Por: Andrés Villota Gómez
Siete (7) Estados, Arizona, Georgia, Michigan, Nevada, Nuevo México, Pensilvania y Wisconsin, que suman 84 votos electorales, los necesarios para cambiar el resultado de la elección presidencial, enviaron votos paralelos, es decir, votos por el candidato Joe Biden y votos por el presidente Donald Trump.
La elección del Colegio Electoral estaba oficialmente disputada y el 6 de enero del 2021, debía ser resuelta, devolviendo los votos paralelos a los colegios electorales de los diferentes Estados para dirimir la disputa. La Constitución establece que, en esos casos, no se puede certificar a un ganador de las elecciones, hasta que se presenten, sin disputa, la totalidad de los votos electorales de cada Estado.
Al único que le convenía el sabotaje de la sesión de descertificación de las elecciones, era a Joe Biden que, obvio, creando el caos en el Congreso, iba a enrarecer el ambiente, desviando toda la atención del objetivo central de la sesión, en la que no iba a ser certificado como el presidente número 46 de la historia de los Estados Unidos.
Algunos congresistas afirmaron que no iban a certificar la elección de Joe Biden, como correspondía, pero que no toleraban presiones con protestas sociales y que la iban a certificar a favor de Joe Biden. Todo, porque los que habían ingresado al Capitolio, estaban disfrazados como trumpistas y, probablemente, habían votado por Trump.
Acusan, sin pruebas, que existió un fraude electoral, decían los medios de comunicación tradicionales, indignados, dando a entender que denunciar un fraude electoral era estar en contra de la democracia y propio de un mal perdedor pero, robarse las elecciones, era un acto legítimo en defensa de la democracia, como lo expresó la ultra progresista Molly Ball, en la revista TIME.
Los Digital Warriors, que formaron un Digital Army, probaron las denuncias de fraude con cifras, datos y estadísticas. El cambio de tendencia ocurrido en la madrugada del 4 de noviembre del 2020 es imposible en términos estadísticos.
La única posibilidad de ese cambio, hubiera sido la existencia de un Cisne Negro cómo consecuencia de algún hecho relevante, como la revelación del contenido criminal del PC de Hunter Biden, ocurrido durante el periodo de la votación que hubiera bajado el número de votos por Biden, aunque, de todas maneras, jamás se hubiera visto reflejado en un cambio en la tendencia en el momento de publicar los resultados del escrutinio.
Ese “Cisne Negro”, hubiera podido aumentar o disminuir, los votos por alguno de los candidatos pero ese mayor o menor número de votos se hubiera visto reflejado en la tendencia mostrada desde los primeros resultados publicados y no, en un cambio brusco y burdo de la línea de tendencia, al final de los escrutinios.
A esta situación, jamás se hubiera llegado sí el presidente Donald Trump hubiera concedido la victoria a su oponente, tal y como lo pretendían los medios de comunicación que llegaron a la brutalidad histórica y semántica de comparar al presidente Trump, contra toda evidencia histórica, con el líder supremo del partido nacional socialista obrero alemán.
Los hermanos Brunson, interpusieron una demanda ante la Corte Suprema de Justicia por el fraude electoral, que fue rechazada varias veces, lo que llevó a varios periodistas tradicionales y a fact checkers, a decir que la mejor prueba de que no había existido fraude, era que la Corte no había admitido la demanda.
Hasta que, finalmente, fue admitida la demanda de los Brunson, porque lograron determinar en su escrito, que la violación a la Constitución no era el fraude electoral, sino haber certificado a una elección en disputa, lo que tiene como consecuencia la destitución fulminante del presidente, de la vicepresidente y de todos los congresistas que votaron favorablemente por la certificación.
La andanada de las causas judiciales, absurdas, abiertas en contra del presidente Donald Trump, en Estados manejados por fundamentalistas que militan en el partido de Joe Biden, que buscan inhabilitar y afectar su imagen pública, de cara a las próximas elecciones presidenciales de noviembre del 2024, han logrado mostrar, de nuevo, el perfil dictatorial del régimen de Biden que hace exactamente lo mismo que han hecho dictadores de repúblicas bananeras como Cuba, Nicaragua y Venezuela, anulando a la oposición para lograr permanecer en el poder de manera vitalicia.
Haber nombrado a un juez nacido en Colombia, en dónde los jueces tienen fama mundial de ser corruptos, de proferir fallos sesgados y de realizar montajes judiciales para condenar a inocentes, facilita los atropellos judiciales en contra del presidente Trump. El colombiano Juan Merchán, abre en los Estados Unidos, la era de los presos políticos y de la abierta persecución judicial a todos los que piensen diferente a los miembros del partido Demócrata.
Una muestra del marcado sesgo del aparato judicial estadounidense en contra del presidente Trump y a favor de Joe Biden, fue lo hecho por el fiscal especial Robert Hur, sobre el manejo de documentos clasificados por parte de Joe Biden, por “deliberadamente haber guardado y divulgado material clasificado”, cuando era vicepresidente de Barack Obama. Hur, decidió no hacerle un juicio a Biden, aunque se probó su crimen, porque según su concepto, Biden es un “hombre anciano, bien intencionado con una mala memoria”.
La CSJ se pronunció y dijo que la inmunidad presidencial, no se le podía retirar a un presidente sobre sus actos durante el periodo de su mandato, para el caso concreto del 6 de enero del 2021, máxime cuando se publicó en su totalidad, después de haber sido censurado durante varios años, el video del discurso pronunciado ese mismo día por el presidente Trump en el que, claramente, no incita a la violencia cómo falsamente se había asegurado.
El presidente Trump ha insistido en varias oportunidades, en medio de las multitudinarias manifestaciones de apoyo a su gestión, que no van a haber elecciones en el 2024, lo que ha sido interpretado como una confirmación de la destitución de Biden que, después del atentado en contra del presidente Trump, queda bastante diezmado, además, por el inicio del juicio en contra de su hijo y de su hermano.
La estrategia actual de los militantes más importantes, influyentes e inteligentes del partido Demócrata y referentes de la extrema izquierda global, cómo el actor George Clooney y la cantante Taylor Swift, es cambiar a Joe Biden y poner a otro candidato, violando los estatutos del partido Demócrata, que no contempla el cambio del candidato que ha sido elegido en su Convención Nacional.
El intento de magnicidio en contra del presidente Trump, es una forma más del partido Demócrata para perpetuarse en el poder de la, otrora, democracia más importante del mundo. Justifican su actividad terrorista porque, según ellos, el presidente Trump y sus seguidores, “polarizan” al país. Es decir, la polarización se debe acabar, haciendo que todos se sometan a los dogmas de la extrema izquierda global.
El marcado sesgo de extrema izquierda de Michael Bloomberg, militante radical del ala ultra fascista del partido Demócrata, por ejemplo, no lo disimuló frente al intento de magnicidio y tituló en sus plataformas que Trump había sido sacado por el Servicio Secreto de EEUU, “de un mitin en Pensilvania por aparentes disparos”.
La extrema izquierda estadounidense, está desesperada por tratar de detener lo que podría ser su extinción como alternativa política en los Estados Unidos y en el mundo por el soporte que les han dado a gobiernos como el de Nicolás Maduro y Gustavo Petro.
La incertidumbre sobre lo que pueda ocurrir en los Estados Unidos, durante los próximos meses, aumenta. Una incertidumbre que tiene en vilo al mundo, ante la posibilidad de que los miembros del partido de Joe Biden, impidan que se celebren las elecciones presidenciales en noviembre del 2024.