Por: El Expediente
La reunión del enviado especial de Washington, Richard Grenell, con el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, se ha interpretado como un reconocimiento de facto por parte del gobierno entrante de Donald Trump al régimen de Maduro.
Aunque muchos, tanto los autodenominados patriotas seguidores de Donald Trump como la oposición venezolana, habían alimentado expectativas diferentes, vendiendo a los ciudadanos una imagen de Trump como un líder de derecha que jamás reconocería un gobierno comunista y dictatorial. Sin embargo, todo esto resultó ser una ilusión, y la política ha demostrado ser mucho más pragmática.
La realidad es que Donald Trump no tiene intención de intervenir directamente para cambiar la situación política en Venezuela. Lo que le importa al gobierno estadounidense es que Caracas acepte a los deportados, alineándose con el plan anti-inmigración de Trump, y que libere a los ciudadanos norteamericanos detenidos en el país. Una vez que el gobierno de Maduro cumpla con estas dos condiciones, que no son de gran importancia, las relaciones con Washington podrían normalizarse, contradiciendo las predicciones de muchos. La verdad es que Trump es pragmático y no tiene inconvenientes en mantener relaciones con gobiernos autocráticos como los de China y Rusia, y ahora, aparentemente, con Venezuela