárcel porque modificaron el Código Penal colombiano y dejó de ser considerado como delito, el delito que había cometido cuando había sido elegido como Gobernador de Chocó. Siendo ​Canciller, siguió delinquiendo, obvio, haciendo contratos con objetos inexistentes.
 
La actual Canciller, Laura Saravia, de lejos, la mujer más poderosa de Colombia por tratarse de la handler de Gustavo Petro, que sigue las órdenes que recibe desde La Habana, está señalada de concierto para delinquir, enriquecimiento ilícito y lavado de activos. Además, se investiga su participación en crímenes de lesa humanidad por haber secuestrado y torturado a su empleada del servicio doméstico.
 
La señora, Marelbys Meza, fue falsamente involucrada en una red de narcotráfico para poder justificar el tratamiento que recibió en los sótanos de la Casa de Nariño, el palacio presidencial de Colombia, por el supuesto robo de varios millones de dólares guardados entre una maleta que Laura Sarabia le guardaba a su jefe, Gustavo Petro, en su lugar de residencia.
 
Por este mismo crimen, se le solicitó al secretario de Estado de los Estados Unidos, Marco Rubio, que declare como persona no grata al coronel Carlos Feria, agregado de policía en la embajada de Colombia en Washington DC, para que enfrente a la justicia colombiana.
 
Nombrar a un contrabandista como Camilo Romero de embajador de Colombia en Argentina, con el beneplácito de otro forajido como Alberto Fernández, es un acto hostil y de irrespeto profundo en contra de los argentinos y de los colombianos.
 
Romero, después de renunciar a su cargo, mientras aún permanecía en Buenos Aires, hizo un video en la calle, al frente de la embajada de Colombia, haciendo críticas e insultando al señor presidente Javier Milei, algo que un agente diplomático, de verdad, jamás hubiera realizado por elemental sentido común y por elemental respeto con el país que lo recibió como representante de otro que, al margen de las diferencias ideológicas, debe respetar y debe convivir en él, de manera civilizada.
 
Para hacer más patético este asunto, nombraron en su reemplazo a José Roberto Acosta, otro analfabeta diplomático que, además, es un lenguaraz, pendenciero, buscapleitos, camorrero, tropelero, que odia de manera irracional al señor presidente Javier Milei. Supongo, que el gobierno argentino, no le otorgará el correspondiente beneplácito.
 
Otra nueva brutalidad de Gustavo Petro, imbuido de su espíritu pendenciero de gángster, de terrorista urbano, que antepone sus gustos y preferencias personales sobre los intereses nacionales de Colombia, en un momento en que los inversionistas colombianos están huyendo de Colombia en busca de la estabilidad y la libertad en los mercados que ofrece, actualmente, Argentina.
 
Las sedes de la gran mayoría de las embajadas de Colombia en el mundo, son lugares chichipatos, pelles, como la sede diplomática de Colombia en Argentina, un simple apartamento, ubicado en un segundo piso de un edificio que queda sobre la Avenida El Libertador, cerca de dónde están ubicados, la mayoría de los palacetes y town houses que albergan las sedes diplomáticas de todos los países, que tienen representación diplomática acreditada ante el gobierno argentino.
 
Once millones de dólares americanos (USD$11’000.000) sirven para comprar diez sedes diplomáticas en lugares dignos, del nivel y la categoría de una embajada de Colombia. Podrían usar todo lo que se gastaron en montar una venta de lechona y de pandebono al interior del pabellón de Colombia en Expo Osaka, Japón, abierto solo seis meses, mientras que las sedes diplomáticas dignas, le servirían a Colombia de manera permanente.
 
La respuesta de los sirvientes y lavaperros de La Casta colombiana, frente a la solicitud de extradición del flamante embajador de Colombia ante el Vaticano, viendo amenazado el futuro judicial de sus amos, salieron a decir que no era buena idea eso de pedir en extradición a burócratas colombianos, porque eso para qué. Lo mismo que decían los lugartenientes y sicarios, como Jhon Jairo Velásquez Vásquez, alias Popeye, frente a la extradición de su amo, Pablo Escobar.
 
Aunque la inmunidad diplomática ofrece protección de las leyes locales del país anfitrión, no es una carta blanca para violar la ley o cascarle a la esposa o armar escándalos callejeros. Tanto el país de origen como el país receptor esperan que, un diplomático, por elemental sentido común, se comporte de una manera civilizada y no sea necesario activar la inmunidad diplomática.
 
Gustavo Petro, desde su visión criminal, usa las embajadas de Colombia, en el mundo, como guaridas de forajidos para evadir a la justicia local y extranjera, a la vez que utiliza la figura del asilo político como una manera de proteger a sus camaradas, compañeros de armas en el grupo terrorista M-19, requeridos por las cortes colombianas e internacionales, gracias a la jurisdicción universal, para que respondan por sus múltiples crímenes.
 
El señor presidente de Argentina, Javier Milei, se quedó corto cuando afirmó que Gustavo Petro es un comunista asesino que está hundiendo a Colombia. En el mundo, la percepción que se tiene de los colombianos, es la de un pueblo de salvajes, de trogloditas, de cromañones, que escogió como su líder, a un criminal de lesa humanidad, a un vulgar delincuente, que es representado por agentes diplomáticos, con un perfil criminal idéntico al suyo (al de Gustavo Petro).

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