Por: Fernando Torres Mejía
Los panelistas de un prestigioso programa de radio en las mañanas iniciaron una feroz discusión fijando posiciones a favor y en contra por el traslado “inhumano” de algunos miembros del Tren de Aragua y otros de las Maras Salvatruchas que eran deportados por el presidente Trump hacia los Centros de Confinamiento Contra el Terrorismo en El Salvador, a quienes los “maltratan” en las cárceles tipo Bukele, donde, dicen, “la verdad no hay el más mínimo respeto por los derechos humanos”.
Entonces nos preguntamos, ¿y es que estos delincuentes cuando están secuestrando, asesinando, extorsionando, etc., tienen alguna consideración hacia sus víctimas? Tal vez muchos de los que hoy se rasgan las vestiduras o reprochan por la forma de trasladarlos y tratarlos, como si eso al final importara o fuera lo más importante y por lo que deberíamos discutir, cuando los resultados de una transformación en el caso de El Salvador son evidentes, donde la seguridad y el cambio en lo económico y social es francamente sorprendente.
A los criminales hay que tratarlos como lo que son, a no ser que los críticos y “defensores” de derechos humanos quieran que cuando los deporten, lo hagan directamente a la Asamblea Legislativa de El Salvador para nombrarlos diputados (congresistas), al mejor estilo de lo que hizo Juan Manuel Santos en Colombia con los terroristas de las FARC.
La mayoría de los panelistas de este programa seguían insistiendo en que lo que se estaba pidiendo era que se les respetaran los derechos humanos, argumentando que “ese es el desafío de los estados democráticos, respetar los derechos humanos así sean delincuentes y que esto es lo que se conoce como el avance de la civilización”, es decir, una contradicción total, porque sería algo como que volquémonos todos a favor de los delincuentes y ataquemos a los ciudadanos que están siendo presa de los criminales.
A la delincuencia no se le puede tender alfombra roja como sucede en la noche de la entrega de los Premios Oscar, no; a estos hay que tratarlos y pagarles con la misma moneda, incluso más duro de lo que tratan a sus víctimas. También se argumentaba que Bukele aceptó recibir a estos prisioneros bajo el argumento de que, como muchos otros mandatarios, están buscando congraciarse con el señor Trump, olvidando que sí hay un estado que cuenta con la infraestructura, experiencia y mecanismos necesarios para darles un trato como personas que necesitan resocialización, como lo hemos visto en las imágenes donde se pueden observar que los están capacitando y preparando para trabajar en diferentes actividades que sin duda les servirán para cuando recobren su libertad.
Insistían de nuevo sobre el trato inhumano y que un estado debe ser diferente, pero olvidan cuando estos violaban, asesinaban niños, señoras y volvemos a que en las democracias en decadencia como Venezuela, Colombia, Nicaragua, Cuba, por mencionar solo algunas, has demostrado que defendiendo a los delincuentes lo único que han logrado es que estos sigan haciendo lo que se les da la gana.
Pero incluso hubo quien indicara que lo de Bukele es un efecto propagandista, recordando que es un publicista a quien le gusta este tipo de espectáculos y que muchos lo aplauden, pero por el contrario, el que estas imágenes de la deportación y el ingreso a los centros de reclusión circulen es importante y necesario para que quienes continúan delinquiendo se den cuenta y entiendan que, de continuar actuando de la misma manera, podrán llegar a hacerle compañía a quienes hoy son “huéspedes” o estén haciendo sus pasantías en una de las aulas de la gran universidad conocida como “CECOT”.
El estado debe evitar el triunfo de la delincuencia y a los criminales hay que tratarlos como criminales. Por eso, decir que Bukele es un populista de derecha por atacar el terrorismo y la criminalidad es celebrar y estar a favor de que un país no tenga autoridad y control sobre los que están por fuera de la ley.
En todo caso, a los delincuentes, guerrilleros, narcoterroristas que hoy tienen el estado colombiano arrodillado y que no les importan los derechos humanos, debería el gobierno capturarlos y enviarlos de “vacaciones” a estos centros de confinamiento en El Salvador, donde muy seguramente Nayib Bukele los recibirá con los brazos abiertos, porque a los criminales se les debe tratar como criminales.