Por Juan José Gómez
Finalmente, el señor Petro se quitó la máscara de demócrata, con la cual engañó por cerca de tres años de presidencia a millones de colombianos. Tal como lo profetizó insistentemente mi distinguido amigo, el doctor José Alvear Sanín, mediante clarísimas y convincentes columnas en el periódico que dirige y en reportajes en distintos medios de comunicación del país, Gustavo Petro Urrego, después de insultar y amenazar al Congreso de la República y de alguna manera también a magistrados de las altas cortes, ha manifestado públicamente que si el Senado no se somete a sus caprichos convocará una Asamblea Constituyente, cuya principal finalidad es fácil de adivinar: cambiar la Constitución de 1991 para ser indefinidamente reelegido como presidente/dictador.
Ante la gravedad de este hecho es necesario que los colombianos reflexionemos seriamente sobre el peligro que se cierne no solo sobre la nación colombiana sino también sobre Latinoamérica, pues si Colombia cede a la tiranía, los paises iberoamericanos verán disminuida la democracia continental y las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela se verán reforzadas, especialmente cuando varios gobiernos de la región son simpatizantes de la peste que representa el socialismo del siglo XXI, que no es otra cosa que el viejo comunismo soviético, disfrazado con una combinación de marxismo radical y de las peligrosas y atrabiliarias teorías wokes.
Es necesario recordar a quienes lo saben y decir a los que lo ignoran, que el señor Petro es la peor de las alternativas de gobernante que pueda presentarse a la consideración de los colombianos. Como lo sabemos los colombianos que seguimos la actualidad nacional por los medios de comunicación, Petro es mentiroso, cínico, mal hablado, vulgar, desconsiderado, indolente, carente de las cualidades necesarias para gobernar, (aunque debe reconocerse que es un maestro en materia de oposición) y groseramente incumplido en sus citas, aun con las más eminentes personas del mundo político y diplomático nacional e internacional. Además, según muchas personas dignas de crédito y particularmente su ex ministro de Relaciones Exteriores Jorge Leyva, adicto al consumo de licor y de alucinógenos, lo que resulta un terrible riesgo para quienes vivimos en este país. Con una personalidad así, ¿cómo puede esperar este político que lo sigamos tolerando los colombianos que desde agosto del 2022 hemos sido víctimas de su ordinariez, de sus malas decisiones de gobierno y de las fantasías que inventa su mente supuestamente perturbada por el vicio, que el disimula llamándolo café?
Las reacciones de las personas sensatas de este país ya comienzan a manifestarse. Los veteranos y reservistas de primera clase de las Fuerzas Militares y de la Policía Nacional, fieles al juramento que prestaron al comenzar su servicio, públicamente han leído la comunicación dirigida al mayor general Pedro Sánchez, ministro de Defensa Nacional y al Almirante Francisco Hernando Cubides, comandante general de las Fuerzas Militares, solicitándoles que las instituciones castrenses activas bajo su mando se pronuncien sobre la conservación de su fidelidad a la Constitución Nacional, a cuyo efecto han citado los artículos 216, 217 y 218 de la Carta, lo que en otras palabras quiere decir que los integrantes de la fuerza pública tienen que recordar que su fidelidad es a la Patria y a la Constitución, que es ley de leyes, por encima de todos los funcionarios públicos sin excepción, que son transitorios por definición, y obrar en consecuencia. Esto mismo es válido y tiene carácter obligatorio para todos los colombianos de cualquier clase y condición.
“Tanto va el cántaro al agua hasta que por fin se rompe” dice un viejo adagio que tiene aplicación en las actuales circunstancias en que se encuentra nuestro país. Petro, después de una serie de escándalos y malas actuaciones con connotaciones penales que han creado una atmósfera tenebrosa y amenazante en el gobierno central, ha cometido un golpe de estado al desconocer una decisión del Senado de la República tomada en consonancia con una norma superior, lo cual con algunos antecedentes bien conocidos de la opinión pública, implica un rompimiento institucional al darse un quebrantamiento deliberado por parte del presidente y de sus ministros del orden constitucional, no solo del debido acatamiento a las normas que regulan acciones y procedimientos de gobierno sino también del precepto de la separación de poderes.
Es de esperar que el Consejo de Estado, la Corte Constitucional y posiblemente la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes si despierta de su letargo, posiblemente con la participación de otras instituciones, se ocuparán de resolver el grave problema que se ha creado con la actuación aparentemente delictiva de varios miembros del poder ejecutivo, que lamentablemente se han dejado guiar por la perturbación del presidente de la República y por el criterio perverso y resentido de un mal consejero.
Todo lo anterior exige que los colombianos, sin consideraciones partidistas, ni sociales, ni económicas, ni de ningún otro orden y solo con el propósito de no dejar que perezcan la Libertad y el Orden que son el soporte de nuestra Democracia, tenemos que unirnos para defender a Colombia de la tiranía que ha comenzado a asfixiarnos. Malos días nos esperan a los colombianos de hoy y a los del futuro si dejamos que el miedo nos paralice o decimos que el problema no es con nosotros. Si no ponemos la fe en Dios y sacamos fuerza de la desgracia que nos amenaza, entonces mereceremos correr la malísima suerte de los venezolanos, cubanos y nicaragüenses y no podremos ni siquiera quejarnos……porque lo habremos merecido por estúpidos y cobardes.