Por: Laura Caicedo
Ha pasado buen tiempo desde mi anterior columna y, vale la pena mencionar que en ella advertí sobre la inconveniencia de elegir como candidato del Uribismo, para presidenciales en 2018, a Iván Duque Márquez. Les expuse entonces, una a una, las razones que lo hacían un mal candidato tanto para el partido como para el país. Ese hecho en ese momento fue el plumazo definitivo con el que perdí el afecto de amigos y, obtuve los malquereres de muchos de mis compañeros de lucha política de años, en defensa del Uribismo.
Hoy, después de veintidós meses de gobierno de Iván Duque Márquez, los hechos prevalentes hacen evidente que tuve razón. El actual presidente de los colombianos es un individuo que como su antecesor se hizo elegir con los votos del uribismo, e igual que él, tampoco ha cumplido con las expectativas de quienes confiados le entregaron su voto para que cambiara el rumbo de la política de seguridad, de lucha contra el narcotráfico y fundamentalmente de Paz que su antecesor impuso en detrimento de la mayoría de los colombianos; ni mucho menos ha dado la batalla en el legislativo, para hacer realidad las promesas de campaña que lo llevaron a la Casa de Nariño. Y es que lo cierto es que, Iván Duque es un presidente que más parece haber sido el candidato del Partido de la U y no del uribismo; alguien cuyos objetivos políticos, en la práctica, en lo que se refiere al proceso de Paz de La Habana resultaron muy similares, sino iguales, a los de Juan Manuel Santos y, es quizá, que por compartir los mismos intereses de su antecesor, este nuevo gobernante le ha dado continuidad en su administración a una gran cantidad de funcionarios que conformaban la planta burocrática del anterior gobierno; parece que quiere mantener activas políticas y estrategias del gobierno de Santos Calderón relacionadas con el acuerdo con las Farc, para que se preserve el statu quo.
Ahora bien, si comparamos los nombramientos para conformar un equipo de gobierno de excelencia, que sea muy eficiente y que dé los resultados que los electores esperan, con la selección que hace un Director Técnico de fútbol de los jugadores que conformarán su equipo para enfrentar un partido con un rival difícil, sabremos que elegirá sus mejores fichas con el objetivo de bloquear a su rival y ganar, y, como su objetivo es obtener el campeonato, en cada partido pondrá a jugar a los mejores desde el comienzo, la elección de sus titulares indica lo que busca el técnico y qué espera de los jugadores que elige. En concordancia con esto, observamos estupefactos que desde el primer minuto Iván Duque fue en contravía de lo que su electorado esperaba y quería; eligió un equipo que les haría perder lo que anhelaban ganar; dado lo anterior y en consecuencia, el Centro Democrático tenía que reaccionar desde el comienzo de este gobierno, exigiéndole respeto por sus electores, por su bancada, por su partido, además de coherencia y cumplimiento, sin embargo no fue así, a pesar que la evidencia mostraba que el equipo elegido por Duque no tenía, ni tiene ningún objetivo uribista, ejemplo de ello es el nombramiento en un cargo diplomático del General Mejía, y, así como él, varios Santistas que destruyeron la obra de gobierno del Presidente Álvaro Uribe Vélez, y fueron nombrados por esta administración manteniéndolos en sus cargos a pesar de ser rechazados por voces del Centro Democrático y las bases uribismo.
Como resultado, desde el 7 de Agosto de 2018 hasta hoy, no hemos visto retornar la seguridad, ni se persigue el narcotráfico -no olvidemos que no fue en el gobierno de Santos que se voló Santrich…-, ni se avizora el uso del glifosato para erradicar los cultivos de coca, ni qué decir de perseguir la corrupción, porque con el fiscal Barbosa que muchos señalan como íntimo amigo del actual Presidente, es muy probable que el caso Odebrecht duerma el sueño de los justos beneficiando directamente a Santos y sus cómplices, mientras irónicamente, se nombra la esposa del Senador santista Roy Barreras, en el organismo de control que debe investigarlo por cómo se robaron dinero de la salud en Caprecom y la ESAP, por nombrar solo dos casos que serían impedimento ético en ese nombramiento. Es mal indicador y muy sospechoso que haya tantos y tantos nombramientos de dudosa procedencia y proceder.
En comparación, lo que sí hemos visto en varias oportunidades, es un constante ceder ante las pretensiones de la izquierda, que mediante engaños promueve marchas estudiantiles que al final, sin producir ningún tipo de mejora, logran mayor “inversión en la educación pública”, que por desgracia, está administrada en su totalidad por la izquierda más recalcitrante del país, y ceder también a las exigencias de las marchas de una ideologizada y corrompida guardia indígena, que cada día controla más territorio violando reiteradamente la ley e impidiendo el efectivo control por parte de las autoridades; y aunque los potes de mermelada de Santos ya no se ven, han sido reemplazados por puestos burocráticos estratégicos con amplia capacidad de gasto, que como cosa curiosa, no han sido otorgados ni a uribistas honorables con la experiencia del buen gobierno de Uribe, o a duquistas que trabajaron en la campaña y contribuyeron para que obtuviera el triunfo, ni siquiera a tecnócratas neutrales, sino a controvertidos y sospechosos santistas, gaviristas y samperistas que administran a su antojo esas chequeras, y es que la izquierda no descansa, y, ya sea través de esos cargos, o por intermedio de alcaldes y gobernadores de esa ideología, que a dedo nutren con contratos sus ONG`s y empresas afines a sus intereses políticos apoderándose de los recursos del Estado sin que este gobierno de muestras de querer cambiar el estado de las cosas, y no hablemos de los alivios tributarios para los medios de comunicación cobijados bajo el contexto de “Economía Naranja”, y ni qué decir de la muy evidente indiferencia de Duque hacia Andrés Felipe Arias, de su falta de solidaridad con su causa, evidenciando que para él como para el santismo, el exministro, por ser considerado un posible candidato a la Presidencia de la República representa gran peligro para sus objetivos, no del todo claros; porque sí, acéptenlo de una vez por todas, Duque siempre ha sido santista.
En retrospectiva, se observa que uno de los temas coyunturales de las pasadas elecciones por el que fue elegido el Señor Duque Márquez con los votos uribistas fue el proceso de paz con las Farc, como candidato, Duque se presentaba como el presidente que iba a modificar los acuerdos de La Habana, pero eso no ha pasado y no solo no ha pasado, sino que desde el día uno de su posesión nombró en cargos de gran relevancia para este tema, personas cercanas al santismo o que habían defendido los acuerdos y votaron SÍ en el plebiscito del 2 de Octubre de 2016. Nos preguntamos ¿qué estaba pensando?, ¿a qué estaba jugando?, y ¿cuáles eran sus intenciones u objetivos sobre este particular?, comenzando por el nombramiento de la Ministra de Justicia, quien no estaba interesada en nada distinto a darle el curso que requería la
implementación de dichos acuerdos, y es que, Duque no solo prometió en campaña modificarlos, sino que también prometió acabar con la tenebrosa JEP, pero, tampoco ha ocurrido, ni ocurrirá, por el contrario, es normal y frecuente escuchar voceros del gobierno asegurando que nada de eso se va a tocar.
No obstante la resistencia de Duque para honrar sus compromisos con los sufragantes uribistas, la “bancada de gobierno”, como aún se hacen llamar equivocadamente los Congresistas del Centro Democrático y que por momentos más parecen de oposición, ha presentado múltiples proposiciones que han sido radicadas buscando honrarle la palabra al electorado; proposiciones modificando los acuerdos, la JEP y para hacer cumplir a las Farc sus compromisos, proyectos que no cuentan con el apoyo del gobierno que ayudaron a elegir y, es por esa razón y solo por esa razón, que el expresidente Uribe sale a decirle a los colombianos, que confiaron en Iván Duque, “que no están dadas las condiciones para modificar los acuerdos” pero que seguirán insistiendo… En conclusión, si un gobierno se reúne fácilmente con personajes de la otrora y vergonzosamente célebre “Unidad Nacional” y no con los congresistas de su propia bancada, demuestra que es un gobierno que usó a los suyos para lograr sus objetivos y luego los excluyó, porque seamos claros, en cuestión de cuotas burocráticas, los más afectados fueron los del Centro Democrático, trabajaron por la elección de un presidente que los dejó por fuera de su equipo de gobierno, y aunque Duque lo justifica con un argumento falaz, afirmando que él “es el presidente de todos los colombianos…”, lo cierto es que le cerró la puerta en la cara a su bancada rodeándose de santistas a diestra y siniestra; causándole desconcierto, desazón e incertidumbre a muchos de su partido, y decepción a las bases que no entendieron y no aceptaron lo que sucedía, ni las razones por las que su presidente escogía a los enemigos del uribismo para gobernar con ellos, como resultado, desde el inicio de su gobierno la aceptación de Duque ha venido en caída libre, y la razón es sencilla, día a día la gente va despertando y se va dando cuenta de quién realmente es Duque y que, nuevamente fueron engañados, y a pesar que no es fácil, porque es muy complejo superar el proceso de negación para terminar aceptando que estaban equivocados y admitir por fin, que quien se les presentó como la solución terminó siendo el gobierno de transición que tanto necesitaba Santos y las Farc.
Para terminar, han pasado veintidós meses de desengaños, en los que el Centro Democrático se ha esforzado por exaltar algunos de sus buenos logros, unos con el respaldo de Duque y otros que han obtenido muy a pesar él, resignándose cuando sus proposiciones no son apoyadas por el presidente que eligieron y mirando para otro lado, o guardando prudente silencio sobre múltiples promesas de campaña incumplidas, veintidós meses en los que Duque, silenciosamente logró lo que Santos nunca pudo, …dividir el Uribismo, y no solo esto, sino lograr que una importante base Uribista ahora sea totalmente antiuribista, y responsabilice a Uribe por repetir el engaño de Santos con Duque, pareciera que la finalidad del actual presidente es destruir el partido que construyó Uribe del mismo modo que Santos destruyó su obra de gobierno, dejando el país en el punto exacto donde Álvaro Uribe Vélez lo recibió en el año 2002.
Sí, el uribismo fue engañado nuevamente, ha sido engañado dos veces y por dos estilos distintos: el de Santos, que desde el primer día se quitó la máscara, dejándose ver tal y como es, rodeándose
de colaboradores que trabajaron en todos los frentes para lograr sus objetivos, y el estilo de Duque que mantiene su máscara, pero se ha rodeado de los colaboradores de Santos afines a la causa de las Farc…
Y es que, amigos seamos sinceros, al toro no lo capan dos veces, pero al Uribismo si…
P.D. Habrá solución? ¿O la suerte está echada para el 2022?
Laura Daniela Caicedo Sánchez
@LauraCaicedoS1