Por: Fernando Álvarez
La entrevista que le concedió el presidente Gustavo Petro a Daniel Coronell para la cadena Univisión resultó una verdadera joya. No porque haya sido el resultado de un excelente ejercicio periodístico de pregunta, respuesta y contrapregunta que permitiera algo revelador al estilo de las legendarias entrevistas de periodistas de la talla de Yamid Amat o Julio Sánchez Cristo, sino porque sin habérselo propuesto Coronell facilitó que Petro hubiera asistido a una especie de “Desnúdate con Coronel”, en el que literalmente quedó al desnudo su esencia, su talante, su ego, su condición humana y sus problemas mentales. Si hay que darle un premio a Daniel Coronell no será por mejor entrevista sino por mejor terapeuta en siquiatría.
Sin querer y más bien preocupado porque el presidente decidió ignorar sus preguntas, el periodista consiguió que Petro se desdoblara, que se sintiera nervioso y a la defensiva, que se confundiera con sus desorbitados relatos y que se riera cínicamente de su propia suerte. La dinámica que tomó la conversación hizo que incluso a base de movimientos descontrolados e incomodos casi de contorsionista pasara de la tensión a la relajación y de la angustia a la ansiedad y hasta a la frialdad para finalmente soltar lo que de verdad piensa, lo que en realidad siente y lo que perturbadoramente vive en modo enajenación. No respondió nada, pero se dejo ver.
Hablar del cóndor de Obregón y tergiversar historias a su alrededor para revindicar su nostalgia comunista, citar al cura Camilo Torres para celebrar su faceta guerrillera, traer a colación a Simón Bolívar para resaltar su vocación de dictador, o al general Francisco de Paula Santander para develar su profundo desapego a la ley, y llegar a confesar que no le importa tanto el poder como la gloria, hacen parte de las perlas que en medio de un auténtico monólogo salpicado de autointerrupciones se obtuvieron para la posteridad con este fallido intento periodístico que terminó en pieza histórica para desvelar intenciones y aflicciones.
Su ignorancia cognitiva disfrazada de sofisticada intelectualidad, su esfuerzo por mostrar interés en el conocimiento científico para ocultar su liviandad conceptual, su exhibicionismo con certezas matemáticas para ocultar su precariedad analítica en temas económicos y su capacidad para juntar hechos con elucubraciones mostraron un sombrío temperamento esquizofrénico, además de una preocupante condición paranoica que explica en parte su particular comportamiento en la tribuna pública y su amargura interna en la vida privada. Un estado de Ciclotimia que le permite sentirse en gobierno y oposición al mismo tiempo y que lo hace alucinar con parecerse a Jesús o a Bolívar y aspirar a morir como mártir de una causa planetaria.
La entrevista pretendía supuestamente que Gustavo Petro manifestara alguna salida a la crisis con Estados Unidos, pero se encontró con un presidente que en estricto ese tema le importa un rábano. Petro parecía recién salido de una fiesta pesada. No daba signos de estar trabado, ni borracho, pero sí se comportaba como si tuviera guayabo terciario, con huellas de alto grado de alicoramiento, hasta la saliva espesa se le desbordaba de los labios al mejor estilo de tremenda resaca. Pero además lo dejó como todo un culebrero que logra despistar a sus interlocutores al tiempo que consigue frenetizar a sus seguidores. Aún así se salió con la suya.
Mintió descaradamente sobre lo que dijo en las calles de Nueva York. Se sentía matemático porque sabe las tablas de multiplicar. Y no oculta sus ánimos de colocarse a la vanguardia mundial en el tema de la lucha por salvar al planeta de su autodestrucción. Siente que su lugar en la historia debe ser al lado de Gandhi y Mandela, pero intrínsecamente no le disgustaría un final como el de Salvador Allende. Le fascina imaginar un escenario en el que los norteamericanos realicen un operativo como el de Noriega en Panamá porque eso legitimaría sus desafíos al imperio y lo elevaría a la talla de prócer de la independencia nacional.
El hecho es que la idea de Coronell de obtener una entrevista que le permitiera lucirse como erudito y brillar como agudo periodista lo dejó como un principiante ante un curtido charlatán que no le dio el quiebre. Por más verónicas que le hizo no pudo coger el toro por los cuernos. Quien terminó capoteándolo para no dejarse banderillar fue Petro, quien sin querer dejó ver que está lejos de ser de lidia, que no tiene peso ni bravío y que de casta no tiene ni la oreja. Dos egos que quedaron expuestos cada uno con ganas de embestir al otro pero que lograron fue desvestir al otro. Y al final optaron por hacerse pasito porque su alianza estratégica les pesa más. Su enemigo común, el expresidente Alvaro Uribe, quedó libre y esa preocupación es más poderosa.
Lo que no salió al aire es lo que de verdad los tiene preocupados a los dos. Lo que se viene para tratar de influir en la Corte Suprema de Justicia ahora que el caso Uribe vuelve a su seno con el recurso de casación. Lo que se viene para lograr desprestigiar a los magistrados del Tribunal Superior de Bogotá que absolvieron al expresidente y lo dejaron en libertad. Ya comenzó la artillería periodística con Cecilia Orozco, la suddirectora del noticiero de Coronell, contra los magistrados del Tribunal para dejarlos como corruptos a base de silogismos. Difamar a quienes no encontraron evidencia de culpabilidad contra Uribe y presionar a quienes revisaran su caso es lo que se les pone al orden del día tanto al presidente como al periodista.
Dios los crea y ellos se juntan. Hay que recordar que Petro y Coronell tienen ciertos vasos comunicantes. Ambos se han financiado con dineros del narcotráfico, como confesó el propio Nicolás Petro, su hijo mal criado. Ambos han recibido bolsas de dinero que no han explicado nunca. Por alguna razón Justo Pastor Perafán se quiere ir a la tumba con el secreto, como se fue César Villegas con la deuda de Daniel Coronell por las acciones en NTC. Menos mal que Daniel Samper Pizano no alcanzó a sacarle la plata a “El Bandi” Viilegas para montar Cambio 16 en Colombia, o si no sería otro periodista financiado por el Cartel de Cali, porque Villegas sí puso esas platas para ser socio en NTC. El mismo Cartel que puso los 5 millones de dólares para que su hermano Ernesto Samper Pizano fuera presidente.
Por eso la batalla que se les viene a entrevistado y entrevistador es la de sacar adelante la candidatura de Iván Cepeda, el hombre que ha fraguado su carrera en el propósito de encarcelar al expresidente Uribe. Y van con todo a bombardear la Corte Suprema y a enlodar el Tribunal de Bogotá. Para esos efectos ya han echado a andar la máquina del petrosantismo que llevó al poder a Petro. Ya Juan Manuel Santos saltó al escenario para consolidar el “Toconabe”, Todos contra Abelardo, que es el tigre que acecha a esta macabra cofradía. Pero no bajarán la guardia contra María Fernanda Cabal, que a final de mes saldrá escogida como la candidata del Centro Democrático.
Ambos saben que hay que atajar al que diga Uribe. Porque tarde o temprano para enfrentar a Petro todos tienen que contar con lo que diga Uribe, con la fuerza electoral de Uribe y con el liderazgo aglutinador de Uribe, sí quieren ganar las elecciones del 2026. No en vano César Gaviria que sí sabe donde ponen las garzas ya se arrimó a Uribe. Y para allá van todos los que saben que para derrotar el populismo y la corrupción petrista hay que olvidar rencores y enmochilar orgullos. Reconocer que Alvaro Uribe es el estratega que lo tiene claro y quien puede liderar la tarea de frenar el proyecto de perpetuar a Petro. Pero ojo con los Danieles en el 2026.
