Por: Juan Daniel Giraldo
Ya en repetidas ocasiones he afirmado que la libertad de informar que tienen los medios de comunicación está amarrada a la responsabilidad moral que tienen los mismos de informar con criterio, veracidad y certeza. Pretender ser serviles a ciertos intereses o conglomerados, o apresurarse a emitir ‘chivas’ que solo generan caos y no son acordes con la realidad, no generan sino desprestigio y golpean gravemente la credibilidad y la ética del sistema de información.
Pero hay aún una tendencia más perniciosa, macabra y peligrosa que ha tomado fuerza en los últimos años, y la de la convertirse en juez y generar sentencias condenatorias priori solo por el afán de generar una supuesta opinión o crear tendencia. Solo recapitulemos algunos casos: Al Almirante Arango Bacci lo condenaron como narco, mentira. A Luis Guillermo Giraldo lo condenaron como corrupto en las cuentas del referendo reeleccionista, mentira. A Óscar Iván Zuluaga y a Luis Alfonso Hoyos los condenaron por infiltrar el mal llamado proceso de paz, mentira. Y hace solo una semana un medio condenó a la policía por supuestamente violar a una menor en Popayan, y oh sorpresa, también es mentira.
Las consecuencias de todos las anteriores condenas mediáticas (y digo mediáticas porque el más mínimo ejercicio legal y criminalístico desmontó todo y simplemente los absolvió), son bien conocidas, pero recordemos la última: una sentencia a priori, en medio de un caos como el que vivimos ahora, generó que una ciudad emblemática como Popayan se incendiara, destruyeran el Palacio de Justicia y otras edificaciones más, exacerbó el ímpetu y el espíritu de los ciudadanos, ya exaltados de por sí, para que solo salieran a las calles a lanzar improperios mentirosos y cínicos contra la Policia y el Estado, derivados todos de la tergiversación del lenguaje y de la ética propinados por la teoría del Estado opresor, asesino y paramilitar.
Lo curioso de esto es que la condena mediática solo termina en una ‘excusa pública’ sin reparación alguna y muchas veces ni siquiera sin retractación. Cuando el daño está hecho, la ofensa lanzada, el prestigio por el suelo y la honra (lo único que tiene valía realmente en el ser humano de bien), menoscabado a niveles ínfimos.
Y ahora vemos con sorpresa que se hace otra condena. No comparto las posiciones de Gustavo Petro, creo que sus comentarios son incendiarios, parcializados y faltos de criterio; pero de ahí a adelantarse a toda investigación y jucio y condenarlo a priori como autor intelectual de los sucesos que tenemos actualmente, se sale totalmente del principio de responsabilidad moral en el ejercicio informativo. Flaco favor se le hace al gobierno queriendo culpar a una sola persona de un fenómeno que es estructural y concebido por grupos al margen de la ley, y secundado por ONG y opinadores de oficio que solo buscan demostrar su teoría del Estado Fallido y opresor para llenar sus arcas a punta de contratos con el mismo Estado Opresor y la comunidad internacional, contratos que solo terminan en volúmenes de libros de anaquel con propuestas que ‘comienzan en palabras y terminan en palabras’, porque acciones que generen cambios reales a una situación de anarquía no van a proponer.
Señores de los grandes medios, sería interesante que antes de lanzar condenas sin juicio alguno, recuerden que el deber y la libertad de informar no significa imponer una opinión o pretender que la sociedad no puede generar su propio concepto ante algún tema. La responsabilidad moral a la hora de informar debe primar, más que el deseo de satisfacer los caprichos de algún conglomerado o personas.
Y ah, antes que lo olvide, que los opinadores de oficio comiencen a visitar en los próximos días a todas las Alcaldías, gobernaciones y ministerios con ‘propuestas de construcción de rutas de reconstrucción y reconciliación, (y podemos crear títulos aún más extensos y enredados, solo para engalanar la retórica), nada extraño se me haría, ellos son los grandes ganadores de toda esta crisis.