Por: Jazmín Balaguer
Lo que está ocurriendo en barrios como Siloé y la Luna (Cali), ya nada tiene que ver con manifestaciones legalmente amparadas por la constitución, de algunos jóvenes principalmente, que están ahí con la firme esperanza que eso, traiga los cambios que desean. La violencia y deseos menos altruistas por parte de otros, harán que pronto las Fuerzas Armadas recuperen el espacio público y liberen a las comunidades que no pueden oponer mucha resistencia, o terminen enfrentándose como ha ocurrido. Una situación muy similar a los disturbios de 1992 en Los Ángeles, EE.UU.
En estos barrios colombianos, se ha evidenciado terribles escenas de crimen, de rabia, desesperanza, frustración, sevicia y masas descontroladas, los mismos que responsabilizan al ESMAD de su actuar, solo que aquí estos uniformados nunca aparecieron. Hoy sabemos, que buena parte de esos desmanes, son orquestados y financiados por grupos al margen de la ley, como los GAOR (Grupos armados organizados residuales-FARC) según consta la evidencia presentada por las autoridades. En ningún caso deben ser tolerables, pero tampoco, las fuerzas del orden pueden entrar de choque sin agotar primero, las vías del dialogo.
Algo que difícilmente se logrará. Las barricadas en esos puntos, tienen peticiones que no entran en total sintonía con el pliego del Comité del Paro Nacional, ni este ha demostrado interés en reunirse con ellos, ni ellos sienten que los representa. Hay tanta falta de liderazgo y organización, que ni los grupos que bloquean diferentes carreteras del país, obedecerían en conjunto a ese Comité, en caso que este llegará a un acuerdo con el Gobierno. Es así, que los jóvenes de la ¨primera línea¨ en esos barrios de Cali o Bogotá, pretenden negociar directamente con el Presidente Iván Duque.
Hay solicitudes viables y otras que definitivamente no, sin embargo, la negociación vendrá después de recuperar el orden, puesto que está empeorando. Sigue habiendo víctimas fatales, agresiones entre civiles, y una peligrosa organización criminal y política, que pone en riesgo la democracia.
En una situación desbordada como la que ahí ocurre, la Policía ya no puede actuar sola, ni es prudente hacerlo. Por esta razón, se han visto videos de uniformados, que en medio de disparos de distinta procedencia, no reducen ni capturan a nadie. Esto, porque no es momento para hacerlo, pero si, tratar de protegerse y luego proteger a los demás, como su entrenamiento indica para esos casos.
En este punto, los hechos son muy similares a lo que ocurrió por este tiempo, pero en 1992, en el centro sur de Los Ángeles, exactamente en los barrios de la avenida Florencia y Normandía, habitados principalmente por afrodescendientes y latinos. Con características similares de exclusión, pobreza, bandas delincuenciales, falta de confianza institucional principalmente en el sistema judicial y en la Policía, rabia acumulada y dirigida hacia quienes progresaban, incluso con pequeños negocios, como los de sus vecinos coreanos, y por creer que las autoridades los perseguían por su condición étnica.
El detonante, la golpiza por parte de policías, al afrodescendiente Rodney King, que quedó grabada en video y fue difundida incesantemente por los medios de comunicación. El punto de inflexión fue, cuando los uniformados fueron absueltos por la justicia, provocando una ola de violencia, que rápidamente sobrepaso a la Policía.
Esto hizo que el Alcalde de ese momento, Tom Bradley, declarará el estado de emergencia y toques de queda nocturnos, pero no fueron suficientes para impedir los más de 7.000 incendios, los múltiples saqueos y vandalización del comercio principalmente de coreanos, quienes a su vez, enfrentaron con sus armas de fuego a los afrodescendientes, también armados, y en medio, grupos delincuenciales que aprovechaban para posicionarse. La afectación al sistema eléctrico, ayudó a sumir en la oscuridad total a sus habitantes. El saldo, 63 muertos, miles de heridos, 1.000 millones de dólares en pérdidas, y un tejido social e institucional roto.
Después de una semana, sin ley ni orden, sólo dos cosas las reestablecieron. Primero, una revisión del veredicto hacia los policías, que finalmente fueron hallados culpables y condenados. Pero por el impulso de las masas, se tuvo que recurrir a un apoyo a la Policía, con 1700 Agentes federales, 4.000 miembros de la Guardia Nacional, más otros 4.000 soldados del ejército y cuerpo de marines. Muchos de los cuales, estuvieron ahí hasta 15 días después de haberse recuperado la calma.
Hoy 29 años después, los residentes de esos barrios, en esa zona de Los Ángeles, canalizan sus fuerzas efectivamente, en el trabajo comunitario, en la construcción de confianza y apoyo a la fuerza pública, y al resto de instituciones, logrando al final, mejorar su calidad de vida. Empezando, por la reducción del homicidio en un 70%. Aún queda mucho por hacer, y muchos desafíos que afrontar, que no tendrán una solución mágica de un día para otro. La Policía por su parte, en su constante proceso de mejoramiento, modernizó sus procedimientos, los hizo más transparentes, y gracias al aumento de presupuesto y a las nuevas tecnologías, permitieron más y mejor veeduría por parte de la ciudadanía, y una mejor capacidad de respuesta. En esencia, se fortaleció.
Grandes lecciones para nuestro país. Debilitar la Policía no traería beneficios, empeoraría la realidad. Depender menos del Gobierno, trae un progreso más sostenido. La violencia nunca es superior a la fuerza legítima del Estado. La seguridad es una situación de la sociedad, que no se da naturalmente. Nuestro estado natural, como lo llama Weber, es el caos como fue en Los Ángeles o en Siloé. Por eso, en un acto racional, creamos el Estado y junto a él, encargamos a un grupo de personas, la altísima dignidad de portar las armas y ser depositarios de nuestra fuerza, para impedir que nos matemos unos a otros, y obligarnos a buscar otras formas de solucionar nuestros problemas.