Por: Jazmin Balaguer
Lo sucedido en Washington, justo después que el Congreso certificara como ganador a Joe Biden, es el significado real de la naturaleza política en su más clara esencia, sin el maquillaje y la hipocresía de las finas formas, cordialidad y la hidalguía. Nos recuerda que las instituciones políticas son una construcción artificial impuesta, cuyos límites con el ser en estado natural son muy frágiles, están presentes y que las probabilidades de romperse son muy altas.
Ese Estado de Naturaleza del ser humano, es estudiado por la filosofía política y ha influenciado el pensamiento occidental a través de Hobbes, Locke y Rousseau principalmente, es decir, la ilustración. Resultando atemporal, solo controlado por un acuerdo o contrato social que obliga a aceptar y respetar una institucionalidad antinatural.
Sus características se reflejan en esos hombres y mujeres al entrar al Capitolio y su conducta ahí: ausencia de normas, de ley, de Gobierno, de Estado, de monopolio de la fuerza como la describe Weber, inexistencia de una sociedad organizada, sin obligaciones morales, más bien un interés personal, de lo que se considera necesario, justo y bueno para sí y para los demás. Una lucha con la propia fuerza para imponerse y autoconservarse.
Esa delgada línea que nos separa de ese comportamiento primitivo, se cruzó cuando un líder como Trump, que genera tantos sentimientos, apoyo, credibilidad, resultados y esperanza en casi 75 millones de estadounidenses que anhelaban su segundo mandato, es visto por los mismos como víctima de esa institucionalidad y de los medios, ante unas reñidas elecciones con sospechas de fraude. Verlo pelear por lo que él considera una verdad mueve el espíritu de una masa y la estabilidad democrática empieza a tambalear.
El proceder de las masas es diferente al individual. Individualmente puede existir la razón ante la falta de evidencia de un fraude y el deseo de creer en el establecimiento, pero en masa se anula y se actúa por sinergia. Antes del llamado de Trump a sus electores, para hacer presencia a las afueras del Capitolio para protestar como último recurso, ya días atrás, varios grupos se habían convocado por diferentes redes sociales para hacerlo. Incluso hay sospechas de una ayuda premeditada desde el interior del recinto por varios funcionarios, sustentado en videos donde se observan algunos integrantes del cuerpo de seguridad levantando cercos de seguridad para dar paso a los manifestantes.
Esa lucha por imponer, es nuestro comportamiento natural y anti político, y hace parte también, del concepto de la Voluntad de poder de Friedrich Nietzsche, muy bien reflejado en el actual presidente. Trump reúne las características de lo que habla el filósofo alemán: la fuerza para doblegar voluntades, para que lo sigan, para ocupar el lugar que él siente le corresponde en el mundo, ir detrás de lo que quiere por encima de lo que sea y quien sea, su ambición es el motor, y ejerce por el mismo convencimiento en sí, un liderazgo que lo hace rodearse de facilitadores en el camino.
Esa voluntad de poder ha acompañado a Trump desde su infancia, en todos los caminos que ha emprendido, y como líder político irá hasta las últimas consecuencias, al filo de la ley con sus millones de simpatizantes. La moral aquí de lo que es bueno o malo en sus formas y pensamiento es irrelevante, no hay doble cara, es totalmente frontal. Quien tiene esta voluntad no repara en el pensamiento que los demás tienen de él, ni se comporta de acuerdo a lo que es considerado correcto. En política, ser una mala persona en su vida privada, no implica necesariamente ser un mal político, ni es garantía de lo mismo, ser un maravilloso ser humano. Sin embargo, los que están al otro lado, viendo su actuar, siempre tenderán a calificarlo y juzgarlo desde la vida privada como si fuera el vecino o un amigo, o un simple ciudadano, grande error.
Claramente, no todos lo miden igual, como se vio en las elecciones. Trump obtuvo la segunda votación más alta de su historia, quienes entendieron que a él se le califica en lo público, en sus resultados medibles, y en la confianza que su fuerza como líder les dé. Parte de los mismos, que en el Capitolio manifestaron simbólicamente, que están presentes, que no les será fácil liderar, que volverán a pelear el poder en las urnas con más fuerza, o que pueden arrebatarles el poder si lo hacen mal, se extralimitan o no actúan en favor del pueblo, en una clara alusión a la Segunda Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos de América, que hace parte del espíritu de ese país: “Siendo necesaria una Milicia bien organizada para la seguridad de un Estado libre, el derecho del pueblo a poseer y portar Armas, no será infringido.”