Por: Carlos Eduardo Gómez
En los últimos días, Colombia ha sido testigo de manifestaciones que han sacudido los cimientos de nuestra democracia. Las calles se han llenado de voces, pancartas y consignas, y en el epicentro de este torbellino se encuentra la Corte Suprema de Justicia.
¿Qué está en juego? La elección del nuevo Fiscal General de la Nación.
El presidente Gustavo Petro, con su llamado a las marchas, ha ejercido su derecho a la movilización ciudadana. Sin embargo, la línea entre la expresión legítima de la ciudadanía y la afrenta a la separación de poderes es delgada. La Corte Suprema, como guardiana de la justicia, ha denunciado sentirse “sitiada” por los manifestantes.
¿Es este el camino correcto para influir en una decisión judicial?
La Constitución Política de Colombia establece una clara división de poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Cada uno tiene su función específica, y su independencia es vital para el equilibrio democrático. Las marchas, aunque legales, deben ser cuidadosamente sopesadas para no vulnerar esta separación.
El presidente Petro, como líder de la nación, tiene la responsabilidad de velar por la estabilidad institucional. Convocar manifestaciones en las puertas de la Corte Suprema puede ser interpretado como un intento de presión indebida. La libre expresión no debe convertirse en una herramienta para coaccionar decisiones judiciales.
En este momento crucial, debemos recordar que la ley es nuestra brújula. No importa cuán apasionados estemos, debemos respetar los procedimientos establecidos. La Corte Suprema debe elegir al nuevo Fiscal General sin presiones indebidas. La justicia no puede ser secuestrada por intereses políticos.
Así que hago un llamado al orden y al respeto por el imperio de la ley. Las marchas pueden ser poderosas, pero no deben eclipsar la integridad de nuestras instituciones. Que prevalezca la razón sobre la pasión, y que la Corte Suprema tome su decisión con imparcialidad y sabiduría.
En esta danza delicada entre poderes, recordemos que la justicia es la columna vertebral de nuestra sociedad. No la debilitemos con actos que pongan en riesgo su independencia. Porque, al final del día, todos somos custodios de la democracia.
Que la ley sea nuestra guía y la razón nuestro faro.
Carlos Eduardo Gómez